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Educación para la ciudadanía y participación social. La importancia de las Universidades Populares
Fernando López Noguero

Fernando López Noguero

Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

Uno tiene que conocer a las personas con la inteligencia, pero sobre todo con el corazón. Cuando uno conoce con el corazón a las personas, les encuentra mejor las cosas positivas. Pero para ello es muy importante ser una persona con pensamiento positivo y querer sacar a las personas de la situación en la que se encuentran dándoles una razón para hacerlo.

Ezequiel Ander-Egg

Introducción

La ciudadanía, con su necesaria participación, se está configurando en los últimos años como uno de los grandes ámbitos sociales y políticos a partir de lo público. Cada vez tiene una mayor importancia y peso específico en la actualidad, donde con más frecuencia se entiende la necesidad de que la base social (dicha ciudadanía en su conjunto) asuma el protagonismo en la toma de decisiones, en la cogobernanza, etc.

Es imprescindible entender que la participación (el peso de la población en la toma de decisiones en cuestiones que le afectan a la propia ciudadanía) es un derecho legítimo y las Administraciones públicas tienen el deber y la obligación de favorecerla y facilitarla.

Por esa razón las Universidades Populares pueden representar un papel protagonista en esta cuestión tan trascendente en la sociedad actual, ya que estas instituciones educativas tan arraigadas en nuestro país tratan de promover la participación social y la educación continua y permanente para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y las ciudadanas al constituirse en auténticas escuelas de ciudadanía, favorecer el acceso a la cultura y la educación, concienciar a la población, fomentar valores, recuperar y/o conservar tradiciones, etc.

Una nueva educación en una nueva sociedad

Nos encontramos en unos momentos repletos de pasividad, déficit democrático (las instituciones públicas no desarrollan mecanismos que faciliten la democracia), nula participación social, desapego político de la ciudadanía, erosión del capital social, así como una preocupante pérdida de rumbo de las Administraciones e instituciones políticas y el continuo debate de los valores ciudadanos en las sociedades democráticas. En breves palabras, podríamos decir que son tiempos de auténtica encrucijada social.

Es en estos tiempos donde aparece, en los últimos años y con una fuerza desconocida, la educación como una de las claves para navegar en el siglo XXI. Hablamos de una educación centrada en la innovación, la resolución de problemas, el civismo, la solidaridad, etc., donde tiene un peso progresivamente protagónico la educación para ciudadanía (López Noguero, 2018).

En efecto, hoy la sociedad necesita de una educación que se enfrente a los desafíos que la amenazan actualmente y que exigen un nuevo perfil de ciudadano/a. Algunos de estos retos y desafíos pasan por la injusticia social, los desequilibrios en el reparto de la riqueza, el individualismo y pérdida del sentido colectivo, la manipulación mediática, la aparición de la globalización con todos sus fenómenos asociados, el cambio climático, la crisis de los cauces formales de participación social, la exclusión social, la quiebra en las redes tradicionales de comunicación, el paulatino aislamiento personal y social, la falta de solidaridad, la fragmentación social a muy diversos niveles, el tejido social muy pobre y dependiente, entre otros (López-Noguero, 2010; López-Noguero y León, 2002).

Es en este contexto donde la educación y sus instituciones están cambiando sus contenidos, metodologías, técnicas, etc. de una forma drástica a fin de adaptarse a estas nuevas necesidades y hacer frente a estos desafíos. Y entre estas instituciones nos encontramos a las Universidades Populares, las cuales se han ido adaptando también a esos cambios mencionados.

Este cambio en las dinámicas pedagógicas y esta transformación educativa suponen una ruptura total con la educación tradicional, la que vivieron las generaciones pasadas, la educación de nuestros padres, madres, abuelos y abuelas.

