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El compromiso transformador de las Universidades Populares a través de la acción feminista local
Patricia Barrena Mera

Patricia Barrena Mera

Coordinadora y directora de proyectos INEXSOS.

Recientemente, se ha publicado el Libro Blanco de las Universidades Populares (FEUP, 2021), un reflejo de la construcción colectiva y la resignificación de este movimiento de Universidades Populares para tratar de dar respuesta a las necesidades específicas de nuestra época. En él se recoge la proyección de unas líneas estratégicas que nos permitirán mantenernos en el enfoque de construcción de esa sociedad deseada desde el marco de las Universidades Populares. Pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué camino andado nos ha permitido estar en estos momentos en este punto del todo revitalizante y unificador?

Esta misma cuestión se hizo presente a la hora de abordar la redacción de estas líneas. Confieso que he pasado muchas horas en la Universidad Popular de mi ciudad y de otros muchos pueblos de mi región en estado de “observadora consciente”. Desde este enfoque, y en un clima de amabilidad, de resolución y de dinamismo en el que parece estar impregnado las Universidades Populares, me cercioro de la presencia de las mujeres en estos espacios. Hay mujeres directoras, otras pertenecen al equipo técnico, otras, profesionales independientes que colaboran en la articulación de proyectos en cualquiera de sus fases (tal es mi caso), están las docentes de los programas formativos y, por supuesto, las protagonistas: las alumnas de los procesos de formación o participantes de las actividades que se desarrollan en las Universidades Populares en sus territorios. Cada Universidad Popular con la que contacto me manifiesta que la mayoría de sus usuarias son mujeres, en un porcentaje que, no en pocas ocasiones, se acerca al 80 % con respecto a la participación de los hombres.

Por tanto, vuelvo a reiterar las preguntas: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿De dónde deriva esta realidad? Si a algo nos ayuda la historia es a conocer nuestro pasado para entender nuestro presente. Así pues, vamos a empezar con ello.

Breve historia de las Universidades Populares y su vinculación con el proceso de emancipación de las mujeres

La primera Universidad Popular de nuestro país se creó en Oviedo en 1901, de la mano de la extensión universitaria de esta institución educativa de la ciudad. Aparece como respuesta para atender las nuevas necesidades de un contexto de desarrollo industrial, y para materializar el derecho a la educación universal.

En aquellos momentos, las grandes ciudades experimentaron un rápido crecimiento demográfico al recibir el flujo migratorio desde las zonas rurales. Miles de personas dejaban lo que hasta ese momento había sido su hogar, en busca de oportunidades laborales en las industrias emergentes que permitieran una mejora de sus condiciones de vida y las de sus familias. En este contexto, y con el fin de formar a la élite trabajadora necesaria en una sociedad cada vez más industrializada, se hizo necesaria una reinvención de la educación para que fuera más accesible a la población general. El movimiento de Universidades Populares, que comenzó en Francia entre 1898 y 1899, cubría esta nueva necesidad, pues ofrecía formación de corte sindical, cooperativa, política y social a los obreros y también a las obreras.

Este modelo de educación popular, a lo largo de la vida y para todas las personas, fue integrándose poco a poco en la sociedad modernista española. Tal fue así que intelectuales de la época relacionados con el mundo de la cultura, la pedagogía o la política liberal, hombres y mujeres, secundaron la iniciativa, como Antonio Machado, Vicente Blasco Ibáñez, Carmen Conde, María de Maeztu, Elena Fortún y Margarita Nelken, entre otras.

Estas mujeres se implicaron de forma activa en un proyecto cada vez más participativo y social, y fueron ellas las pioneras en el enfoque de las acciones dirigidas a la emancipación de las mujeres en este ámbito.

