Las Universidades Populares resurgen en España a mediados de los años 80 y su “objetivo básico es promover el desarrollo cultural y educativo de los ciudadanos para que estén en mejores condiciones de participar activamente en todo cuanto les afecta” (FEUP, ¿1986?: 9).
En dichos momentos se ponía el énfasis en “completar, actualizar y enriquecer la formación de los adultos para que pudiesen participar en una sociedad dinámica y cambiante”, como se especifica en la misión de Universidad Popular de Zaragoza, y en acciones de animación sociocultural dirigidas, fundamentalmente, a promover la participación social.
Históricamente, el referente principal que han tenido las Universidades Populares es la educación a lo largo de la vida; primero. como actualización de conocimientos; posteriormente, como alfabetización digital en una sociedad de la información y del conocimiento, y, actualmente, después de una pandemia de dos años en la que todos hemos mejorado nuestras habilidades digitales al hacer videoconferencias y manejar tutoriales o clases virtuales online, pero en la que nuestra salud mental y social se ha visto resentida.
Un trabajo publicado en junio de 2021 en Journal of Affective Disorders y realizado mediante una encuesta a la población adulta durante el confinamiento de 2020 concluyó que la falta de contacto social aumentó la ansiedad y los síntomas depresivos, y determinó que las relaciones sociales influían en este aumento de posibles problemas de salud mental. El desapego se asoció con estos trastornos afectivos y las relaciones sociales fueron significativamente protectoras respecto a la depresión y a la ansiedad generalizada.
Ante estas conclusiones conviene recordar que la educación emocional es una habilidad básica para la vida que nos permite gestionar mejor las situaciones de nuestro día a día y construir una vida mucho más estable y pacífica cuando las expresamos de forma saludable. Al comprobar cómo se realiza la educación emocional en España se aprecia que antes de 1997 no se encuentran experiencias ni referencias bibliográficas sobre “inteligencia emocional en educación” en español. Tampoco referencias bajo el término “educación emocional”. En España se experimenta cierto interés por el tema a partir de mediados y finales de los noventa, y es a partir de entonces cuando se introduce como innovación educativa.
La educación de adultos no podía ser menos que otros niveles del sistema educativo e incorpora en su oferta de cursos temas relacionados con medidas de autocuidado en salud física, mental y social que pueden ayudar a tomar control de la propia vida: actividades formativas de ejercicio físico, de nutrición sana, de hábitos de vida saludable, de relajación frente al estrés… Sin olvidar que dichas actividades formativas, al compartirlas con otras personas, nos ayudan a fortalecer vínculos sociales y afectivos más sólidos y eficaces contra el aislamiento y la soledad.
Teoría del aprendizaje transformativo de Mezirow
El modelo de aprendizaje transformativo de Mezirow, desarrollado por Jack Mezirowa partir de su experiencia en la educación de adultos, intenta explicar cómo el aprendizaje está ligado a la transformación de ciertas estructuras mentales (a las que este autor denomina “perspectivas y esquemas de significado”) que condicionarán nuestra vida.
La teoría del aprendizaje transformativo, que pretende explicar el aprendizaje en la adultez, hace referencia a cambios en la mentalidad y, por tanto, en la conducta de las personas. Mezirow, en 1990, definió el aprendizaje de manera constructiva o experiencial y afirmó que el aprendizaje es “el proceso de crear una nueva o revisada interpretación del sentido de la experiencia, la cual guía la subsecuente comprensión, apreciación y acción”.
El aprendizaje transformativo se refiere al proceso a través del cual nosotros transformamos nuestros marcos de referencia establecidos (significados, hábitos de pensamiento, marcos mentales) para volverlos más inclusivos, abiertos y reflexivos, de manera que generen creencias y opiniones más verdaderas o justificadas para que guíen la acción (Mezirow, 2000).
Uno de los puntos principales de su trabajo sobre esta teoría es la división del conocimiento en tres tipos diferentes:
- Instrumental.
- Comunicativo.
- Emancipador.
Los dos primeros son considerados tipos de conocimiento técnico y práctico, mientras que la dimensión emancipadora alude al potencial que todas las personas tienen para liberarse de su propia situación y transformar su propia vida, lo cual exige un conocimiento y aceptación de sus condiciones de vida actuales.