De esta forma, si nos adentramos en los pilares fundamentales de la Educación para el siglo XXI de la Comisión Unesco que derivó en el Informe Delors (“aprender a hacer”, “aprender a aprender”, “aprender a vivir juntos”, “aprender a ser”), se puede comprobar que, en la actualidad, las tendencias pedagógicas van mucho más allá de la simple transmisión de contenidos al otorgar especial importancia a cuestiones tales como el desarrollo de la propia personalidad, el compromiso cívico, la convivencia, la conciencia cultural, la ciudadanía, etc.

Estos pilares a los que hacemos referencia son, sin duda, muy diferentes a los presentes en la educación de no hace tantos años.

Fig. 1. Fuente: Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI (1996): Informe Delors. La Educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana

Por todo ello se impone repensar el sentido profundo, el sentido social de la educación, como una nueva forma de favorecer el desarrollo de las personas y de asumir los nuevos retos educativos en los ámbitos democráticos en los que nos desenvolvemos.

Y es que, como cualquier otro fruto o producto cultural, la democracia se enseña y se aprende; es más, se debe enseñar y se puede aprender, ya que no es un constructo natural, sino un producto de la civilización, una creación humana, un legado social y cultural donde la educación representa un papel fundamental en la labor de trasmisión de valores y de su construcción entendida como algo más que un sistema político, como una cosmovisión que podría definirse como una manera de ver e interpretar el mundo que requiere de “cartas náuticas” no siempre simples, que las puede y las debe proporcionar la educación.

Estas cuestiones las tiene, especialmente, en cuenta la Unión Europea, la cual se caracteriza, por un lado, por estar formada por una inmensa diversidad social y cultural y, por otro, por la gran necesidad de construir ciudadanías activas cuyos miembros interactúen y participen en su construcción a fin de caminar hacia una unión cada vez más cercana y hermanada, además de enriquecida gracias, precisamente, a dicha diversidad cultural, para construir entre todos una identidad europea definida que se base en una serie de valores sólidos, así como en una historia y cultura comunes y reconocidas.

De esta forma, es preciso que los europeos de esta Unión Europea que propugna la participación más activa de sus ciudadanos en la vida social y política, así como la promoción de la cohesión social, conozcan y reconozcan todos esos aspectos, circunstancias y características que tienen en común, se acepten y comprendan mutuamente y pongan en marcha principios tales como la ciudadanía activa, la solidaridad, la tolerancia, la participación efectiva y real, etc., para construir entre todos una nueva visión de ciudadanía en su marco.

Es necesario, en fin, fomentar y propiciar una ciudadanía activa, así como mejorar las condiciones existentes para una participación ciudadana real y una participación democrática en la que tengan cabida conceptos como la responsabilidad, el respeto al otro o la solidaridad.

La participación social, clave de la ciudadanía contemporánea

Como hemos señalado anteriormente, la necesidad de promocionar la cohesión social, de fortalecer el protagonismo ciudadano y, especialmente, de construir una nueva sociedad a partir de una participación más activa de los ciudadanos se ha ido convirtiendo en un tema recurrente en todos los países europeos y, especialmente, en un objetivo central de la Comisión Europea.

Y es que reiteramos que el entorno social en que vivimos está sufriendo una etapa de cambios y mutaciones profundas de gran calado a los que la propia Unión Europea no es ajena y donde, desde todos los estamentos, se entiende necesario el protagonismo de los ciudadanos en la búsqueda de soluciones.

Ander-Egg (1993) indica que la participación debería ser una acción fundamental para el desarrollo de las poblaciones y comunidades, un elemento que hay que tener en cuenta para mejorar el orden social o transformarlo, por lo que puede llegar a ser un factor de vital importancia que hay que considerar para el diseño de cualquier proyecto o programa que sea aplicable en el entorno social.

En este sentido, la literatura científica señala que el término “participación” (que en ocasiones olvidamos que es un concepto activo y no pasivo) precisa indiscutiblemente del protagonismo de una comunidad crítica, reflexiva y activa cuya acción esté orientada hacia la “construcción” positiva de la sociedad en la que se desarrolla e interactúa (López Noguero, 2014).