En Madrid, María de Maeztu compaginaba sus clases en la Sección de Pedagogía de la Universidad Central y en el Lyceum Club Femenino con la enseñanza voluntaria en la Universidad Popular, que también contó con la colaboración de Elena Fortún y Margarita Nelken (una de las figuras más visibles del incipiente feminismo español y quien empezó a destinar cursos específicamente para las mujeres obreras). La Universidad Popular de Segovia ofertó monografías aplicadas que iban desde la higiene del hogar y la puericultura hasta la física, la aritmética y la geometría. En ambas Universidades Populares se organizaron actividades de difusión y acercamiento cultural a las que los obreros y obreras acudían a menudo con sus hijos e hijas permitiendo la participación efectiva de las mujeres en estas acciones. En la Universidad Popular de Valencia, cuyo director era Blasco Ibáñez, comienzan a llevarse a cabo iniciativas en favor de la infancia, como la creación de escuelas laicas y colonias escolares de vacaciones que, a la vez, suponían un alivio en las tareas domésticas y de cuidados de las mujeres, quienes podían dedicar al trabajo o a la educación ese tiempo antes reservado a la crianza.

Desde sus inicios, por tanto, las Universidades Populares de nuestro país se definen como espacios plurales y universalmente accesibles, al acoger al alumnado sin distinción de clases ni de sexos. Testigo de ello son las palabras recogidas por Blasco Ibáñez, que aclaraba que la Universidad Popular “será lo mismo para las mujeres que para los hombres” al ofertar sus actividades de forma explícita a ambos sexos.

La formación básica constituía entonces ―y constituye ahora― un elemento fundamental para lograr la independencia y el empoderamiento de las mujeres, y las Universidades Populares establecieron un primer acercamiento de la mujer de clase obrera a la educación, primero en las ciudades y después, en los pueblos, y se convirtieron así en vectores imprescindibles de la igualdad entre mujeres y hombres, vectores imprescindibles del feminismo.

En los años 30, las Universidades Populares habían llegado también a los pueblos, donde desarrollaban una relevante labor de alfabetización. Debido a la guerra civil española y, posteriormente, durante el periodo franquista desaparecieron todas las iniciativas existentes de educación popular de personas adultas; no existía, pues, en esta etapa ninguna entidad que mantuviese la denominación ni que respondiera a los principios sociales de cooperación, solidaridad y asociacionismo que inspiraron estas primeras Universidades Populares.

Tras el régimen franquista, vuelve a ponerse de relieve la importancia de la educación popular como estrategia de modernización nacional y consolidación de la democracia. Comienzan de nuevo a surgir varias iniciativas con el fin de que todas las personas tuvieran un acceso a la cultura.

Las Universidades Populares renacen no ya como un proyecto de iniciativa popular, sino que cuentan con el respaldo institucional, promovidas por ayuntamientos y amparadas por la Administración pública. Siguen apostando por la educación de adultos para toda la vida y la animación sociocultural de carácter no lucrativo. Estamos ante un ámbito de actuación municipalista, con una marcada función social abierta a todas las edades, aunque la mayoría de sus participantes son mujeres adultas que no han podido tener una formación universitaria y académica por las vías de la educación formal, tal y como se exponía en la introducción de este capítulo.

El papel de la FEUP en la promoción del feminismo en el territorio

Estas nuevas Universidades Populares tampoco operan ya de forma independiente y aislada, sino que aúnan sus esfuerzos para crear la Federación Española de Universidades Populares (FEUP) a fin de elevar su proyecto formativo.

A pesar de haber nacido como asociación en 1982, la Federación Española de Universidades Populares lleva a sus espaldas, como estamos viendo, la responsabilidad de ser la representante de más de un siglo de educación popular, además de ser la heredera de los valores de cooperación, igualdad de oportunidades y accesibilidad universal a la cultura del movimiento popular originario.

La FEUP ―entre cuyos objetivos iniciales se encuentran defender los intereses comunes de las Universidades Populares y fomentar la creación de nuevos centros― impulsa la expansión del proyecto y lo hace llegar a todos los rincones de la geografía española. Dicho proyecto estará centrado en un ámbito de actuación municipal y dirigido a promover la participación social y posibilitar el acceso a la cultura a personas adultas para mejorar su calidad de vida.

