En este capítulo compartiremos algunas reflexiones en torno a las alianzas y redes de colaboración con universidades, sus posibilidades y convergencia de intereses, así como aspectos operativos en relación con los retos de futuro definidos en el Libro Blanco de las Universidades Populares (UU. PP.).
Desde 1998, con el inicio del Proceso de Bolonia, la universidad inició un proceso de apertura que pretendía dar respuesta a los retos de la educación superior en la sociedad actual.
En nuestro país, la legislación y la normativa interna recogen esta tendencia. El artículo 39 de la Ley Orgánica 6/2001 plantea que la universidad tiene, como uno de sus objetivos esenciales “el desarrollo de la investigación científica, técnica y artística y la transferencia del conocimiento a la sociedad (…) y atenderá tanto a la investigación básica como a la aplicada”. Así mismo, en la Ley Orgánica 4/2007, de 12 de abril, que modifica en parte la anterior, establece, en su artículo 41.1, que la universidad “desarrollará una investigación de calidad y una gestión eficaz de la transferencia del conocimiento y la tecnología, con los objetivos de contribuir al avance del conocimiento y el desarrollo tecnológico, la innovación y la competitividad de las empresas, la mejora de la calidad de vida de la ciudadanía, el progreso económico y social y un desarrollo responsable equitativo y sostenible, así como garantizar el fomento y la consecución de la igualdad”.
Por otro lado, la Ley 14/2011, de 1 de junio, de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación concreta las fórmulas de participación. En el artículo 33 recoge las medidas destinadas al impulso de la investigación científica, la innovación y la transferencia de conocimiento. En su artículo 34.1 se estipula que las Administraciones públicas, las fundaciones participadas por las Administraciones públicas, los organismos de investigación de otras Administraciones públicas, podrán suscribir convenios sujetos al derecho administrativo para la realización conjunta de proyectos y actuaciones de investigación científica, desarrollo e innovación.
Así mismo, en los artículos 34.2 y ss. se establecen las condiciones de desarrollo de estos proyectos en relación con la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público. Esta ley ha venido a dar cobertura en el campo de la colaboración institucional, poco regulado hasta esa fecha y que supone un avance importante al desarrollar la normativa legal que regula los convenios.
Actualmente, el anteproyecto de Ley Orgánica del sistema universitario, que en el momento de publicar estas líneas se encuentra en trámite parlamentario, incluye cambios que refuerzan el compromiso de la universidad con la investigación y la transferencia de conocimiento para contribuir al progreso económico y social de la sociedad.
Todo ello muestra que el sistema universitario está experimentando un proceso de cambio en dos direcciones. En primer lugar, en su internacionalización, de acuerdo con los principios estratégicos del Proceso de Bolonia iniciado en 1998 hasta la actualidad. Y en segundo lugar, en el compromiso de la comunidad universitaria por intervenir en el territorio, en lo local contribuyendo a generar progreso social y económico mediante sus principales recursos: la investigación y la transferencia de conocimiento. Es, por tanto, misión de las universidades participar en redes de creación y transferencia de conocimiento con instituciones del territorio y contribuir a su desarrollo social y económico.
Las Universidades Populares son proyectos de desarrollo cultural que actúan en el municipio y su objetivo es promover la participación social, la educación social, la formación y la cultura con la finalidad de mejorar la calidad de vida de las personas y de la comunidad (Libro Blanco). Actualmente, son más de 400 y están ubicadas en pueblos y ciudades de 13 de las 17 comunidades autónomas de nuestro país. El número de personas participantes en las actividades es, anualmente, de 300 000, lo que muestra el impacto social de los proyectos.
Los proyectos, actividades y programas giran en torno a varios principios. La educación y la cultura como proceso de construcción personal y social, la participación como base de la comunidad y una metodología abierta y libre adaptada a las necesidades e intereses personales.
Las Universidades Populares, como instituciones educativas con una intensa trayectoria educativa y cultural, elaboran participativamente sus principios de actuación y reformulan sus fines adaptándose a los desafíos futuros para definir estrategias de actuación.
