@import url('https://fonts.googleapis.com/css2?family=Lato:ital,wght@0,100;0,300;0,400;0,700;0,900;1,100;1,300;1,400;1,700;1,900&display=swap');
El valor de la cultura como elemento transformador de la ciudadanía
Carmen Hernán Trenado

Carmen Hernán Trenado

Directora de la UP de Talarrubias. Comisión ejecutiva FEUP.

Cuando me preguntan qué son las Universidades Populares, me gusta contestar que son escuelas de ciudadanía.

Nunca he concebido una Universidad Popular como una academia de formación ni como un centro donde se imparten cursos y talleres, cuantos más mejor.

La entiendo como un espacio de encuentro, de aprendizaje, de disfrute, de creación, de reflexión y de participación. Un centro abierto a sugerencias, a colaboraciones, al voluntariado, a nuevas iniciativas, a los centros educativos locales, a las asociaciones, al empresariado, a los inmigrantes, a los jóvenes, a las mujeres, a las personas mayores, a las personas desempleadas, en fin, a todas las personas.

No existe ningún otro centro ni modelo donde acudan de igual manera, tanto niños y niñas como abuelos y abuelas, titulados universitarios junto a personas con apenas formación académica, empleados y desempleados, jóvenes y adultos… La UP es una referencia para todos y todas, cada persona encuentra en este lugar una oferta adecuada a sus necesidades e intereses y cada una de ellas se siente importante y escuchada.

Como reza en un enorme cartel de la entrada de mi Universidad Popular escrito en varios idiomas, “La universidad popular es un espacio de todos y todas. compártelo con nosotros”.

Cultura y ciudadanía

La cultura siempre ha sido incómoda, siempre ha molestado a los poderes totalitarios, enemigos de la democracia, porque saben que la cultura hace libre a las personas y a los pueblos, despierta el espíritu crítico y es la mejor vacuna contra radicalismos y extremismos.

La democracia y los valores democráticos son fuertes y hermosos, pero, a la vez, enormemente frágiles, ya que admiten y dan voz incluso a aquellos que quieren destruirlos, escudándose en prejuicios, estereotipos y falacias. Las fake news se han convertido en uno de los grandes problemas de nuestro tiempo: la sobreinformación indiscriminada conduce a la desinformación. Las redes permiten verter en ellas cualquier contenido sin contrastar, sin filtros, por lo que resulta sorprendentemente fácil atacar los cimientos mismos de nuestra convivencia.

Hoy más que nunca, o como siempre, necesitamos de la cultura, de ese “Pepito grillo” que nos sacuda, nos despierte del letargo o nos avise del peligro de no luchar y pelear día a día por mantener aquellos valores que han permitido vivir en una sociedad que busca la justicia social, la igualdad de derechos y la libertad personal. Una cultura poderosa, activa y reivindicativa que necesita de la participación ciudadana, de la implicación de todos y todas.

La cultura es un elemento vertebrador de la identidad cívica, por ello el objetivo prioritario de las UU. PP. debe ser garantizar el derecho de acceso a la cultura para toda la ciudadanía y contribuir a favorecer la cohesión social.

Las Universidades Populares tienen la tarea de favorecer el pleno ejercicio de los derechos culturales de toda la ciudadanía, en todo el territorio, haciendo que el hecho cultural sea accesible para todas las personas, independientemente de su condición social, económica o geográfica. Pero aún vamos más allá ya que, además de garantizar el disfrute de la cultura, de las diferentes manifestaciones culturales, nos implicamos también en desarrollar el espíritu y las inquietudes artísticas y creativas de las personas de nuestro entorno, apoyándolas y formándolas en diversas técnicas y disciplinas artísticas y creativas. Queremos ayudar a las personas a descubrir cuáles son sus talentos.

La dimensión de las Universidades Populares en la cultura local, por razones de proximidad y cercanía con los ciudadanos, adquiere un papel clave y resulta determinante en la conformación de las nuevas políticas y tendencias culturales que se vislumbran.

