El objetivo de la línea editorial de Educación pretende convertir a las Universidades Populares en un referente para la educación al extender su ámbito de acción e influencia a la educación formal y no formal y al abrir su abanico a la colaboración con las universidades, las instituciones educativas y los gobiernos. Se trata también de refundar y reinventar los espacios tradicionales de aprendizaje con la incorporación de nuevas metodologías y formas de aprendizaje para convertir a las Universidades Populares en un instrumento útil para la empleabilidad, el desarrollo del talento y el emprendimiento. Y aquí tenemos una asignatura pendiente: ¡La del espacio físico y digital!
A menudo, hablamos de los nuevos cambios que estamos viviendo en temas de educación. De nuevas metodologías, formas de trabajar y de enseñar, de adaptarnos a las exigencias de la sociedad actual y pensar en el futuro, desde las inteligencias múltiples, el aprendizaje y trabajo cooperativo hasta el PBL o el aprendizaje basado en proyectos. ¿Pero en qué afectan estos cambios al espacio físico?
El espacio en el que aprendemos y conectamos va mucho más allá de la pura actividad docente, y el momento actual, teniendo en cuenta la misión expresada anteriormente con el desarrollo de nuevas habilidades blandas, pide que sea repensado, reestructurado y organizado adecuadamente para adaptarnos a las nuevas exigencias metodológicas y tecnológicas.
Ha llegado la hora de dejar atrás los espacios rígidos de aprendizaje tradicional, las aulas magnas o los pupitres marrones con pequeñas sillas verdes.
Las personas aprendices han dejado de ser sujetos pasivos que reciben información y han pasado a ser actores de su propio proceso educativo al construirlo con la ayuda de su guía y en colaboración con el resto de las personas intervinientes en el espacio educativo, algo que debe verse reflejado en la disposición y equipamiento del aula.
Y es que a menudo olvidamos la importancia que tiene y el papel que desempeña el espacio para el alumnado. Un espacio en el que se relaciona con el resto y en el que va desarrollando su talento y construyéndose como ciudadanos y ciudadanas libres.
Nuestros espacios de trabajo tienen que estar preparados para fomentar la creatividad, trabajar en equipos, mejorar la comunicación y favorecer la concentración. Deben ser estimulantes y relajantes al mismo tiempo. La luz, la distribución del ambiente, las vistas…, todo repercute en nuestro ánimo, nuestra concentración y, claro está, en nuestros resultados.
Cristina Laorden Gutiérrez y Concepción Pérez López proponen en su informe “El espacio como elemento facilitador del aprendizaje” que las características arquitectónicas estén al servicio del proyecto educativo, así como de sus modelos didácticos, ya que en la actualidad suele suceder, precisamente, a la inversa.
Las Universidades Populares, como entidades para el aprendizaje permanente en el ámbito de la educación no formal y en la educación de adultos, tienen la ventaja de sus valores y su forma de enseñanza-aprendizaje o aprender haciendo.
Dentro de este modelo y del compromiso de sus equipos, el espacio se configura para que pueda adaptarse y modificarse ante cualquier acción que se necesite, literalmente, quitando o poniendo sillas y mesas, telas o cuadros, ordenadores o routers. El #Nosepuede no está en el lenguaje de las UU. PP.
Y pensando en este escenario de transformación futura, ¿por qué no buscar un escenario en el que el espacio pueda ser un elemento más de la actividad docente y, por tanto, estructurarlo y organizarlo adecuadamente?
De hecho, cada vez son más las propuestas que apuestan por reformar los espacios educativos, en este caso, en el ámbito de la educación formal. Una de las más conocidas es Future ClassroomLab, creada por EuropeanSchoolnet (red de 34 ministerios de Educación europeos con sede en Bruselas). En 2017 lanzaron esta guía para ayudar a direcciones y profesorado a repensar las distribuciones actuales y cómo pequeños cambios en las aulas y en otros espacios escolares pueden tener un importante impacto en la enseñanza.
No hay duda de que el aula constituye un instrumento muy valioso para el aprendizaje, y algunas de las cuestiones que hay que tener en cuenta son las siguientes:
- Un lugar acogedor y agradable.
