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Identificación de proyectos concretos dirigidos a la adquisición de las competencias clave para el siglo XXI, la empleabilidad y el emprendimiento
Antonio Guillén Parra

Antonio Guillén Parra

Pedagogo, extécnico de empleo y exjefe de Recursos Humanos de empresa asesora. Profesor asociado de la UCAM y director de centro de Educación Infantil, Primaria y Secundaria.

El Proyecto DeSeCo[1]de la OCDE definía el término “competencia” como “la capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada”. Se trata de un conocimiento práctico, una combinación de habilidades, conocimientos, valores y actitudes; un conocimiento adquirido, en su mayor parte, a través de las relaciones sociales que pueden desarrollarse tanto en contextos educativos formales como en contextos no formales e informales. En la misma línea, la Recomendación del Consejo y del Parlamento Europeo[2] define competencia como “una combinación de conocimientos, capacidades y actitudes adecuadas al contexto (…) que todas las personas precisan para su realización y desarrollo personales, así como para la ciudadanía activa, la inclusión social y el empleo”.

En su Recomendación del 20 de mayo de 2018, el Consejo de Europa[3] resalta que, en las sociedades modernas, “las competencias emprendedoras, sociales y cívicas cobran más importancia para poder asegurar la resiliencia y la capacidad para adaptarse al cambio”. No es que es resto de las competencias pierdan importancia; evidentemente, la competencia en comunicación lingüística ―ya sea en la lengua materna o en otros idiomas―, la competencia matemática y en ciencia y tecnología, la competencia digital, la competencia para aprender a aprender, la conciencia y expresiones culturales…, todas ellas son básicas, pero es innegable que las competencias relacionadas con el emprendimiento y la participación en la vida social y cívica tienen enormes repercusiones en la existencia diaria de las personas, de forma especial en su etapa adulta.

En el presente capítulo se pretende mostrar de manera no exhaustiva los proyectos más importantes o destacados cuyos objetivos principales son la adquisición de las competencias clave para el siglo XXI.

Las competencias clave en la educación formal actual

La LOMLOE[4] pone el foco en las competencias aún más que en las leyes educativas anteriores. Sobre las competencias, que conforman el esqueleto y el núcleo de la nueva ley educativa, se resalta que permiten desarrollar al alumnado los valores de la ciudadanía democrática, la vida en común, el deseo de seguir aprendiendo y la capacidad de aprender por sí mismos. Las competencias clave están diseñadas para enseñar a los alumnos a saber hacer y a saber ser, no solamente a saber. Por lo tanto, tienen tres dimensiones: la cognitiva, que es la dimensión más teórica, pues consiste en la compresión y asimilación de información; la instrumental o práctica, ya que se trata de utilizar los conocimientos para la obtención de resultados, y la actitudinal, que consiste en la capacidad de acción o reacción ante ideas o situaciones.

En la LOMLOE se potencia el aprendizaje por competencias frente al memorístico con la finalidad de que el alumnado adquiera habilidades que les sirvan a lo largo de su vida. Un alumno competente es aquel que sabe utilizar todos sus conocimientos y habilidades de forma estratégica para resolver los problemas de su día a día, incluso tras superar su etapa de escolarización.

Dentro de la educación formal, es decir, la regulada y con currículos establecidos normativamente, la enseñanza básica comprende diez años de escolaridad y se desarrolla, de forma regular, entre los seis y los dieciséis años. Durante esta etapa, en la que se cursa la Educación Primaria y la Secundaria Obligatoria, los conocimientos y competencias básicas se encaminan a que el alumnado se desarrolle personalmente “para resolver situaciones y problemas de los distintos ámbitos de la vida, crear nuevas oportunidades de mejora, así como para desarrollar su socialización, lograr la continuidad de su itinerario formativo e insertarse y participar activamente en la sociedad en la que vivirán y en el cuidado del entorno natural y del planeta”[5].