Los nuevos modelos de gestión cultural nos muestran líneas de acción donde los procesos de participación ocupan un lugar cada vez más preponderante.

Los gestores culturales públicos deberemos perder poder para generar consenso. Como dice el proverbio: “Solos iremos más rápidos, pero juntos llegaremos más lejos”.

Cultura y participación ciudadana

Mucha gente pequeña, en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo

Frase atribuida a Eduardo Galeano

La Agenda 21 de la Cultura, aprobada en Barcelona en el 2004, dentro del apartado de compromisos en su punto 19 señala: «Implementar los instrumentos apropiados, para garantizar la participación democrática de los ciudadanos en la formulación, el ejercicio y la evaluación de las políticas públicas de cultura». Asimismo, a los 10 años de la aprobación de dicha Agenda, es decir, en 2014, tuvo lugar su actualización en Bilbao con el documento “Cultura 21: Acciones. Compromisos sobre el papel de la cultura en las ciudades sostenibles” (3), en el que, dentro del apartado de «Valores», subapartado «Factores culturales del desarrollo sostenible», puntos 12, 13, 14, 16 y 18, se incide en el tema de la participación.

La cultura de la participación está basada en una comunicación horizontal en la que todos los individuos tienen el mismo poder y la posibilidad de intercambiar ideas, sugerencias, comentarios y experiencias, además de trabajar de manera colaborativa.

La participación es un derecho ciudadano cuya realización supone apostar y trabajar por un nuevo modelo de Estado que también a nivel cultural quiere ciudadanos activos, no solo consumidores pasivos.

Las TIC han favorecido de manera exponencial que las personas se hayan convertido en “prosumidores” de cultura, esto es, en consumidores y en productores y creadores de cultura a la vez. Se origina un interesantísimo proceso de interacción entre los artistas y los consumidores y/ o espectadores. Se entiende por “prosumidor” como aquel actor que es consumidor digital, capaz de reapropiar, reproducir y recircular de una manera alternativa eso que consume, creando para sí mismo un nuevo producto con el deseo de compartirlo con otros dentro de las lógicas de las culturas digitales. “Acceso universal a las manifestaciones culturales” y “cultura a la carta” son dos conceptos que están ya en nuestro ideario cotidiano.

Sin embargo, la participación ciudadana en la cultura y en los procesos culturales va más allá en las Universidades Populares: pretendemos ceder el protagonismo tanto en la programación y gestión de los eventos como en los espacios, a las personas, a los grupos de representación, a las entidades sociales que aglutinan a las personas por sus distintos intereses o necesidades. Queremos hacerles protagonistas, pero también corresponsables de sus decisiones y de sus acciones, de modo que, a su vez, influyan en la definición de las políticas culturales públicas, fundamentalmente a nivel local.

En las UU. PP. tienen un papel primordial todas las expresiones culturales y artísticas populares, las que emanan de la tradición más arraigada, las que nos identifican como grupo y nos hablan de nuestras raíces y de nuestra idiosincrasia.

Todas estas manifestaciones culturales no se conciben sin la participación de la ciudadanía, son su base fundamental y generan un sentimiento de identidad difícilmente entendible fuera de ese entorno.

Es prácticamente imposible fomentar determinadas actividades, como una fiesta o una manifestación cultural, en un lugar donde las personas no se identifiquen o sientan como propio ese acto.

Fomentar la participación desde las instituciones tiene sus ventajas, pero también sus riesgos para los poderes públicos, ya que, si bien la participación activa ayuda a mejorar la transparencia en la gestión y consigue la implicación y la corresponsabilidad en los procesos y los resultados obtenidos, también supone un reto para los gobiernos, los cuales deben dar una respuesta apropiada a las iniciativas y los requerimientos de los ciudadanos, ya que, si estos se ven defraudados o ninguneados en sus reivindicaciones y propuestas, difícilmente volverán a participar o a confiar en ellos.