El aula es, ante todo, un lugar de encuentro y de relación social. Es, por tanto, un lugar en el que las personas que han decidido invertir su tiempo en aprender necesitan estar a gusto. Un espacio amplio con zonas para aprender, pero también para descansar, comer algo o, simplemente, coger un libro y leer. El espacio debe ser, sobre todo, polivalente, flexible y cómodo.
- Funcional.
El profesorado debe poder desarrollar su actividad y sus programas con el material necesario y en un entorno y con un mobiliario adecuado. La tradicional pizarra es útil, ¿pero y si todas las paredes se convirtieran en pizarras…? Se necesitan grandes espacios para imaginar, espacios para “crear sin miedo”, para realizar talleres, pintar y expresarse de mil formas diferentes.
- Versátil.
Las aulas deben poder adaptarse al uso que se requiera en cada momento. Espacios grandes y abiertos para trabajar en grupo, o espacios más pequeños y reservados para concentrarse o trabajar por parejas. Esto se consigue, por ejemplo, con paredes móviles, cubículos separados o células de vidrio. Las gradas son otro elemento bastante recurrente. Las hay móviles o fijas, y no solo sirven para crear un ágora donde exponer o hablar en público, también sirven para distribuir un espacio, para almacenar cosas o para sentarse arbitrariamente y así romper con la idea tradicional de un pupitre por cada persona.
- Con personalidad propia.
Debe hacerse y decorarse al gusto de sus participantes. Cuando decoramos nuestra casa ponemos fotografías familiares, trofeos deportivos, conchas que recogimos el verano en la playa… Todo eso nos hace sentir bien, nos trae buenos recuerdos. Las personas participantes deben hacer del espacio “su espacio”.
- Estimulante y dinámico.
No hay razón para que el aula sea un espacio fijo, todo lo contrario, debería ser lo más dinámico posible. A lo largo de un año, en la Universidad Popular se aprenden y ocurren muchísimas cosas, y todo eso debería estar reflejado en el entorno. Sacarle el máximo partido a todo el espacio es fundamental: “Del techo cuelgan las figuras del taller de la semana pasada, allí en la puerta están las rúbricas para la dinámica de esta semana y ahí, en la pared de la derecha, están las exposiciones que hicimos ayer”. En este punto el mobiliario es otro aspecto fundamental, pues, si está bien elegido, ayuda a organizar y a dar dinamismo al aula.
- Conectado.
Debemos estar en conexión constante con el mundo que nos rodea, con el más cercano, (formado por las otras aulas y el profesorado del centro) y con la comunidad, compartiendo proyectos con entidades locales y convirtiendo la escuela en un punto de encuentro. También resulta muy enriquecedor comunicar la información y los trabajos a otras Universidades Populares, incluso a las de otros países… Para ello hace falta una buena infraestructura de comunicación tecnológica y plataformas de gestión y colaboración digitales.
- Mobiliario adaptado.
El mobiliario debe ser elegido adecuadamente para la edad y las actividades propias de cada actividad. No solo por cuestiones de salud (posición de la espalda, comodidad del asiento…), sino para que sea versátil y nos permita adaptarnos a cada actividad de forma que podamos unirnos o separarnos según se necesite. El uso de gradas, mesas de luz, de agua, de arena, enchufes integrados en las mesas, mesas de pie para trabajar en diseño digital, etc. nos ofrece más posibilidades para dinamizar con nuevas actividades, ya sean talleres, teatro, exposiciones, robótica…
- En contacto con la naturaleza.
El entorno natural nos hace sentir bien, y tener la posibilidad de pasear por la naturaleza permite aprender muchas cosas y ayuda a relajarse y a desconectar. En el diseño de las nuevas UU. PP. estar cerca de zonas naturales cobra una nueva dimensión después de la pandemia de la covid-19. Si esto no es posible, porque estamos en el centro de la ciudad, podemos colocar algunas plantas en el entorno, montar alguna pared con un jardín vertical, y, cómo no, fiel a la metodología de las UU. PP., que esté todo preparado y hecho con y para la ciudadanía. En cualquier caso, y en la medida de lo posible, no podemos dejar pasar la oportunidad de acercarnos a otros lugares, hacer visitas y descubrir el mundo más allá del entorno diario.
