La interrupción, la incoherencia, la sorpresa son las condiciones
habituales de nuestra vida. Se han convertido incluso en necesidades
reales para muchas personas, cuyas mentes solo se alimentan de
cambios súbitos y de estímulos permanentemente renovados. Ya no toleramos
nada que dure. Ya no sabemos cómo hacer para lograr que el aburrimiento dé fruto.
Entonces, todo el tema se reduce a esta pregunta:
¿la mente humana puede dominar lo que la mente humana ha creado?
Paul Valéry
Realidad líquida
La sociedad en la que nos toca vivir se ha dado en llamar “sociedad líquida”, es decir, que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos.
Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles.
Según Bauman, la sociedad se basa en el individualismo y se ha convertido en algo temporal e inestable que carece de aspectos sólidos. Todo lo que tenemos es cambiante y con fecha de caducidad, en comparación con las estructuras fijas del pasado.
En un mundo cada vez más conectado, las relaciones interpersonales se diluyen y las solidaridades se extinguen, sustituidas por la virtualización de las redes sociales.
Hemos pasado de las realidades sólidas de nuestros abuelos (como el trabajo y el matrimonio para toda la vida) a un mundo quizás más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador.
Venimos de una época anterior de la historia en la que se quiso construir un mundo basado en la racionalidad que pretendía componer “algo” resistente que durara para siempre y que sustituyera a lo oxidado. Estaríamos hablando de ese tiempo al que se nombró “modernidad sólida”.
Decía Bauman, sociólogo polacobritánico que profundizó en el concepto de la “modernidad líquida”, acerca de la “modernidad sólida”: “El tiempo de las grandes fábricas empleando a miles de trabajadores en enormes edificios de ladrillo, fortalezas que iban a durar tanto como las catedrales góticas”.
Pero no fue así… Y de lo que iba a ser una sociedad sólida, nos encontramos ahora trabajando en una sociedad líquida, con la preocupación social e individual sobre cómo hacer que las cosas se queden fijas, para que sean tan sólidas que no se puedan cambiar con el futuro.
Esta situación de perpetua inestabilidad tiene efectos sobre la identidad. Los jóvenes sufren una devastación emocional y mental, dado que se incorporan al mundo laboral sintiendo que no son bienvenidos, que no aportan nada, que, no son más que una carga para la sociedad. Y, a la vez, hay una parte de ciudadanos que son afortunados porque tienen empleo, pese a que se sienten amenazados por la sensación de que tienen posibilidades de convertirse en cargas para el conjunto de la sociedad.
En ambos casos son conscientes de lo que ocurre, pero se sienten incapaces de solventarlo. Es una mezcla entre ignorancia e impotencia.
Afortunadamente, aún quedan personas que creen (creemos) que la sociedad sólida da tranquilidad al ser humano y que la sociedad líquida puede ser beneficiosa con unas ideas que supongan un cambio para hacer un mundo mejor y no llevarlo al estado gaseoso (e irrecuperable).
Cambios en la cultura
Cada día vemos con asombro la aparición de una nueva tecnología que aporta soluciones a nuestros problemas y también modifica nuestras costumbres.
Del mismo modo, la cultura también experimenta cambios. La globalización nos permite el intercambio de ideas y de prácticas a través de recursos como Google, Facebook, Instagram y Twitter. De esta manera, muchas personas empiezan a tener códigos en común. Las tecnologías han producido un cambio en la cultura.
El mundo aparece, actualmente, como un espacio donde las opciones de vida son múltiples y diversas teniendo en cuenta desde la alta tecnología o las artesanías autóctonas hasta la música compartida a través de internet.
El cambio cultural viene marcado por productos surgidos de la creatividad humana.
Hay que tener en cuenta, o al menos mencionar, los elementos más importantes que han propiciado este cambio:
- Tecnología: No solo prepara a las nuevas generaciones para el mundo moderno, también potencia la integración de las personas en un trabajo colaborativo. Sería la cultura de la racionalidad.
- Humanidades: Afortunadamente existen estudios que señalan que los seres humanos, a pesar de calcular racionalmente las consecuencias de nuestras acciones, somos animales puestos en marcha por nuestras emociones.
Por tanto, donde la tecnología personifica la racionalidad, las humanidades nos permiten desarrollar un aspecto natural y emocional.
Inteligencia Artificial (IA)
Y llegadas a este punto no podemos dejar de hablar, al menos brevemente, de algo tan importante en el avance de la cultura como es la inteligencia artificial (IA), que puede generar beneficios tanto culturales como económicos.
Por definición, es “la simulación de procesos de inteligencia humana por parte de máquinas, especialmente sistemas informáticos”.