Muchas veces la participación que se propone desde las entidades públicas suele ser incompleta o falaz, porque no se tiene en cuenta a las personas desde el primer momento ni en los diferentes aspectos del proceso de gestación del hecho cultural. Más bien es dirigista o interesada, de modo que no responde a los verdaderos intereses o necesidades de los individuos para los que se está diseñando.

Cultura y diversidad

Las diferencias culturales no deben separarnos los unos de los otros, sino que la diversidad cultural aporta una fuerza colectiva que puede beneficiar a toda la humanidad.

El diálogo intercultural es la mejor garantía de un mundo más pacífico, justo y sostenible.

Robert Alan

¿Cómo puede la cultura ayudar a ese diálogo; cómo puede ayudar a prevenir los extremismos; cómo puede servir de nexo de entendimiento y conciliación de diferentes modos de entender el mundo o de vivir?

El arte y sus manifestaciones son como un sutil velo que lo va envolviendo todo. Una lluvia fina que nos va empapando, nos va transformando. Y, a veces, de manera casi imperceptible nos hace reflexionar, nos muestra otros puntos de vista, otras formas de vivir y entender el mundo y a las personas, tan diferentes en las formas, pero tan iguales en el fondo.

Solo la educación y la cultura nos pueden salvar de los radicalismos; solo el conocimiento nos hace entender que las diferencias no son malas per se, que los otros son solo seres humanos semejantes que buscan su lugar en el mundo y poder vivir y expresarse en libertad.

Nunca es una amenaza la diferencia, sino que son el miedo a perder nuestros privilegios, las frustraciones de nuestra vida cotidiana, el desconocimiento de otras realidades y los prejuicios y las mentiras los que generan el odio y la animadversión. Son el origen de todos los conflictos.

Educar en la diversidad, promover la interculturalidad, abrir la mente a todas las identidades de género, primar el respeto sobre todas las cosas y luchar contra la exclusión son tareas que no puede obviar la cultura.

Desde las UU. PP., con la cultura como herramienta, se abordan estos aspectos que afectan a la ciudadanía y a la convivencia.

Interculturalidad

La interculturalidad no es solo colocar las diferentes manifestaciones culturales y formas de vida y pensamiento unas al lado de las otras, pero de espaldas entre sí. La interculturalidad es buscar relaciones activas, interacciones, conocimiento mutuo y generar espacios de convivencia que permitan aceptar las diferencias desde el respeto.

Las UU. PP. son espacios con unas condiciones óptimas para esta labor. Aprovechando que en ellas convergen todos los grupos sociales, educativos y culturales, desarrollan proyectos sociales y culturales encaminados a conseguir mejorar la convivencia y superar las reticencias, los prejuicios, los falsos mitos y los estereotipos.

Perspectiva de género

En las Universidades Populares el trabajo con mujeres tiene, sin duda, un lugar preferente y no se puede obviar que estas representan el mayor porcentaje de participantes en todas las actividades que en ellas se desarrollan.

La lucha por la igualdad de género es prioritaria y absolutamente necesaria para nosotras. La cultura se convierte en una herramienta muy eficaz para sensibilizar a la ciudadanía acerca de los problemas y discriminaciones que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo.

El teatro, la música, las artes plásticas, los talleres y las actividades reivindicativas son algunos de los elementos que nos ayudan a avanzar en esta tarea.

La cultura ante los nuevos retos de la ciudadanía y la sociedad

Es mejor saber después de haber pensado y discutido que aceptar los saberes que nadie discute para no tener que pensar.

Fernando ´Savater

El mundo ha cambiado de forma radical en las últimas décadas. El modelo de desarrollo y crecimiento propiciado por la Revolución Industrial se muestra ahora insuficiente, desfasado y nefasto para el futuro de las próximas generaciones.