Hoy día se encuentran en el proceso de redefinición de principios y decisiones. Algunas de ellas son la adaptación al Tercer Contrato Social de la Educación, un importante impulso editorial, la participación en el movimiento internacional Kairós, etc. Dentro de este proceso de cambio de modelo educativo, el desarrollo de alianzas y redes de colaboración con universidades es otro reto de las UU. PP., a cuyo debate pretende aportar ideas este texto.
¿Con qué medios normativos y estratégicos se puede contar para favorecer esas redes? ¿Qué ámbitos y espacios de colaboración entre las universidades y las UU. PP. podrían incrementar el potencial de acción de ambas instituciones? Por otro lado, la normativa actual cuenta con instrumentos precisos y útiles para aportar solidez normativa a los vínculos de colaboración y las UU. PP.
Marco de alianza. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible
El 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Definieron diecisiete objetivos encaminados a erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos. Cada uno de ellos pone la mirada en un ámbito de la vida social; son los ejes que garantizan el acceso a condiciones de vida dignas desde una perspectiva de sostenibilidad.
El último de ellos, el objetivo 17, dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible llamado “Alianza para lograr los objetivos” plantea que solo se pueden conseguir con el compromiso decidido en favor de alianzas mundiales y cooperación, así como la importancia de que se coordinen las políticas por parte de los diferentes agentes. Una de sus metas (17.17) señala expresamente la necesidad de fomentar y promover la constitución de alianzas eficaces en las esferas públicas, público-privadas y en la sociedad civil aprovechando la experiencia y las estrategias de obtención de recursos de las alianzas. De hecho, parece que el planteamiento de este último es una herramienta para la consecución de cada uno de los 16 objetivos anteriores.
Sin embargo, generar alianzas como factor estratégico trasversal tiene un particular potencial en el caso del manejo de la información, la gestión del conocimiento y la educación, en tanto que son materias instrumentales que influyen decisivamente en el conjunto de la vida social. Que las instituciones educativas creen espacios de reflexión, de investigación, de generación y transferencia de conocimiento y los pongan al servicio del conjunto de la sociedad contribuye a generar valor y progreso para todos.
El conocimiento es un valor en sí mismo, un valor económico y social, y no debemos olvidar que la privatización y mercantilización del conocimiento juega en dirección contraria a su democratización y utilización por parte de todos. Es por ello un desafío la conformación de alianzas y acuerdos por parte de las Administraciones públicas, encargadas de popularizar el conocimiento y promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida (Constitución Española, preámbulo).
Por otro lado, la universidad se encuentra en un momento de transformación ―¿y quién no en los tiempos que vivimos?―. Tras el Proceso de Bolonia, a su internacionalización, la globalización del conocimiento y de la producción científica global, con la ayuda de las tecnologías y los metabuscadores, le ha seguido un replanteamiento de su función social y un acercamiento al territorio y la necesidad de colaborar en el progreso económico y social.
Las alianzas se componen de nuevos agentes que operan en el territorio y que comparten competencias y fines: empresas tanto del tercer sector como de sectores estratégicos (servicios personales, medioambientales, artísticos y culturales, etc.). En los últimos años están surgiendo nuevas iniciativas privadas que suponen una oportunidad para incorporarse a alianzas de investigación-formación-acción, a iniciativas privadas del tercer sector, así como a sectores emergentes de economía circular, cooperativas y empresas en torno a la producción responsable. Numerosos países de nuestro entorno tienen amplia experiencia en generar vínculos entre la universidad y la empresa privada.
Igualmente, la nueva normativa que hemos mencionado, la Ley 40/2015, ha definido el marco de colaboración entre instituciones públicas, universidades, comunidades autónomas, ayuntamientos, etc.
Los cambios que el siglo XXI ha traído en sus dos primeras décadas hacen difícil aventurar qué nuevos desafíos les esperan a nuestras sociedades en el futuro. Sin embargo, sí conocemos parte del escenario y podemos reconocer algunos de los aspectos que están y estarán presentes en el futuro inmediato e influirán en nuestro modo de vida. Algunos de ellos se definen en el Libro Blanco de las Universidades Populares. Abordaremos algunos de ellos en este trabajo desde la perspectiva de gestión del conocimiento y la investigación, con especial énfasis en los siguientes:
- Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y su implantación trasversal como canal en todos los ámbitos de la vida social, laboral, educativa y de ocio.