Evidentemente, para tener éxito en la era de la IA es esencial una cultura ágil y experimental.
Las organizaciones no pueden seguir apostando todos sus recursos a la reinvención de arriba hacia abajo a gran escala, sino que, al contrario, se debe invertir en cambios rápidos y repetitivos mediante proyectos experimentales que aborden problemas concretos.
Claro está que las máquinas superan a las personas en las tareas lógicas y metódicas, y automatizan muchos procesos básicos; sin embargo, las habilidades humanas, como la inteligencia emocional, la influencia y la creatividad, serán más importantes que antes. En cualquier proyecto de IA es fundamental mantener el equilibrio entre las máquinas y las personas.
Para llevar a cabo dichos proyectos con éxito hay que fomentar la cultura de la creatividad y la curiosidad en las personas para poder sacar partido a las capacidades predictivas de la IA.
La IA se encuentra actualmente dotada de una triple facultad:
- Poder interpretar situaciones de todo tipo.
- Poder sugerir.
- Autonomía decisional.
Frases como: “La inteligencia artificial va a proceder progresivamente a guiar la decisión humana”, debe hacernos pensar en que hay que controlar esta transformación que estamos viviendo. Debe ser regulada y cumplir unas normas para ser un beneficio, no una amenaza. Bajo las siguientes siglas podemos entender a qué nos referimos:
F A T E
Fairness / Justicia:
- La tecnología tiene que ser justa y no discriminar, además de ser garantía de igualdad.
Accountability / Responsabilidad:
- La atribución de la responsabilidad a la hora del uso de estos sistemas.
Transparency / Transparencia:
- Debe ser legible y que se explique en términos no técnicos. Comprensible para TODAS las personas. Es decir, se debe entender cómo funcionan los sistemas que se están creando, qué tipos de datos se están utilizando, cómo se usan.
Ethics / Ética
- Asegurarse de que el uso y la aplicación de estos sistemas y su desarrollo están de acuerdo con el conjunto de valores éticos y principios que, como sociedad, respetamos y aceptamos.
Tendencia cultural
Estamos ante un cambio tecnocultural que modifica las nociones de arte, ciencia, técnica, hombre, espacio, tiempo, materia, cuerpo, realidad y abre la perspectiva a significados profundamente renovados. Nuevas imágenes-píxel, nuevos imaginarios pantallizados que generan una visualidad cultural distinta a la tradicional y que modifican lo axiológico, lo epistemológico y lo estético.
La cibercultura debe estar siempre acompañada de la ciberética.
No podemos obviar que el 80 % de la población del planeta no tiene acceso a instalaciones básicas de telecomunicaciones. Y solo el 2,4 % tiene acceso a Internet.
La transformación cultural es ya un hecho, pero debemos tener muy en cuenta estas claves:
- Que sea digital.
- Que sea diversa.
- Que sea inclusiva.
Estas tres pautas harán que sea lo más accesible posible.
Conclusiones
Somos conscientes de nuevos encuentros entre las culturas: el pluralismo, la diversidad y la creatividad culturales ante el auge del mundo de las redes, de la tecnología y de la mundialización.
Las nuevas tecnologías tendrán repercusiones considerables en los libros, la palabra escrita, la información y el pluralismo lingüístico.
Nos enfrentamos a dudas y a preguntas como:
- ¿Estos encuentros que se promueven serán positivos y creativos u hostiles y destructivos?
- ¿Favorecerán la hegemonía de una o más culturas o incluso la homogeneización cultural que algunos temen?
- ¿Exacerbarán las diferencias culturales y provocarán la aparición de nuevas fragmentaciones culturales?
- ¿Cómo establecer un vínculo entre el espacio, cada vez más abierto, de la economía y el mundo, a menudo excesivamente cerrado y fragmentado, de las culturas?
- ¿No estará la tecnologización de la cultura presagiando la desaparición de los modos tradicionales de producción y de transmisión de la cultura?
- ¿Anunciará la aparición de una “sociedad programada”?
- ¿Cómo garantizar el acceso de todos a la cultura y a todas las culturas, cuando, actualmente, más de las dos terceras partes de las redes son privadas?
- ¿Cuál será el impacto de las nuevas tecnologías en los libros y la lectura?
- ¿Cómo evolucionará la noción de patrimonio que ha predominado de forma considerable en los últimos decenios?
Lo que está claro es que el mundo cambia cada vez más deprisa, y esos cambios son muy profundos y se producen a una velocidad vertiginosa, de manera que vamos a prepararnos para ver cosas que ahora no podemos casi imaginar…