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Fomento de proyectos para fomentar el emprendimiento y la empleabilidad en las zonas rurales
Fernando Pulido Díaz

Fernando Pulido Díaz

Profesor Ingeniería Forestal de la Universidad de Extremadura y coordinador del proyecto Mosaico.

En agosto de 2015 un pavoroso incendio en la Sierra de Gata cacereña arrasó casi 8000 hectáreas de montes y cultivos que obligó, además, a la evacuación de varios pueblos y generó cuantiosos daños materiales. Desafortunadamente, este tipo de tragedias vienen siendo habituales en la Iberia seca durante las últimas décadas. En esa ocasión, la Junta de Extremadura solicitó a nuestro equipo reflexiones y herramientas para empezar a combatir los incendios futuros de una manera distinta, más allá de la intervención de los costosos medios de extinción. Planteamos que el monte arde porque está abandonado, y este abandono permite que la vegetación invada cultivos y pastos y se genere una enorme masa continua de combustible. El citado abandono comenzó con el éxodo rural de los años sesenta del siglo pasado, pero no ha cesado hasta la actualidad en las áreas de montaña, donde actualmente los pueblos se encuentran en franco declive y casi no existe actividad agraria. En la Sierra de Gata esta tendencia ha hecho que existan varias poblaciones amenazadas con desaparecer rodeadas de masas de vegetación capaces de ponerlas en riesgo por entero, situación que es muy frecuente en la España despoblada.

Si los grandes incendios hunden sus raíces en el abandono de los montes y la pérdida de los paisajes agrarios, cualquier aproximación seria para mitigarlos debe pasar por recuperar o atraer pobladores capaces de restablecer mosaicos donde los bosques se mezclen con áreas de pasto y cultivo que impidan la propagación del fuego. En consecuencia, la lucha contra los incendios equivale en buena parte a la lucha contra la pérdida de actividad agraria y la despoblación. Cuantas más áreas sean recuperadas para la gestión agroganadera, en detrimento de las grandes superficies forestales abandonadas, menor será el riesgo de incendio y el declive demográfico. El problema entonces reside en que gran parte de la población agraria existente hasta finales del siglo XX ya no existe y, por tanto, solo podemos transformar parte del territorio si nos concentramos en zonas estratégicas para una mayor eficacia en la prevención. Simultáneamente, planteamos la atracción de nuevos pobladores interesados en recuperar pueblos y actividades agrarias, todo ello en un marco social y económico nuevo que requiere de grandes habilidades para el emprendimiento y la cooperación.

Ejemplo de la capacidad de las explotaciones agrarias para prevenir o mitigar los incendios

El proyecto Mosaico

Para desarrollar acciones concretas de transformación del territorio dedicamos, aproximadamente, un año a acciones informativas y formativas en los veinticuatro municipios afectados (incluyendo cinco en la vecina comarca de Las Hurdes, también considerada de alto riesgo). En ellas se explicaba a la población y a los ayuntamientos la gravedad del problema, y se ofrecía apoyo técnico a cualquier iniciativa compatible con el objetivo primordial del proyecto: la lucha contra los incendios a través de la recuperación de la actividad agraria, ganadera y forestal en su sentido más amplio, que incluye la búsqueda de líneas adecuadas de comercialización de sus productos en un contexto global. Tras esta labor informativa y de contacto permanente con la realidad local y sus principales protagonistas (alcaldes, asociaciones y empresas), estos podían remitir a través del portal web del proyecto (https://www.mosaicoextremadura.es/) sus propuestas de emprendimiento. Hasta la fecha, se han atendido 280 iniciativas (25 % forestales, 26 % agrícolas, 32 % ganaderas y 17 % mixtas) en un territorio de unas 300 000 hectáreas que incluye 34 municipios (incluyendo la comarca de Valencia de Alcántara desde 2019). El estado de ejecución actual depende del tiempo transcurrido desde la propuesta.

Del análisis cuantitativo de los resultados obtenidos tras seis años de trabajo se concluye que:

  1. el porcentaje de ejecución efectiva de las iniciativas aumenta con la profesionalidad de los emprendedores y el apoyo con fondos específicos;
  2. el impacto territorial de las iniciativas es mayor si se promueven por ayuntamientos o asociaciones de propietarios;
  3. la distribución espacial del riesgo de incendio estimado se ve modificada por la plena ejecución de las iniciativas, lo que muestra la eficacia del proceso emprendido, aunque, lógicamente, el impacto es gradual y debe sostenerse a largo plazo.ç
Paisaje en mosaico integrado por cultivos de vid, castaño y cerezo en Las Hurdes