- Las sociedades multiculturales y diversas.
- Un modelo educativo en crisis. En la práctica no parece haber consensos al responder a la pregunta “¿en qué y para qué educamos?”.
Desde qué perspectivas se abordan estos desafíos por parte de la comunidad universitaria, por un lado, y de las Universidades Populares y de los posibles espacios de colaboración para la transferencia de conocimiento, por otro, nos ocuparemos en adelante.
Ámbitos de colaboración
El margen de colaboración entre la comunidad universitaria y las Universidades Populares es amplio. Se combinan aquellas que están presentes en la actualidad, y que quizás no se han rentabilizado de acuerdo con sus posibilidades, y aquellos otros espacios de colaboración innovadores, algunos de los cuales se perfilan ya con un gran potencial de cambio.
Se proponen aquí solo algunas, sabiendo que las posibilidades son ilimitadas:
- La colaboración a través de la incorporación de las UU. PP. a las prácticas en los grados y posgrados. Las prácticas suponen también un beneficio atendiendo a los modelos de práctica profesional. Que los estudiantes en formación conozcan contextos de educación no formal no es un recurso secundario, contribuye a fijar en el imaginario unos modelos profesionales que alimentan de recursos las UU. PP. y los estudios superiores.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que muchos grados con horario de mañana no tienen posibilidad de realizarlos en ese horario, y en el ámbito educativo, por ejemplo, muchas facultades de educación tienen dificultades para involucrar en las prácticas a centros educativos en horario de tarde para ofrecérselas a estudiantes de los turnos de tarde.
Así mismo, la referencia para muchas estudiantes de Grado en Maestra en Educación Primaria ―que, según la LOE, son las profesionales a quienes su titulación les compete a la hora de impartir la docencia en las clases de los centros y aulas de educación de personas adultas― les abre posibilidades de entrar en contacto con estos centros al influir en la decisión sobre su propia vocación futura. Las comunidades autónomas disponen de convenios con las universidades para la organización de los períodos de prácticas de los grados en materia educativa donde las UU. PP. son oportunidades de colaboración. La utilización de este recurso se produce de manera desigual en según qué zonas y comunidades autónomas, y algunas de ellas suponen un modelo que seguir en otras regiones.
- El aprendizaje-servicio (ApS) es una modalidad educativa que combina procesos de aprendizaje y de servicio a la comunidad en un proyecto articulado en el que los participantes aprenden, a la vez que trabajan en necesidades reales del entorno con la finalidad de mejorarlo (Centro Promotor de ApS de Madrid). El ApS ha adquirido en nuestro país un gran protagonismo en la última década, impulsado, precisamente, desde las universidades, las cuales han visto en él una fórmula que ofrece dos aportaciones de valor a la organización de la práctica educativa.
Por un lado, acerca a los estudiantes a la realidad profesional incluyendo los aprendizajes prácticos dentro del currículo y formando parte de las guías docentes. Y por otro, que la implementación de los proyectos de ApS conllevan la necesidad de establecer relaciones entre instituciones para hacerla operativa.
Actualmente, existen proyectos muy consolidados entre universidades y centros educativos (CEIP, IES, etc.), así como con ayuntamientos y ONG (Zerbikas, Red Española de ApS(U), etc.). Esta modalidad supone una puerta al establecimiento de alianzas con instituciones públicas y organizaciones del territorio para trabajar en intervención social y educativa desde una perspectiva participativa y comunitaria tan cercana a la metodología de las Universidades Populares que permite ampliar la capacidad de acción e incrementar la presencia de estas en proyectos interinstitucionales, los cuales están experimentando un incremento progresivo.
- La movilidad internacional y el voluntariado. En los últimos años las universidades han experimentado un importante impulso hacia la expansión del conocimiento. Los acuerdos y consecuencias de Bolonia han supuesto para las universidades la apertura a posibilidades de compartir espacios de colaboración.