Desde un primer momento, la FEUP tiene la visión de reducir desigualdades sociales, eliminar la brecha formativa entre mujeres y hombres y trabajar en pro de la igualdad efectiva.

Para reforzar y apoyar estos principios se constituye en 2018 la Escuela Feminista Estatal (EFE) FEUP Paca Aguirre, en la que participan mujeres especialistas profesionales con dilatada experiencia en el trabajo directo con mujeres de la red de FEUP y con el compromiso, entre otros, de contribuir a la igualdad entre mujeres y hombres, y cuyos objetivos generales son:

De esta manera, la EFE-FEUP Paca Aguirre sirve de espacio de reflexión teórico-práctica en el análisis crítico de los acontecimientos que componen la actualidad con una perspectiva de género o feminista al actuar de paraguas de asistencia y asesoramiento para el desarrollo de los proyectos de igualdad que se desarrollan desde la FEUP, y para dar cobertura a las necesidades que están transmitiendo y se están detectando sobre el territorio a través de las Universidades Populares en esta área.

  • Construir un espacio vivo que potencie la investigación feminista en el entorno de las Universidades Populares.
  • Utilizar el aprendizaje a lo largo de la vida y la educación popular como herramienta de transformación social para la plena igualdad.
  • Constituir la EFE como plataforma de formación y dinamización sociocultural en clave de igualdad.
  • Promover el empoderamiento de las mujeres a través de herramientas y procesos sistemáticos que fortalezcan la participación de las mujeres en lo económico, social y político.
  • Generar y difundir a la sociedad unos conocimientos que permitan la mejor comprensión de los problemas económicos, políticos y sociales, de escala local e internacional, que impiden la igualdad de oportunidades de mujeres y hombres.
  • Visibilizar el pensamiento feminista y difundirlo en la red de Universidades Populares.
  • Potenciar herramientas que permitan generar en las Universidades Populares espacios de debate sobre el fundamental papel de los hombres en la consecución de la igualdad.

Fruto de esta estrategia, la FEUP cuenta con una dilatada experiencia en la formulación y puesta en marcha de proyectos de igualdad en alianza con Administraciones de todos los ámbitos territoriales, cuestión que se abarcará en el último apartado de este capítulo.

Feminismo en el ámbito local

Antes de continuar con el análisis del contexto de las Universidades Populares, vamos a profundizar en dos conceptos primordiales que constituyen, junto con lo desarrollado, la base de este capítulo: qué entendemos por “feminismo” y por “ámbito local”.

Definir “feminismo” es una cuestión que implica gran dificultad. Se trata de un movimiento de más de tres siglos de historia y que ha derivado en una riquísima genealogía de mujeres impulsoras del cambio para la emancipación de las mujeres y la consecución de sus derechos (los de todas las mujeres). Un recorrido complejo de base política que aúna el desarrollo teórico filosófico ―desde la Academia― y la práctica reivindicativa social ―en la calle―. Un movimiento que aglutina una gran variedad de autoras, posturas y corrientes, algunas de ellas enfrentadas y siempre diversas.

Por ello, asumiendo lo complejo de esta tarea, vamos a reproducir las definiciones de tres grandes pensadoras que han realizado valiosos aportes para aproximarnos a este movimiento:

Para Simone de Beauvoir (París 1908-1986), conocida escritora, profesora y filósofa que se caracterizó por defender los derechos humanos y ser precursora del feminismo, este es «un modo de vivir individualmente y de luchar colectivamente».

Celia Amorós (Valencia 1944), filósofa, escritora y ensayista española, teórica del feminismo, expone que «entendemos por feminismo, de acuerdo con una tradición de tres siglos, un tipo de pensamiento antropológico, moral y político que tiene como su referente la idea racionalista e ilustrada de igualdad entre los sexos».

Según Victòria Sau i Sánchez (Barcelona 1930-2013), escritora, psicóloga y activista política feminista, «el feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera». 