Limitaciones al emprendimiento detectadas

Más allá del efecto conseguido en términos de prevención de incendios, el proyecto ha permitido conocer las virtudes y limitaciones de un amplio conjunto de emprendedores del ámbito rural, en su mayoría jóvenes. La experiencia apunta a una problemática específica de las zonas con alto riesgo de incendio donde un síndrome legislativo perverso dificulta la actividad productiva en la que podría sustentarse la verdadera política de prevención, aquella que reconoce el papel de los actores y la gobernanza locales. En primer lugar, la legislación estatal de Montes restringe el cambio del uso forestal a otros usos (urbanos o agrícolas), lo que impide la recuperación o creación de cultivos con clara función preventiva y dinamizadora de la economía local. En segundo lugar, la legislación regional dicta que los terrenos agrícolas abandonados pasen a considerarse forestales (con prohibición del cultivo) si en ellos crecen ejemplares arbóreos de cierto tamaño. En tercer lugar, a las limitaciones anteriores se suelen añadir las derivadas de la pertenencia de las explotaciones a áreas protegidas, lo que reduce aún más las opciones de cultivo y acaba favoreciendo la continuidad de las masas forestales. Todo ello, unido al bajo número de emprendedores agrarios en las zonas de riesgo y los largos periodos de tramitación administrativa, reduce drásticamente la capacidad de la población local para recuperar el mosaico agroforestal. A continuación, examinaremos estas limitaciones para diferentes líneas de emprendimiento, y prestaremos una especial atención a las necesidades formativas detectadas en la población.

Ganaderos y pastoreo preventivo

La presencia de ganaderos en las áreas de montaña es imprescindible para aspirar a mantener un paisaje diverso con bajo riesgo. El ganado, en nuestro caso, fundamentalmente caprino, reduce la continuidad del combustible y genera productos lácteos y cárnicos de origen extensivo y de altísima calidad. En nuestro territorio contamos con acerca de una veintena de cabreros profesionales, la mayoría menores de cuarenta años y de origen local o llegados de zonas urbanas. Su principal producción es la leche de cabra, que venden a cooperativas lecheras, a queserías e incluso al sector de la heladería. Nuestro proyecto ha conseguido la conversión a la producción en régimen ecológico de varios cabreros, lo que ha aumentado notablemente el precio de sus productos. Complementariamente, los cabreros venden los cabritos en temporadas de alta demanda, aunque generalmente los precios no son satisfactorios. Por ello, estamos desarrollando productos cárnicos elaborados que se venden envasados y con mayor valor añadido.

Los cabreros cuentan con apoyo técnico en todas las fases de su ciclo de explotación y en la tramitación de todo tipo de ayudas. Además, se les suministra un pago por el servicio de limpieza de los montes, que puede ser dinerario o en especie, esto es, en forma de infraestructuras ganaderas, como naves o abrevaderos. Sin duda, la principal limitación a la que se enfrentan es a la incapacidad para vender sus productos transformados, salvo algunas excepciones. Para paliar esta situación sería necesaria una formación y un acompañamiento específico para que desarrollaran un enfoque empresarial más riguroso y adquirieran capacidades para la venta directa de sus productos, bien a través del comercio online, bien localmente a la pequeña restauración.

Producción lechera y de carne (cocinada y envasada) procedente de explotaciones caprinas

Olivicultores

El olivo es el cultivo predominante en nuestras comarcas de montaña, donde ocupa una proporción muy importante del territorio e implica a unos diez mil recolectores de aceituna. Este fruto, en su variedad manzanilla cacereña, es la base de la producción de aceituna de mesa y de aceite de oliva, de bajo rendimiento, pero de altísima calidad, que se elabora en pequeñas almazaras con tecnologías avanzadas. Junto con el pastoreo, el mantenimiento del olivar de montaña es clave para limitar la extensión de los incendios y para sustentar a gran parte de la población local, que usa el olivar como sostén económico o como complemento de sus rentas. Hasta la fecha se trata de un sector amplio, pero muy desorganizado y con escasa capacidad para influir en los precios del producto, lo que da lugar, algunos años, a situaciones dramáticas. Por ello, nuestro proyecto está contribuyendo a la integración del sector y al aumento del valor de sus productos a través de un etiquetado que reconoce su contribución a la prevención de incendios y la despoblación. La competencia de los productos obtenidos en explotaciones intensivas lejos de las zonas originales es ahora el principal riesgo, lo que hace que sean aún más necesarios los esfuerzos para el aumento de la calidad y la diferenciación de la producción en extensivo ligada a los paisajes de montaña.