Así es en la docencia y en la movilidad de estudiantes, docentes y gestores, tanto en la investigación como en la enseñanza e intercambio de buenas prácticas. Junto a ello, la intención de las universidades ―siempre latente, pero no siempre real― en hacerse presente en la realidad del territorio es actualmente una tendencia general. De hecho, la participación del voluntariado internacional en proyectos de corta duración que actúan sobre el territorio está constituyendo un importante recurso de intercambio en intervenciones sobre el patrimonio cultural y artístico, en la sostenibilidad, el desarrollo rural, las iniciativas económicas innovadoras, etc. Estas iniciativas precisan de conexiones entre las universidades, las organizaciones (algunas de ellas se hacen a través de comunidades autónomas) con competencias en el patrimonio y las organizaciones con capacidad de gestión de carácter educativo y cultural, como es el caso de las UU. PP.
- La participación en proyectos de investigación formando parte de los grupos de investigación. La investigación en educación superior está liderada por los grupos de investigación de cada una de las universidades españolas. Muchos de sus centros de interés, tanto de fundamentación teórica como de carácter metodológico y operativo, están enfocados a aspectos amplios transferibles de entornos escolares, así como de educación no formal en temas como educación para la justicia social, la participación social, la interculturalidad, la igualdad de género y otros, en relación directa con los retos de las UU. PP. señalados en el Libro Blanco.
Tanto los grupos como los proyectos que desarrollan son espacios idóneos para la generación de conocimiento conjunto que aportan resultados tanto para la publicación y difusión como para la aplicación en la práctica de los programas de los UU. PP. Sin olvidar el valor de la formación personal que se adquiere en cuanto a metodología de la investigación formando parte de grupos interdisciplinares especializados y que es uno de los principales activos que la universidad ofrece de hecho a la formación de personal de las UU. PP.
- Por otro lado, la formación de formadores (nos permitimos soñar con que sea, quizás en un futuro, una de las finalidades de las facultades de educación) de modo que exista una titulación específica que capacite para ejercer la profesión de educador/a de personas adultas, una titulación que conviva con las actuales (Grados en Educación Infantil, Primaria, etc.). En esta línea, y dicho sea de paso, que la necesidad de contar con especialistas para esta formación universitaria inste a los departamentos a incorporar a profesionales de la educación no formal que tantos hay en las Universidades Populares. Por el momento, la titulación que capacita para ejercer la enseñanza en personas adultas es el título de Grado de Maestra en Educación Primaria, y la presencia de contenidos relacionados con la educación de personas adultas es menor que testimonial.
Sin embargo, la mayoría de las universidades cuentan con fórmulas que permiten intervenir a profesionales en actividades formativas de pequeño formato que van desde charlas, ciclos de actividades culturales, etc. a la participación en congresos, jornadas y encuentros de todo tipo que facilitan que las y los estudiantes entren en contacto con aspectos de su materia que amplían sus posibilidades de elección profesional.
- La presencia de proyectos de desarrollo comunitario durante la última década ha iniciado en nuestro país una trayectoria de intervención en los territorios (ciudades y poblaciones grandes y comarcas rurales) mediante esta metodología de desarrollo colectivo.
El elemento común en gran número de ellas es la intersección de universidad, entidad local (o UU. PP.) y entidad bancaria financiadora. Los proyectos de desarrollo comunitario son ambiciosos, porque proponen el empoderamiento de los agentes sociales y la ciudadanía en búsqueda de soluciones a los problemas de la comunidad.
Para ello se cuenta con una dirección científica a cargo, normalmente, de las universidades y la cofinanciación de instituciones con competencias en el territorio. Son propuestas a largo plazo que tienen carácter de permanencia en el tiempo y que precisan para su sostenibilidad de los tres pilares mencionados. Por ello, la colaboración interinstitucional es necesaria y, además, un camino que da resultados.
Qué beneficios puede aportar la colaboración entre la universidad y las UU. PP.
La presencia de publicaciones de educación no formal es escasa y, en particular, el número de artículos académicos publicados que recogen estudios relacionados con la metodología o el impacto social de las Universidades Populares en la cultura popular y la educación de personas adultas. Resulta paradójica esta desproporción entre la oferta formativa real, los usuarios, participantes, los proyectos, las actividades realizadas y el número de personas que han participado en sus actividades en las más de 200 UU. PP. distribuidas en todo el territorio nacional desde los años 80, y la escasez de publicaciones en revistas españolas y extranjeras que recogen investigaciones y proyectos de innovación que se llevan a cabo en ellas. Siendo tan vasta la cantidad de conocimientos que generan las UU. PP., ¿por qué esta ausencia de estudios que los difundan?