Por lo tanto, podríamos decir que el “feminismo” es un concepto heterogéneo que abraza diferentes perspectivas y propuestas de acción, todas ellas encaminadas, por un lado, a la consecución de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres a través de la eliminación de las barreras que la sociedad patriarcal ha impuesto tradicionalmente al libre desarrollo político, cultural, social, económico y personal de la mujer, y, por otro, a la emancipación de las mujeres. Un movimiento que trasciende lo individual hacia lo colectivo.

Hay quienes piensan que hoy en día, en un país como España, la igualdad de oportunidades y trato entre mujeres y hombres ya se ha conseguido. Ojalá estuvieran en lo cierto, pero la realidad y los datos no nos permiten llegar a esa conclusión.

Es cierto que el avance ha sido evidente y que, a nivel jurídico, político, social, económico, cultural, etc., cada vez están más presentes y se visibilizan más los aportes de las mujeres. Pero la discriminación laboral por razón de sexo, el acoso, el abuso sexual, la brecha digital de género, el “suelo pegajoso”, el “techo de cristal”, las violaciones, los feminicidios y todas las formas de violencias que se ejercen contra las mujeres nos indican que aún queda mucho camino por recorrer. Además, teniendo en cuenta que el feminismo es un “universalismo”, hasta que esa anhelada igualdad no se consiga para todas las niñas y mujeres del mundo no dejará de ser necesario nunca, cuestión que se afianza teniendo en cuenta la “precariedad” de las conquistas, tal y como indicaba la ya citada Simone de Beauvoir:

No olvidéis nunca que bastará con una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres se cuestionen. Estos derechos nunca son adquiridos. Deberéis permanecer alerta durante toda vuestra vida.

El patriarcado no es un código escrito, pero sus premisas calan en todos los gestos de la sociedad sin darnos cuenta. Y es que, desde que nacemos, somos educadas y educados y nos enseñan a relacionarnos sobre la base de valores y creencias diferentes en función de nuestro sexo, con la certeza de que ocupemos tareas y funciones diferentes en la sociedad y les demos sentidos diferentes a nuestras vidas. Reproducimos, generación tras generación, los estereotipos de género. Así, vamos interiorizando y normalizando las conductas machistas, hasta el punto de no detectar claramente situaciones de opresión.

Para revertir la situación actual de desigualdad por razón de sexo (por ser hombre o mujer) hay que operar en todos los niveles de impacto en la vida de la ciudadanía, esto es, a nivel jurídico, social, político, económico, laboral, cultural…, con una enorme importancia el ámbito educativo. Desde luego, el sistema de educación formal ha de impulsar e integrar la coeducación en los itinerarios curriculares, y en el terreno de la educación no formal e informal ―el de intervención de las Universidades Populares― se han de promover acciones de concienciación, formación e intervención a través del arte y las demás derivadas culturales para empoderar a las mujeres e integrar su talento de manera efectiva en el desarrollo sostenible de los territorios. Pero… ¿desde qué nivel de intervención será más eficaz actuar para conseguirlo?

Aquí es donde entra el juego el segundo término que conviene tratar: el concepto de “ámbito local”. Según Olivier Dollfus, profesor de Geografía de la Universidad París VII-Denis Diderot, el ámbito local es “lo que se sitúa en determinadas coordenadas terrestres, lo que caracteriza a un lugar, y cada lugar se define por su posición en el planeta, su situación en relación con otros lugares con los que establece relaciones, su emplazamiento, que es su soporte físico. Además, lo local implica el espacio en el que se vive más permanentemente, donde se duerme, donde se trabaja, donde se frecuenta a los allegados, el espacio de lo cotidiano, de vecindad, formado por lugares utilizados y frecuentados a diario. Asimismo, es uno de los niveles de participación en la vida del ciudadano”, de la ciudadanía.