Explica Mezirow la manera en que los aprendientes construyen, validan y reformulan el significado de su experiencia y esquemas cognitivos (creencias específicas, actitudes y reacciones emocionales) usando la reflexión crítica como proceso racional y analítico. A través de la reflexión crítica las personas cambian los marcos de referencia en relación con sus creencias y elaboran un plan consciente de vida que define nuevas formas de actuación. O, lo que es lo mismo, cambios en la comprensión de uno mismo que provoca una revisión o transformación del sistema de creencias personal que estimula determinados cambios en el estilo de vida cotidiano.
Mezirow plantea que el aprendizaje transformativo tiene su origen bien en un dilema (producto de una crisis de vida, de cambios vitales imprevistos) que obliga a una readaptación, bien tras la acumulación de transformaciones en los esquemas individuales de significados en un momento determinado.
En resumen, el aprendizaje transformacional ocurre cuando se examinan críticamente la acción/comportamiento individual y se desarrollan perspectivas alternativas para comprenderlos. Al hacerse conscientes los hábitos mentales respecto al comportamiento, la persona reflexiona sobre la experiencia y se transforma.
Aprender, desaprender y reaprender en el aprendizaje transformativo
Pasar de un modelo educativo informacional y/o formacional (de transferencia simple, memorística y pasiva de información o conocimientos del docente al aprendiente) a un modelo transformativo (en el que el aprendiente construya su propio aprendizaje) exige comprender los procesos de aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje. Nuestra experiencia en la educación de adultos nos ha permitido comprobar que las personas adultas requieren seguir este proceso de aprendizaje-desaprendizaje-reaprendizaje para afrontar una realidad transformada.
La práctica pedagógica actual debe centrarse más en el aprendiente que en el docente, debe generar estrategias activas que promuevan la reflexión y la discusión sobre temas que impulsen el cambio de perspectiva individual. En la sociedad actual del conocimiento y de las nuevas tecnologías, conseguir información resulta relativamente fácil. Adquirir habilidades cognitivas (conocer cómo aprendemos), emocionales (conocer cómo sentimos) y sociales (conocer cómo interactuamos con los demás) es un proceso humano más complejo, lento y difícil.
Si a lo anterior añadimos que las actitudes (adaptabilidad, apertura mental, curiosidad, proactividad…) y los valores (gratitud, respeto, responsabilidad, igualdad y equidad…) también se aprenden y que las capacidades afectivas integradas con todo lo anterior permiten una mejor comprensión personal en un mundo cambiante, además de crear experiencias significativas, la educación de adultos debe constituirse como un proceso significativo en el que la interacción y cooperación entre aprendientes construyan creencias, expectativas y percepciones de la realidad nuevas que faciliten la adaptación a nuevos tiempos, nuevos espacios y futuros inciertos.
Robert Kegan, psicólogo que enseña, investiga y escribe sobre el desarrollo y el aprendizaje de adultos, lo resumiría gráficamente de la siguiente manera:
Se aprecia, resumidamente, cómo en el modelo informacional la persona se llena de conocimiento y hace una y otra vez lo que ya conoce, no reflexiona ni aprende de la experiencia. Mientras que en el modelo transformacional, la persona aprende a través de la experiencia, lo que le obliga a desaprender conductas inadecuadas y a reaprender nuevas conductas más adaptativas.
Sus trabajos exploran la posibilidad y la necesidad de una transformación psicológica continua en la edad adulta; reflexionan sobre el ajuste entre las capacidades adultas y las demandas de la vida moderna; analizan la evolución de la conciencia en la edad adulta y sus implicaciones para apoyar el aprendizaje de adultos; profundizan en el desarrollo profesional y la educación de adultos, y nos llevan a la necesidad de salir de la “zona de confort” para dirigirnos a la “zona de aprendizaje”, que, aunque en un principio resulte estresante, se trata de un avance necesario para innovar y generar cambios en la comprensión del entorno y de nosotros mismos.
Sus conclusiones nos acercan a la idea del aprendizaje como modificación del comportamiento, es decir, que debe reflejarse en el quehacer del aprendiente. Si partimos del hecho de que la modificación del comportamiento no puede ser impuesta, sino que todo cambio debe producirse cuando la persona lo decida voluntariamente, la educación de adultos debe dinamizar este proceso de desaprender y reaprender, respetando la integridad de las personas, por supuesto.