- Bien iluminado y con buena acústica.
La iluminación y los materiales, así como las texturas y los colores, desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de las actividades. Hay que maximizar la entrada de luz solar y poner especial cuidado en que la luz artificial nos ayude a ver bien, a concentrarnos y a estar alegres, y, en cualquier caso, evitar la falta de claridad o los reflejos molestos. Por otro lado, se deben utilizar materiales absorbentes con la finalidad de mejorar la acústica y colores para definir diferentes espacios. También es fundamental elegir correctamente los materiales y la buena orientación del aula.
- Tecnológico.
Las pizarras digitales, los proyectores y las plataformas educativas son ya habituales en nuestras aulas. Las instituciones académicas y muchas de las grandes compañías privadas (Microsoft, Apple, Google…) impulsan la carrera tecnológica dentro del aula. Nos ofrecen soluciones basadas en la nube, las cuales permiten compartir y recibir contenidos de una forma más ágil, rápida y cómoda, así como la posibilidad de ampliar nuestro espacio educativo más allá del aula física. Además, cada vez más centros incluyen formaciones (como programación, robótica o impresión 3D) en su programa educativo. Y, poco a poco, también vamos viendo innovaciones bastante disruptivas, como las gafas de realidad virtual o la inclusión de videojuegos.
Evidentemente, todo ello requiere una inversión económica importante que no todas las UU. PP. pueden afrontar de golpe, pero que se puede hacer progresivamente a través de ayudas y subvenciones. Por su parte, el profesorado debe permanecer activo y en constante búsqueda implementando en el ejercicio de la docencia las novedades que puedan ser de utilidad para su alumnado. Se requiere, por tanto, un esfuerzo no solo económico, sino personal, ya que el nuevo paradigma educativo nos reta y nos alienta a estar en constante evolución. ¿Acaso hay otra forma de entender la educación?
Para finalizar, sería interesante destacar que, en las últimas décadas, diversas investigaciones en neurociencia han demostrado el éxito de determinadas estrategias relacionadas con la generación de emociones en el aula a fin de mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Uno de los expertos de nuestro país que más ha investigado estos procesos y, concretamente, el papel que juegan las emociones en el aprendizaje, es Rafael Bisquerra Alzina, presidente de la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar (RIEEB) y director del Posgrado en Educación Emocional y Bienestar y del Posgrado en Inteligencia Emocional en las Organizaciones de la Universitat de Barcelona.
Este autor insiste en la importancia de las emociones en el aprendizaje y pone de manifiesto que construir climas emocionales positivos permitirá alcanzar una mayor motivación y aprender mejor.
De acuerdo con Bisquerra, «aprendemos aquello que realmente queremos aprender. Las personas quieren aprender aquello que es importante para ellas, para su vida y para su supervivencia. Y como todo no cabe en el cerebro, aquello que consideramos no importante, no nos interesa y lo olvidamos».
Hay emociones, como la curiosidad, que ayudan a aprender, pero otras, como el miedo, limitan el aprendizaje. En el primer caso, las emociones positivas nos motivarán a seguir aprendiendo. En el segundo, las emociones negativas harán que queramos dejar de hacerlo.
De lo que se desprende que para crear un centro libre de barreras, de limitaciones físicas (sensoriales y emocionales), debemos generar un ecosistema educativo apropiado en el que se produzca una buena gestión del espacio en su sentido más amplio.
Y es que el espacio educativo debe transgredir lo físico, incluso lo virtual, para ser parte de cada una de las personas intervinientes en él a través de la generación de estados emocionales que propicien el aprendizaje y abran nuestro cerebro a la adquisición de nuevas competencias y conocimientos.
Ser parte activa del espacio, sentir el espacio, sentirse parte de él, crear comunidad en el espacio… ¿Hay algo más genuino de las Universidades Populares?