Por lo tanto, la esfera espacial y temporal donde las personas nos relacionamos en nuestro día a día es en este ámbito local. Desde aquí entramos en contacto con el territorio, con la vecindad, con las instituciones, con los servicios que palían nuestras necesidades… Es, como expresa la doctora en Geografía Gloria Juárez Alonso, “desde donde se hace partícipe a la sociedad del territorio y al espacio con las actividades, mostrando el poder del lugar, entendido como elemento global donde se pueden expresar las relaciones de los distintos elementos que lo componen”.

Administrativamente, el espacio local puede estar definido por los límites municipales sobre los que actúa un gobierno local, con identidad económica, social y cultural propias, aunque también se puede considera que varios de estos conformen un espacio intraprovincial. Sea como fuere, es allí donde se desarrolla un “espacio de convivencia”.

Por todo lo anterior, el espacio local presenta el ámbito más adecuado para solucionar problemas globales, al igual que para implantar estrategias de transformación e innovación social que estén funcionando en otras partes del mundo de características similares. Es el lugar donde aplicar los esfuerzos de organización, planificación, ejecución y evaluación del impacto de aquellos programas, proyectos o acciones dirigidos a la transformación y mejora real de la vida de la ciudadanía. De esta forma, se contará con experiencias que, tras integrar las condiciones específicas, puedan ser escalables a otros ámbitos locales o, incluso, a otros lugares de amplitud territorial mayor, como comarcales, provinciales, etc.

Asumimos, pues, por todo lo anterior que el ámbito de intervención para la consecución de la igualdad real entre mujeres y hombres ―una problemática que se extiende a nivel global― no puede ser otro que el ámbito local. La vida se transforma a través de la operativización de las políticas públicas en este ámbito y de la participación del tejido social y de la ciudadanía en su presente y futuro. Esto pone en evidencia el papel fundamental de las Universidades Populares, como red consolidada y asentada en el ámbito local a lo largo de todo el territorio español, una infraestructura material y técnica ideal para incardinar las propuestas de transformación a partir de “lo local”.

Las particularidades del entorno rural que impactan en el desarrollo de las mujeres

Las mujeres conforman un conjunto social muy diverso y, como mujeres, todas comparten una historia de opresión que será más intensa cuando, además, operan otros condicionantes de discriminación, como poseer una discapacidad, ser una mujer migrante, pertenecer a una etnia minoritaria, poseer rasgos racializados, tener una religión diferente, un bajo nivel socioeconómico, pertenecer al colectivo LGTBI, estar en situación de prostitución, vivir en un entorno rural, etc. El feminismo tiene como sujeto político a todas ellas. Debe llegar a todas, con independencia de sus características personales y comunitarias.

Los estudios de género han demostrado la necesidad de aplicar un “enfoque interseccional” a la hora de intervenir en nuestros territorios y comunidades que, además del género, tenga en cuenta estos otros factores o variables que incrementan la opresión y desigualdad históricamente sufrida por las mujeres. En este sentido, y teniendo en cuenta las desigualdades ampliamente conocidas del modelo territorial de España, se hace necesario el diseño de acciones destinado a la igualdad real y efectiva de oportunidades entre mujeres y hombres que esté adaptado a las distintas realidades territoriales y a las necesidades concretas de su población a fin de garantizar el máximo impacto y la eficacia de los proyectos planteados en esta línea de actuación. Tal es el caso de los entornos rurales.

Lo rural suele definirse por oposición a lo urbano, ya que rara vez se da voz a sus verdaderas protagonistas y, sobre todo, a las mujeres rurales, que son las auténticas sostenedoras de la vida e impulsoras del desarrollo sostenible de los territorios.

A menudo, se nos ofrece una imagen poco precisa que no da cuenta de las transformaciones que en las últimas décadas ha sufrido el medio rural, el cual no ha estado exento de la influencia de la globalización y del desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información que han acercado y homogeneizado las formas de vida de distintas partes del globo. Imagen que convive con una estampa romantizada y bucólica de lo rural, además de con la idea de su inferioridad y, en cierto sentido, atraso.