Este proceso dinamizador de la educación, en particular de adultos, exige conducir a los aprendientes a distinguir entre opiniones/suposiciones y principios/reglas reales a fin de poder elaborar creencias personales o colectivas más racionales y objetivas a partir de la reflexión y contrastación de experiencias, reflexión que les posibilitará encontrar nuevas perspectivas y soluciones de lo aprendido en el pasado para eliminarlo si ya no es “adecuado al aquí y ahora”.
A partir de este paso, se produce la reconstrucción de nuevos aprendizajes para hacer frente a una realidad transformada.
El cambio y la transformación personal, claves del bienestar emocional
El aprendizaje transformacional defiende la idea de que no es suficiente que los objetivos de la educación de adultos satisfagan las necesidades de conocimientos de las personas, de las organizaciones y de la sociedad, sino que deben también ayudar al aprendiente adulto a transformar su forma de pensar sobre sí mismo y su mundo. Transformar la forma de pensar sobre uno mismo y sobre el mundo ayuda a desarrollar las potencialidades individuales, lleva al adulto a reflexionar sobre su autoimagen, a cambiar su autoconcepto, a cuestionar sus creencias y a reinterpretar su experiencia. Implica un cambio esencial de la persona.
¿Pero cómo perciben las personas el cambio, como amenaza o como oportunidad, como hecho cotidiano o como desajuste vital? ¿Qué sentimientos despiertan las situaciones de cambio?
El impacto y la percepción del cambio son tan variables como la persona misma. Algunas personas perciben el cambio como amenaza, mientras que otras lo perciben como oportunidad. En general, suele darse una resistencia al cambio por comodidad o por miedo, sin embargo, si nos atrevemos a pensar y a hacer las cosas de manera distinta, si tenemos la valentía de abandonar la comodidad, los miedos y la resistencia al cambio, la transformación personal nos convierte en personas activas, triunfadoras y emocionalmente inteligentes.
Psicológicamente hablando, el cambio personal tiene dos dimensiones: una, asociada a las circunstancias, condiciones y ambiente (ámbito estructural) y otra, el componente intrapersonal, la respuesta psicológica que tiene que ver con el proceso de adaptación a la nueva realidad.
Las diferencias, se pueden entender en la siguiente tabla:
CAMBIO | TRANSFORMACIÓN |
Es situacional: ámbito físico y material | Es personal: intrapersonal e íntimo |
Es externo | Es interna e intangible |
Más rápido | Más lenta |
Acontecimiento estructural y contextual | Respuesta psicológica: manejo emocional |
El cambio está más relacionado con acontecimientos contextuales externos, rápidos y, a veces, involuntarios (pérdida de salud, crisis económica, fallecimiento de un ser querido…). Mientras que la transformación es un proceso psicológico individual, más lento e interno, gracias al cual la persona puede aceptar situaciones nuevas.
Educar para la transformación personal tiene dos momentos diferentes:
a) Creencias, conocimientos y experiencias previas: todo aquello que se cree y que establece influencias internas que permiten dar sentido a la existencia y se edifican a través de la experiencia. Las creencias son el origen de las emociones de los seres humanos.
b) Interacción e intercambio: las relaciones sociales se forman, se mantienen o se rompen debido a un análisis de coste-beneficio. Cada vez que tenemos una relación hacemos un balance de sus costes y beneficios y, dependiendo del resultado, la valoraremos más o menos. Al modificar las interacciones sociales según estos criterios se logra un estado emocionalmente satisfactorio.
Respecto a las creencias conviene recordar que el pensamiento como evolución mental del cerebro tiene la función principal de procesar y representar la información percibida por los sentidos para que la persona sea capaz de comprenderla y utilizarla en la resolución de problemas. El pensamiento involucra una actividad completa del sistema cognitivo y tiende a ser una experiencia propia y reflexiva para cada ser humano, además de permitir evaluar los acontecimientos provocando emociones placenteras y/o displacenteras.
Si el pensamiento es racional, lógico y consistente con la realidad, no son exagerados y se expresan por deseos y preferencias reales, entonces crean emociones fáciles de controlar y motivan a la persona a conseguir sus objetivos. Nos referimos a pensamientos verdaderos, sensatos, que tienen sentido y cumplen los principios éticos, morales y de salud de la persona.
El pensamiento racional proporciona sentido a la vida, se encamina a alcanzar metas exitosas y gratificantes, estimula la asertividad y la resiliencia y esquiva las emociones negativas para que no sean excesivas ni limiten a la persona.