No debemos olvidar quela participación de la ciudadanía en los procesos políticos de toma de decisiones ha sido siempre un elemento de mejora y legitimación de las actuaciones públicas(Murga, 2006: 122), lo que implica que las Administraciones públicas deben fomentar el protagonismo ciudadano, brindar información y planificar actividades para, de esta forma, crear canales de comunicación que inciten a la tan necesaria implicación en la ciudadanía.

Según Nuria Cunill, podemos clasificar la participación de la siguiente manera:

  • Participación pasiva:Centrada en la información como fin último, donde la persona participante no toma ningún tipo de decisión y se convierte en agente para la recepción y la escucha.
  • Participación consultiva:Pretende dar a conocer una propuesta y se centra únicamente en una aportación centrada en una acción concreta.
  • Participación sujeta a incentivos materiales:es muy utilizada en campañas de venta de algunas empresas ―regalos a cambio de asis­tencia y participación en un determinado evento―. Su aportación es pobre y apenas trasciende.
  • Participación funcional:Dirigida en la consecución de un objetivo determinado y sujeta a un itinerario previamente establecido.
  • Participación interactiva:La implicación de los componentes del grupo permite la innovación, el análisis y el esta­blecimiento de metodología de forma compartida y consensuada.
  • Participación desde la movilización:Parte de la acción colectiva en busca de un objetivo compartido y establece una metodología determinada para la instrumentalización de los acuerdos y las con­clusiones alcanzadas.

En resumen, es necesaria una educación para la ciudadanía democrática entendida, según el Consejo de Europa en su Carta sobre la educación para la ciudadanía democrática y la educación en Derechos Humanos, como el conjunto de aspectos formativos, educativos, pero también las prácticas y las actividades, la sensibilización, la información, etc. que, además de aportar a los ciudadanos “conocimientos, competencias y comprensión y de desarrollar sus actitudes y su comportamiento, aspiran a darles los medios para ejercer y defender sus derechos y responsabilidades democráticas en la sociedad, para apreciar la diversidad y para desempeñar un papel activo en la vida democrática, con el fin de promover y proteger la democracia y el Estado de derecho” (Consejo de Europa, 2010: 7).

Educación para la ciudadanía: tendencia en Europa

Debido a las necesidades y situaciones anteriormente expuestas, la educación para la ciudadanía se encuentra en la actualidad en un momento especialmente destacado en ámbitos socioeducativos internacionales, como lo demuestran multitud de iniciativas.

Así, debemos destacar que en 2005 se proclamó el Año Europeo de la Ciudadanía a través de la Educación, cuando los diversos Estados, así como destacadas ONG, trabajaron de forma muy intensa en ámbitos tales como los derechos humanos, la propia educación para la ciudadanía democrática, etc. consolidando, reforzando, tipificando y dando a conocer estas prácticas por toda Europa (Consejo de Europa, 2010: 6).

Sin embargo, este no es el único ejemplo. Podemos destacar multitud de iniciativas y experiencias reseñables, tales como la Networking European Citizenship Education (Red de Educación para la Ciudadanía Europea), Eurydice (Red europea que, entre otras cuestiones, presenta informes e investigaciones de carácter comparado, entre los que sobresale el Informe Eurydice “Educación ciudadana en la escuela en Europa, 2017”), el Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadanía (ICCS) de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA) o el programa “Europa con los ciudadanos”. Este programa (2014-2020), promovido por la Comisión Europea, fue pensado como un recurso para lograr que la población europea representase un papel más importante en la Unión Europea tratando de fomentar eficazmente el concepto de “ciudadanía” y su protagonismo (López-Noguero, 2018).