De este modo, debemos aproximarnos al conocimiento del mundo rural desde el reconocimiento de su diversidad y de la gente que lo habita y mantiene vivo. No obstante, es posible encontrar denominadores comunes dentro de dicha diversidad a través de la investigación y los estudios de diagnóstico que, por otra parte, nos sirven para identificar los principales problemas y necesidades que enfrentan las mujeres del ámbito rural en nuestro país. Muchos de ellos coinciden en que la brecha de género se expande en esos territorios en comparación con el medio urbano, por lo que, por cuestiones de justicia social, ya estaría justificado el despliegue de medidas para paliar estas desigualdades.

Aun así, para aquellas personas que entienden mejor el impacto de la desigualdad en términos económicos, el XII Informe ClosinGap, “Coste de oportunidad de la brecha de género en el medio rural” (febrero 2022), elaborado por CaixaBank, concluye que la brecha de género en el medio rural de nuestro país tiene un coste de oportunidad (lo que se está dejando de ganar) equivalente al menos al 3,1 % del PIB de 2019 de nuestro país (38 500 millones de euros).

Este informe ha detectado que España ocupa las posiciones de cola en Europa en cuanto a inclusión del talento femenino en el mercado laboral rural: es el quinto país con la tasa de actividad rural femenina más baja; el tercero con la tasa de empleo rural femenino más reducida, y el segundo con mayor tasa de paro femenino rural.

Además, el informe constata lo ya anunciado: las mujeres en el medio rural se enfrentan a una doble desigualdad, la asociada a su entorno de residencia en cuanto a oportunidades laborales o acceso a servicios, y aquella provocada por el mero hecho de ser mujer. Así, las barreras que genera la primera se ven “magnificadas” cuando interactúan con la variable de género, sobre todo en tres cuestiones: mayor precariedad en el empleo, infrarrepresentación en la toma de decisiones en el ámbito rural y mayor desequilibrio en la conciliación.

A nivel cualitativo, y haciendo un esfuerzo de recopilación diferenciada del contexto rural respecto al urbano y cómo afecta a las mujeres que en él se desarrollan, se podría identificar como un lugar donde existe:

  • Predominio de las actividades económicas del sector primario, aunque conviviendo con otras actividades del sector servicios, cada vez más extendidas y diversas, y donde existe una importante masculinización del tejido productivo.
  • Baja densidad de población, que hace que se hayan perdido servicios públicos básicos en muchas localidades (sucursales bancarias, urgencias sanitarias 24h, centros educativos, etc.).
  • Lazos y vínculos fuertes con mucha importancia de la consanguinidad, lo cual tiene aspectos positivos desde el punto de vista del establecimiento de redes sociales sólidas, desarrollo de estructuras informales de apoyo mutuo que protegen a las personas ante situaciones como la soledad o la extrema pobreza, pero también influencias menos alentadoras en lo que se refiere a la ausencia de anonimato, la difusión de la frontera entre la vida pública y la intimidad o una mayor presión social para cumplir con una vida normativa, aspectos que tienen un mayor impacto sobre la vida de las mujeres.
  • Población envejecida cada vez más dependiente de los recursos de familiares y redes informales, tareas de cuidados que recaen sobre las mujeres rurales.
  • Juventud que asume su marcha a la ciudad por cuestiones laborales y/o académicas.
  • Mujeres que deben hacer frente a una brecha de género y una pervivencia de los roles de género más acusados que condiciona sus oportunidades y posibilidades de desarrollo personal y profesional.
  • Un mantenimiento más intenso de los roles de género que contribuyen a seguir invisibilizando el trabajo de las mujeres, ya sea en cuanto a sus aportaciones como fuerza de trabajo a los negocios familiares, las tareas de los cuidados y que, en la mayoría de las ocasiones, las cargan con una doble o triple jornada laboral, ya sea por los saberes y oficios tradicionales que han sido desarrollados por mujeres y que han sido fundamentales para la vida en estos territorios.

Todas estas situaciones repercuten en el mantenimiento y reproducción de la desigualdad de género basada en la falta de reconocimiento y corresponsabilidad en las tareas de cuidados, en la vulnerabilidad laboral de las mujeres rurales y en la falta de expectativas y oportunidades para las generaciones más jóvenes, para desarrollar sus proyectos vitales en sus pueblos.