Respecto al segundo momento de la transformación personal, diferentes estudios demuestran los beneficios de las relaciones sociales, tanto en lasalud mental como física: fortalecen el sistema inmunitario, contribuyen a un menor número de hospitalizaciones, mejora el colesterol, la presión arterial, el peso y la movilidad.
Por destacar alguno de estos estudios, en 2007 el científico social John Cacioppo descubrió que en las personas más solitarias los genes que activan las respuestas inflamatorias se aceleraban y los que regulan las respuestas antivirales se retardaban. Tener una vida social activa también protege el cerebroy ayuda a la agudeza mental y a la solidez de la memoria. Laura Mehegan y otros, en una encuesta sobre socialización y salud cerebral (en febrero de 2017), encontraron que uno de cada cinco adultos mayores de 40 años están desconectados en el plano social, que los adultos que dijeron estar contentos con sus amistades informaron de un aumento en su memoria y sus habilidades de pensamiento durante los cinco años previos, y los que no estaban satisfechos con su vida social informaron de que sus habilidades cognitivas habían disminuido.
A medida que las personas envejecen, se enfrentan a muchos obstáculos para mantener una vida social; por tanto, tener relaciones sociales significativas es importante para la salud psicológica. No solo dinamizan nuestra vida, sino la de nuestras neuronas y nuestras defensas. Considerar la variable social en los objetivos de la educación de adultos debería ser un componente básico y transversal en las programaciones de acciones formativas, por una parte, intervendríamos en paliar la soledad y el aislamiento, y, por otra, colaboraríamos en mejorar la salud física y mental.
En el proceso de transformación explora aspectos cognitivos y comportamentales utilizando la competencia de la “reflexividad crítica” y la de la “transformación de perspectiva”, es decir, no solo se trata de analizar realidades de manera global, sino de ser capaz de modificar los marcos de referencia que sustentan nuestro mundo y nuestras experiencias.
Aprendizaje transformacional y salud
A lo largo de este artículo han surgido a menudo las palabras “pensamiento”, “emoción” y “acción”, tres conceptos con los que la psicología reduce a la persona de manera integral y que un proceso de transformación personal buscará acrecentarlas para alcanzar objetivos, deseos e inquietudes buscando el interés de superación y de dar sentido a la propia vida.
La angustia emocional de las personas adultas/mayores, a menudo relacionada con la forma de interpretar y reflexionar sobre los acontecimientos vitales ocurridos durante su vida, las estrategias que utilizan para afrontar recuerdos y acontecimientos, tanto negativos como positivos, dan pistas sobre su bienestar emocional. Cuando una persona adulta/mayor hace balance sobre su vida puede experimentar sosiego, tranquilidad y satisfacción con gran parte de lo que ha vivido. Pero también puede suceder que acontecimientos negativos o traumáticos del pasado le atormenten. El impacto psicológico de acontecimientos pasados depende de los acontecimientos positivos que se han vivido y de las adversidades sufridas, pero también depende de cómo se interpretan, cómo se recuerdan y de las vueltas que les demos.
La educación no debe hacer hincapié o privilegiar únicamente la capacitación o los conocimientos, debe enfocarse también en la formación integral de la persona como ser social y emocional. El biólogo Humberto Maturana (1997) señalaba algunos aspectos relevantes que caracterizan la formación humana:
- “Facilita el crecimiento humano: respeto a sí mismo y a los otros con conciencia social y ecológica, actuación con responsabilidad y libertad ante la comunidad.
- Aceptación del ser humano como legítimo en su totalidad.
- La transformación en la convivencia. Las personas se transforman en su vivir de manera coherente con el vivir del profesor o profesora.
- El curso que sigue y ha seguido la vida humana es el de las emociones, no el de la razón.
- Todo el quehacer humano ocurre en conversaciones, en un entrelazamiento del lenguaje con el emocionar.
- El espacio educacional, como espacio de convivencia”.
Estas características mencionadas se corresponden con el aprendizaje transformacional, aprendizaje como proceso permanente para toda la vida y no solo como un producto final que culmina con un título o una profesión.
Hay muchas formas de aprender y encontrarle sentido a la vida y, como profesionales de la educación de adultos, somos responsables de propiciar cambios y lograr interacciones sociales efectivas entre los aprendientes con el fin de mejorar la calidad de vida y crear una cultura de colaboración y un sentido de bienestar emocional entre todas las personas implicadas en este entorno de aprendizaje.
BIBLIOGRAFÍA
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