Esta ausencia tiene, por parte de la universidad, raíces profundas que no se van a tratar en estas páginas, pero es síntoma de la distancia que ha existido tradicionalmente entre la ciudadanía demandante de saberes y quienes los generan. No solo en el campo de la educación no formal, sino que ocurre también en otros campos.
Sin embargo, debemos colaborar para hacer frente a los desafíos futuros. Las universidades son espacios de docencia e investigación y, en nuestra opinión, la generación de conocimiento debe contar con la academia y establecer estrategias a medio y largo plazo que articulen y consoliden esta conexión.
Uno de los beneficios de una colaboración estrecha entre las universidades y las UU. PP. es el aumento de la cientificidad de los saberes. El método científico proporciona una forma de hacer que incorpora técnicas y hábitos de recogida, registro y valoración de la información obtenida del quehacer cotidiano que aporta solidez al conocimiento compartido de las UU. PP. Esto es una ventaja, porque facilitará los recursos para incrementar el conocimiento sobre su propia metodología de trabajo ―que tanto ha significado y aportado― y que conforman sus señas de identidad.
Otro aspecto es que aumenta la comunicabilidad de los saberes. El conocimiento científico tiene unos cauces concretos y específicos: revistas electrónicas de universidades de todo el mundo que recogen la producción científica global, principalmente, en inglés, pero también una buena parte en español. Una producción científica interconectada con acceso fácil, gracias a buscadores y metabuscadores (Google Académico, Dialnet, Scielo, Eric, Web OfScience, etc.), que permiten acceder al conjunto de los trabajos de investigación de producción mundial con facilidad.
Por comunicabilidad queremos decir que si la cultura popular que nace del pueblo y de la participación en la comunidad y el conocimiento compartido se incorporan a los saberes en los espacios en que se colabora utilizando la tendencia hacia la internacionalización del saber, estaremos contribuyendo a multiplicar el impacto científico de la práctica educativa de las UU. PP. Y esto tendría, con seguridad, un impacto multiplicador. La creación de conocimiento compartido incrementa la interacción en lo local, pero también las UU. PP. aumentarían su presencia de una manera considerable al acceder a la comunidad de conocimiento global que es la producción académica. Y esto se realiza en sintonía con la comunidad universitaria.
Esto facilita, a su vez, ampliar el impacto de la acción local y serviría, además, de difusión para nuevos profesionales que conocerán una forma de entender la educación con el “sello” de las UU. PP, una vertiente de la educación con valores muy demandados y reclamados actualmente entre estudiantes y jóvenes profesionales, pero muy poco articulada y no tan extendida y promovida desde las instituciones públicas como cabría esperar.
En los últimos 30 años, a la par que ha surgido la necesidad de abordar aspectos educativos en contextos no escolares (educación no formal), han ido emergiendo en nuestro país conceptos, disciplinas y campos profesionales diversos adaptados a las necesidades del momento (educación de personas adultas, animación sociocultural, educación social, trabajo social, etc.). Cada uno de ellos ponía el énfasis en el aspecto que cada momento histórico demandaba. Sin embargo, esa trayectoria, vista en retrospectiva, nos muestra varias evidencias.
Por un lado, que entre las instituciones que durante estas tres décadas han dado respuesta a los retos de la educación no formal en cada momento configurando un estilo y una metodología propios, el proyecto más completo, amplio y sólido de entre los que se han adaptado a los nuevos desafíos es el de Universidades Populares. Y por otro lado, que el campo profesional está aún en proceso de definición o, cuanto menos ―estoy hablando de la Educación Social―, de configuración, aceptación social, definición metodológica y de función propia dentro de la educación formal y no formal en nuestro país.
Sea como fuere, las Universidades Populares están llamadas a actuar como protagonistas en la definición del campo profesional por su saber hacer en nuestro país durante 40 años, por su liderazgo en su proyecto educativo y por su capacidad de adaptarse a los desafíos. Sin embargo, la definición, el crecimiento y la consolidación de cualquier campo profesional pasan por contar con una presencia sólida en la comunidad universitaria, y este es un gran reto para las UU. PP.