Aceite de oliva virgen extra y aceite de plantas aromáticas con la etiqueta Mosaico

Fruticultores

En nuestras comarcas existen otras especies de árboles con una interesante relación entre el precio del fruto en fresco y el gasto en mano de obra y en insumos para su obtención. En este grupo se incluyen el castaño, el cerezo, la higuera, el almendro o el pistacho. La que suscita mayor interés es el castaño, debido a sus aceptables precios en fresco y la posibilidad de cultivarlo mediante la recuperación de antiguas plantaciones con un interesante papel de cortafuegos entre las masas boscosas continuas. Numerosos jóvenes agricultores desarrollan esta actividad y venden el fruto a grandes cooperativas o empresas de otras comarcas. Existe un alto potencial para la transformación local del producto en harinas para repostería o en conservas, como la castaña en almíbar o el marrón glacé. Nuevamente, nos encontramos con el elevado individualismo y la falta de cooperación en un sector muy atomizado, así como con la escasa capacidad para la venta del producto transformado. Asimismo, muchos de los agricultores basan su economía en las aportaciones de varios cultivos complementarios, con los que se comportan como meros productores, sin interés en el valor añadido de la transformación.

Recolección de castaña a pequeña escala en Las Hurdes

Resineros

En el sector forestal, el proyecto cuenta con una treintena de resineros dedicados a la explotación de los pinares, donde reducen el riesgo de incendio mediante la limpieza del sotobosque y la vigilancia continua. Esta actividad permite el mantenimiento de numerosas familias en los pueblos que la acogen, con la ventaja, en este caso, de que está cooperativizada y le permite disfrutar de mayores ayudas de la Administración para la construcción de infraestructuras. El mayor reto actual es la creación de una planta de primera transformación a fin de poder comercializar la resina filtrada, de mayor valor económico.

Preparación de pinos para la obtención de resina en Sierra de Gata

Transformadores en conservas vegetales

Aunque su implantación es reciente, el modelo de pequeña cooperativa para el envasado de productos vegetales ―fundamentalmente procedentes de cultivos hortícolas― cuenta con todos los ingredientes (captación de valor añadido, cooperación, comercio digital) para convertirse en un caso de éxito imitable en otros sectores. Protagonizado principalmente por mujeres que trabajan en obradores cooperativos y aprovechan la producción de huertas familiares tradicionales y libres de contaminantes, se trata de un modelo de negocio con arraigo local y venta global gracias al comercio online y el empaquetado ecológico. Este modelo es una muestra clara de cómo actitudes como la cooperación, la visión comercial o el activismo ecosocial son más importantes que el conocimiento técnico formal en cuanto a la construcción de iniciativas viables.

Conservas vegetales de empresa familiar bajo venta online

Urgencias formativas: la visión sobre el terreno

La capacidad de emprendimiento de los participantes en el proyecto no está limitada por los conocimientos técnicos que puedan adquirirse a través de distintos tipos de formación reglada. El avance de la población local en el establecimiento de microempresas viables que permitan el arraigo depende mucho más de las actitudes que de las aptitudes, sin que esto quiera decir que no sean necesarios conocimientos nuevos para actualizar las bases tradicionales en que se asientan la mayoría de las explotaciones. Activismo, cooperación e innovación son los tres pilares en los que pensamos que debe asentarse cualquier estrategia de emprendimiento local. La ausencia de estas tres actitudes puede dar al traste, incluso, con muchos de los programas oficiales que se asientan sobre la adquisición de conocimiento, pero no de capacidades, en los que tradicionalmente se centran las ayudas al emprendimiento.

Ser activista es pretender mejorar el entorno social a través de esfuerzos voluntarios y persistentes que no esperan recompensa material. Se trata de medir la rentabilidad de nuestras acciones como la suma de los ingresos más los impactos positivos sobre el entorno, ya sean ambientales, laborales o culturales. Este es el marco conceptual de la llamada “economía social”, sobre la que existen varios ejemplos en la red de emprendimiento del proyecto Mosaico (comercio de verduras en conserva con ecopackaging y participación preferente de mujeres o discapacitados, o ganadería caprina para la producción ecológica con servicio asociado de prevención de incendios).

Por su parte, la cooperación tiene lugar una vez que se detectan las enormes limitaciones del emprendimiento individual y se descubren las ventajas asociadas al trabajo comunitario de grupos que alcanzan un mínimo tamaño crítico o volúmenes de producción para satisfacer mercados, de otro modo, inaccesibles. Se trata, además, de obtener provecho de la complementariedad entre los perfiles de los integrantes de la comunidad y de estar asegurados frente a situaciones críticas que, individualmente, no pueden afrontarse. Un ejemplo concreto es la agrupación de cabreros productores de leche ecológica, cuya tramitación simplificada se realizó en grupo, y que reducen los gastos de los insumos necesarios.

Finalmente, la capacidad innovadora, en nuestro caso, se materializa en el tránsito de productor a comercializador reteniendo parte de los beneficios que antes eran aprovechados por intermediarios de la cadena productiva. En general, los productores se integran en estructuras locales con el tamaño suficiente como para comercializar online y llegar así a un mayor número de consumidores. Muy interesante en este sentido resulta el uso de la etiqueta “Mosaico” en aquellos productos envasados que proceden de explotaciones que ayudan a la prevención de incendios. Hasta la fecha, se ha concedido dicha etiqueta a productores de leche, cabrito, aceite e higos.