No es ningún secreto el papel fundamental que tienen las mujeres rurales ante el reto demográfico así como en darle relevancia al medio rural. Son ellas las que fijan población en el territorio. Sin oportunidades laborales remuneradas, apropiadas y dignas, las jóvenes de nuestros pueblos se seguirán marchando hacia ciudades más grandes y con ello se irá desvaneciendo la esperanza de la regeneración rural y de poder ejercer un desarrollo local sostenible eficaz y real.

La práctica de la acción feminista local en el territorio desde las Universidades Populares

La FEUP, tras adaptarse a los nuevos modelos educativos, incluye en sus actuaciones un enfoque transversal que integra el desarrollo de capacidades para las relaciones interpersonales, la autonomía personal, la resolución pacífica de conflictos, la perspectiva de género y la educación para el desarrollo y la paz. Todo ello con el fin de contribuir a una sociedad más segura, equitativa y justa con todas las personas.

El aprendizaje a lo largo de la vida es un componente imprescindible para mejorar la calidad de vida de las personas, muy especialmente de las mujeres, pues, como venimos contando, son las que han tenido más dificultades de acceso a la educación reglada debido a la organización diferenciada por razones de sexo del sistema patriarcal, con mayor incisión sobre las mujeres rurales. Por ello, la FEUP se centra en facilitar su acceso a la educación y formación, mejorar su empleabilidad para garantizar su incorporación al mundo laboral empoderándose a través de la integración del pensamiento crítico que facilita su desarrollo personal y social para conseguir, finalmente, mejorar su calidad de vida.

De la mano de varias instituciones que operan en diferentes niveles territoriales, en la FEUP se están desarrollando, a través de Universidades Populares de toda España, programas ya consolidados y proyectos piloto cuyos objetivos se alinean con lo anteriormente expuesto. Tal es el caso del programa “SARA”, especialmente dirigido a mujeres en situación de especial vulnerabilidad del Instituto de las Mujeres (Ministerio de Igualdad), cuyo objetivo es promover su acceso a los derechos sociales y económicos que permitan mejorar su situación económica y social; o el convenio con el anterior Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social para la realización de programas de interés general, con cargo al 0,7 % IRPF, o programas ERASMUS de la Comisión Europea, entre otros.

De corte más experimental, los programas “Fem UP” en Extremadura persiguen la creación de la Red de Universidades Populares de las provincias de Cáceres y Badajoz por la Acción feminista local. Financiado por ambas diputaciones provinciales, se llevan desarrollando desde 2018 propuestas para la consecución efectiva de la igualdad entre mujeres y hombres desde el territorio. En su desarrollo se han llevado a cabo actividades relacionadas con la formación en feminismo en formato de jornadas presenciales y virtuales, la visibilización de las mujeres artesanas y otras profesionales de los entornos rurales, la elaboración de material audiovisual y de manuales y magacines con una imagen actual y atractiva ―algunos bajo la metodología de la Lectura Fácil para garantizar que llegue a todas las personas―  y, sobre todo, con el fomento de la red de Universidades Populares sensibilizadas y comprometidas con la transformación territorial en el ámbito de la igualdad, la promoción de procesos colaborativos y el reconocimiento de buenas prácticas que pueden servir de inspiración y ser escalables a otros lugares.

Estos son solo algunos ejemplos del compromiso de las Universidades Populares y de la FEUP por la acción feminista local. Una línea de intervención histórica que cada vez se atiende de manera más estructurada con la constitución de la EFE-FEUP Paca Aguirre para darle más fuerza y profundidad a las propuestas emancipadoras de las mujeres en sus territorios.

BIBLIOGRAFÍA

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FEUP, ¿Qué es FEUP? Estrategias y objetivos (archivo digital).

FEUP. (2019), Manual básico para la acción feminista. Diputación de Badajoz.

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