Retos futuros y reflexiones finales
En cuanto a los desafíos futuros, las UU. PP. y las universidades asumen perspectivas distintas en la manera de afrontarlo. El sistema universitario hereda una estructura de funcionamiento que prioriza la eficiencia profesional en términos docentes, y la rentabilidad en términos de investigación. Es decir, mientras que las guías docentes están orientadas hacia la especialización y a competir en un mercado para atraer alumnos internacionales a los títulos de máster y títulos propios, las universidades parecen haber olvidado el tradicional enfoque que pretendía crear jóvenes críticos que sueñan con el cambio y la justicia social. En respuesta a la actual tendencia al aislamiento, promovido por la virtualización de la vida social y formativa, las universidades parecen ofrecer, únicamente, soluciones en términos de mayor índice de empleabilidad individual.
En la investigación también se compite. El interés de los investigadores por publicar en revistas con alto índice de impacto no es caprichoso. Tanto las posibilidades de financiación de los proyectos de investigación como la rentabilidad de la publicación de artículos y el valor que aporta al propio currículo dependen, en ambos casos, de que la temática sea académica y políticamente vigente. Lo cual lleva a determinar que algunos temas son, socialmente, más relevantes que otros, y que esta relevancia no depende de la utilidad de sus resultados o de si la transferencia de conocimiento es útil para la ciudadanía.
El resultado de todo ello es, en muchos campos, que la investigación se vuelve sobre sí misma en una endogamia que pide a gritos una conexión real con la sociedad civil y con el tejido empresarial del territorio. Para que el conocimiento sea útil, la investigación debe orientarse con criterios de utilidad hacia las demandas sociales, empresariales y vitales, hacia lo que necesita la sociedad, hacia lo que necesitan las personas.
Y es también en este campo donde las Universidades Populares tienen mucho que decir: con su metodología participativa, su forma de conservar y crear cultura popular, su patrimonio de aportaciones en el pasado, las preguntas sobre el presente y sobre los desafíos futuros y con qué estrategias abordarlo.
Es urgente cambiar la perspectiva y abordar la colaboración interinstitucional con universidades y otras instituciones con mirada renovada orientando la investigación y la acción basadas en necesidades reales. Las Universidades Populares, a través del Libro Blanco, son un referente de ello en criterios de utilidad de las demandas reales que afectan a las y los ciudadanos. En dicho libro se recoge un análisis de los retos percibidos por quienes han participado en su elaboración, además de las líneas de liderazgo de las UU. PP. para afrontarlos. Liderazgo en lo tecnológico, en una sociedad hiperconectada; liderazgo cultural con los desafíos de la convivencia intercultural; en el empleo, en plena transformación del sistema productivo, y la lucha por la igualdad real; en acción histórica; en salud física y preventiva, y en una educación, que debe seguir luchando contra la deshumanización hacia sociedades que progresan de forma cohesionada.
Porque la educación no es solo capacitación para abordar los retos actuales y futuros, es también capacidad crítica y espíritu proactivo para formular preguntas como en qué mundo queremos vivir, cómo queremos construir sociedades habitables a la medida de los seres humanos que respiran, piensan, aman, y desean y quieren decidir sobre sus propios estilos de vida… Una sociedad humana para seres humanos y a la medida de lo humano, como apunta el filósofo español Josep María Esquirol.
Para generar personas activas que puedan decidir qué estilo de vida queremos vivir y qué sociedad queremos crear es necesaria una educación orientada hacia lo humano y hacia la convivencia. Y las finalidades educativas, la creación de conocimiento, la investigación y todos los procesos de construcción de cultura colectiva deben ir dirigidos a esta finalidad de construir cultura popular para todos con la mirada puesta en el futuro.
De ahí la importancia de conectar el saber académico y el saber popular, en simbiosis, de modo que mire hacia el futuro sin perder de vista las competencias “blandas” del ser humano, de todos los seres humanos. En esta y otras muchas tareas, las Universidades Populares y las universidades están llamadas a colaborar.