La sociedad afronta grandes retos, problemas muy graves que hacen incluso peligrar nuestro futuro en el planeta: cambio climático, conflictos armados, desigualdades cada vez más infranqueables entre unas zonas y otras del mundo, crisis energética, crisis alimentaria, despoblamiento en unos territorios y hacinamiento en grandes urbes y, por si todo ello fuera poco, ahora también una demoledora pandemia sanitaria.

Un panorama nada halagüeño que nos obliga a adoptar medidas urgentes y radicales cambios en nuestra forma de comportarnos, de vivir y de entender y asumir que esto es tarea de todos y todas, no solo de los gobiernos.

Una vez más, la cultura es un arma muy eficaz para sensibilizar, educar y despertar conciencia sobre problemas tan acuciantes y graves.

Es tarea de las UU. PP. enseñar a la gente a pensar, y la cultura debe ser un gran instrumento en esta labor a través de la literatura, la pintura, la danza, el teatro, la música, la artesanía, la fotografía, el cine, la arquitectura y el diseño. Todos deben buscar nuevas formas de expresión, unir fuerzas, crear espacios de creación e innovación, generar sinergias entre disciplinas, hallar todo el talento necesario para propiciar este profundo cambio que necesita el planeta.

La cultura de usar y tirar, del consumismo exacerbado y del derroche deben dar paso a una cultura del reciclaje, del consumo responsable, de la ecología, del amor por lo natural, por lo bien hecho.

Se trata de redescubrir los valores y prácticas culturales tradicionales que nos reconcilian con la naturaleza, una forma de relacionarnos con ella de manera más responsable, sostenible y eficiente.

Hacer de las ciudades y pueblos espacios amables con las personas, lugares donde valga la pena vivir.

En esta línea filosófica y pragmática se desarrolla en Europa la Nueva Bauhaus como una iniciativa creativa e interdisciplinaria que abre un espacio de encuentro para diseñar futuras maneras de vivir y se sitúa en la encrucijada entre el arte, la cultura, la inclusión social, la ciencia y la tecnología.

La Nueva Bauhaus busca ideas y soluciones que sean: 

  • Enriquecedoras: que den soluciones a problemas reales, pero inspirándose en el arte y la cultura.
  • Sostenibles: respetuosas con el medioambiente.
  • Que fomenten la inclusividad y el diálogo social.

La cultura y el arte se convierten, durante este proceso, en el alma de la transformación que necesita nuestro mundo. Una cultura colaborativa, inclusiva y comprometida que llama al esfuerzo colectivo con el fin de imaginar un futuro sostenible y hermoso para todos y todas.

ODS relacionados con la cultura y la ciudadanía

En 2015 la ONU aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, una oportunidad para que los países y sus sociedades emprendan un nuevo camino con el que mejorar la vida de todos, sin dejar a nadie atrás. La Agenda cuenta con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que incluyen desde la eliminación de la pobreza hasta el combate contra el cambio climático, la educación, la igualdad de la mujer, la defensa del medioambiente o el diseño de nuestras ciudades.

A través de estos 17 ODS con sus 169 metas y 231 indicadores, los Estados miembros de las Naciones Unidas han expresado firmemente que esta agenda es universal y profundamente transformadora. Con esta Agenda se dejan atrás viejos paradigmas donde unos países donan mientras otros reciben ayuda condicionada. Busca también expresar el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas, y construir una verdadera alianza para el desarrollo donde todos los países participen.

¿Cuál es el papel de la cultura en el desarrollo y consecución de los ODS?

La cultura no aparece de forma explícita en la Agenda 2030 para el Desarrollo, pero muchos expertos consideran que esta es el cuarto pilar del desarrollo sostenible, junto con el crecimiento económico, la inclusión social y el equilibrio medioambiental.

Lo que es indudable es la importancia y la necesidad que tienen muchos de los ODS de la participación de la cultura para su consecución. La mayoría de los retos medioambientales y socioeconómicos a los que se enfrenta el mundo actual tienen prácticas y valores culturales en su raíz.

Veamos algunos de ellos:

1. Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.

3. Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades.

4. Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida de todos.

5. Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas.

8. Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos.

10. Reducir la desigualdad en y entre los países.

11. Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

12. Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles.

13. Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.

16. Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas.

17. Revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible.

Si los analizamos, en todos y cada uno de estos ODS se puede vislumbrar cómo la cultura, las actividades culturales y artísticas constituyen un motor para el desarrollo, una herramienta para la inclusión, un factor clave para el entendimiento, un poderoso altavoz para la reivindicación, un pilar para el crecimiento económico, un refugio para el espíritu y un arma de concienciación y sensibilización indiscutible.

Despoblamiento y cultura y ciudadanía

Nuestro país sufre una importante crisis demográfica y poblacional. Los movimientos de emigración campo-ciudad que, por motivos fundamentalmente económicos, se han venido produciendo desde la segunda mitad del siglo XX, unidos a las bajas tasas de natalidad, han desembocado en una situación muy delicada para la supervivencia de multitud de núcleos rurales.

En el extremo opuesto, las ciudades no han tenido la capacidad ni la visión de saber acoger de forma adecuada esa avalancha humana y se han convertido en lugares donde se hace muy difícil para millones de personas llevar una vida placentera y feliz.

En los últimos tiempos muchas personas, en busca de una mejor calidad de vida, han vuelto su mirada hacia el mundo rural, intentando retomar allí una nueva forma de vivir, de estar en el mundo y de relacionarse con la naturaleza y con los demás seres humanos. Pero para ello es necesario que en este ámbito se ofrezcan oportunidades de desarrollo económico y social, hace falta ensalzar y rentabilizar los recursos y el patrimonio que atesoran estos lugares, convirtiéndolos en motor de desarrollo sostenible.

¿Podría la cultura ayudar en este proceso de revitalización de los pueblos? El mayor patrimonio etnográfico, histórico y arquitectónico que poseemos está en el medio rural. A ello se suman los atractivos naturales y medioambientales que allí encontramos.

Desde la perspectiva de lo cultural, todo esto es más que suficiente para conseguir revertir los procesos de abandono y despoblamiento, aunque para ello hace falta un cambio en la manera de acercarnos y entender esta riqueza latente.

«Se abren paso, en cambio, nuevas aproximaciones y prácticas. Algunas resitúan y redefinen simbólicamente lo rural; lo actualizan, hibridan y resignifican. Otras, enfocadas al desarrollo principalmente económico, promueven procesos de innovación y creatividad vinculados al territorio, a elementos o sustratos culturales específicos. Finalmente, hallamos prácticas y modelos que inciden en la creación y articulación de tejidos y estructuras comunitarias. Nuevas subjetividades ―individuales y colectivas― que favorecen procesos de identidad, autoestima, resiliencia y cohesión social. Procesos que sirven para hilvanar la vida social. Que arraigan a medio y largo plazo, de forma lenta, impalpable en ocasiones, pero cuyos efectos transformadores, en la medida en que son capaces de construir ―o reconstruir― la vida colectiva, pueden ser de gran magnitud». (Presentación I Foro de Cultura y Medio Rural. Ministerio Cultura).

Lo rural se presenta hoy como una oportunidad para desarrollar procesos culturales innovadores y creativos que contribuyan al desarrollo social y económico desde una nueva visión centrada en las personas y en mejorar la vida de estas.

Epílogo

La cultura nos salva, nos da esperanza, nos muestra toda la belleza que puede crear el ser humano, nos emociona y alimenta nuestro espíritu, pero también nos enfrenta a nuestras miserias, nos remueve por dentro, nos incomoda a veces y nos enseña todo lo perverso que el hombre puede llegar a ser. Estas dos facetas ―la de la estética y la de la reivindicación― son imprescindibles para que seamos conscientes de nuestras grandezas y nuestras miserias, para que defendamos por encima de todo la belleza, la alegría (como decía el poeta). Para que estemos atentos y preparados contra los que pretendan arrebatárnosla.