Participación ciudadana y Universidades Populares

Las Universidades Populares son instituciones educativas cuyo principal objetivo es la promoción de la participación social, la cultura y la formación. En suma, son proyectos para el desarrollo cultural de los municipios enfocados a mejorar la calidad de vida de las personas y la sociedad en su conjunto.

Estos centros, entre otras cuestiones, sensibilizan, motivan, acercan la cultura, la formación y potencian el desarrollo de los grupos y personas. Pero por encima de todo, fomentan la participación social, política y cultural para la vertebración y mejora social.

Siguiendo lo establecido en las últimas bases conceptuales de la Federación de Universidades Populares (FEUP: 2016), destacan las siguientes apreciaciones:

La participación es un elemento fundamental en todos los procesos dirigidos al cambio y mejora de las condiciones actuales. Se muestra como una herramienta vital al servicio de las organizaciones en los marcos democráticos. No existe una fórmula que tenga los valores que esta representa, si bien hay que ser conscientes de que su apli­cación supone importantes cambios en las concepciones del poder en las jerarquías tradicionales, ya que, desde el principio participati­vo, las decisiones son articuladas de forma compartida.

A la hora de participar o de ofrecer alternativas participativas, debe­mos tener en cuenta los siguientes aspectos:

  • Definir los objetivos para los que se invita a participar.
  • Preparar una comunicación clara, de fácil comprensión y que llegue nítida a las personas destinatarias.
  • Identificar a los y las agentes que van a involucrarse en los proce­sos.
  • Definir lo recursos que necesitamos para el correcto desarrollo de las acciones.
  • Coordinar los distintos roles que van a intervenir y su posiciona­miento específico en los grupos participativos.
  • Identificar los mensajes que se producen en la comunicación entre los distintos agentes.
  • Elegir una metodología de trabajo acorde a la tipología del marco participativo.
  • Identificar y desarrollar los parámetros de retroalimentación y re­fuerzo de aportaciones.
  • Evaluación y transcendencia de la acción desarrollada.

Al hablar de participación, se hace necesario que enmarquemos per­fectamente el tipo de participación que queremos desarrollar, ya que, muy al contrario de lo que se piensa, existen distintas modalidades según lo que se persiga o el modelo que pretendamos generar“.

Las Universidades Populares ya ofrecen un servicio público de formación continua, cercano a la ciudadanía, cada vez más arraigado en los barrios y pueblos, y se han constituido en auténticas escuelas de ciudadanía estimulando a la participación ciudadana activa y crítica de las personas. Por ello deben continuar en esta senda, pero contando con el apoyo decidido de las Administraciones públicas. De esta forma, se harán mejores y más democráticas las sociedades contemporáneas tan necesitadas de iniciativas como estas.

BIBLIOGRAFÍA

Ander-Egg, E. (1993). Metodología y práctica del desarrollo de la comunidad. México: El Ateneo.

Consejo de Europa (2010). Carta del Consejo de Europa sobre la educación para la ciudadanía democrática y la educación en derechos humanos. Estrasburgo: Consejo de Europa.

Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI (1996). Informe Delors. La Educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana

López-Noguero, F. (2010). La educación popular en España: retos e interrogantes. Ágora digital, 7.

López-Noguero, F. (2014). Conocer entre todos y todas para cambiar la realidad: una propuesta de diagnóstico participativo en espacios naturales. En López-Meneses, E. Innovagogía 2014. Barcelona: Octaedro.

López-Noguero, F. (2018). Educación para la ciudadanía y participación social: una visión internacional. En López-Meneses, E. et al. (Coords.) Experiencias pedagógicas e innovación educativa. Aportaciones desde la praxis docente e investigadora. Barcelona: Octaedro.

López-Noguero, F. y León, L. (2002). La Animación sociocultural como contribución a la construcción de la identidad comunitaria. Cuestiones Pedagógicas, 16 (139-147). Murga, M. A. (2006). Desarrollo local y Agenda 21. Una visión social y educativa. Madrid: Pearson Educación.