Además de la enseñanza básica, la educación formal tiene una etapa posobligatoria: el Bachillerato y la Formación Profesional (ciclos formativos de grado m y superior). Durante esta etapa se siguen desarrollando las competencias básicas: en el caso del Bachillerato, con mayor incidencia en una o en otra según la modalidad escogida por el alumnado; la Formación Profesional ampliará las competencias de las previas enseñanzas cursadas para la adaptación a un campo profesional concreto y, además, incluirá una fase de formación práctica en los centros de trabajo de la que podrán quedar exentos quienes acrediten una experiencia laboral que se corresponda con los estudios profesionales cursados.

Todas las anteriormente descritas se incluyen dentro de las enseñanzas de régimen general. Existen, además, dentro de la educación reglada o formal, las enseñanzas de régimen especial: las enseñanzas de idiomas, las enseñanzas artísticas y las deportivas. Las tres tienen por objeto preparar a futuros profesionales en diferentes ámbitos, por lo que cada una desarrolla unas competencias muy específicas. Las primeras, impartidas en las Escuelas Oficiales de Idiomas, van dirigidas a personas que necesitan adquirir o perfeccionar sus competencias en una o varias lenguas extranjeras, o bien acreditar unas competencias lingüísticas que ya poseen. Las enseñanzas artísticas pretenden proporcionar al alumnado una formación artística de calidad, así como garantizar la cualificación de los futuros profesionales de la música, la danza, el arte dramático, las artes plásticas y el diseño. Con respecto a las enseñanzas deportivas, tienen como finalidad preparar al alumnado para la actividad profesional en el sistema deportivo.

Por último, entre la formación reglada se encuentra la Educación para Personas Adultas. Este tipo de formación no se limita a la mera alfabetización, sino que pretende el acceso a las enseñanzas de régimen general (Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional), e incluso el acceso a la universidad a las personas mayores de 18 años ―o de 16 en circunstancias especiales― que, por diversos motivos, no han podido cursarlas o terminarlas. En la Educación para Personas Adultas las competencias básicas se encaminan a un aprendizaje para la vida aún más que en otro tipo de enseñanzas; además, se basan en el autoaprendizaje y tienen en cuenta sus experiencias, necesidades e intereses.

La última etapa de la educación formal la componen los estudios universitarios y de posgrado. “A través de los estudios de Grado, los alumnos adquieren una serie de conocimientos generales en un determinado ámbito de estudio que les garantiza una competencia personal suficiente, tanto desde el punto de vista científico y técnico como ético y social”[6]. Los estudios de posgrado contribuyen a la mejora de la cualificación y especialización de los estudiantes. En definitiva, las universidades tratan de formar profesionales competentes y especializados que sepan desenvolverse en el mundo laboral y aporten a la sociedad ―en la mayoría de los casos, de una forma práctica más que teórica― los conocimientos adquiridos durante sus años de preparación académica.

Las competencias básicas en la educación no formal

Por “educación no formal” se entiende la formación no reglada: aquellas actividades, medios y ámbitos de educación que se desarrollan fuera de la educación formal y que se dirigen a personas de cualquier edad. Se trata de un aprendizaje que se adquiere a lo largo de la vida y que contribuye a la adquisición de competencias para un pleno desarrollo de la personalidad.

En este ámbito, ocupan un lugar destacado las Universidades Populares, cuyo principal objeto es que su alumnado alcance competencias clave para el desarrollo personal y profesional, a la vez que otros conocimientos y habilidades que no se abordan desde el sistema educativo. Se trata de “un modelo educativo y cultural municipalista, participativo, igualitario, multidisciplinar, intergeneracional y de profunda raíz democrática”[7]. Nacidas a finales del siglo XIX ―en España, en las dos primeras décadas del siglo XX― las Universidades Populares se han ido adaptando a los tiempos y al entorno y adecuándose a las demandas sociales para construir un modelo “cuyas principales características son: la autonomía de sus acciones; la flexibilidad, entendida como la capacidad de adaptación a las necesidades y a los momentos de la población destinataria; la innovación, atendiendo a los problemas educativos y culturales emergentes; la globalización, por cuanto que existe un proyecto común para el conjunto de UU. PP.; la multiplicidad de disciplinas, enfocando los proyectos desde distintos puntos de vista (pedagógico, social, cultural, etc.), y la participación, que es su finalidad, a la par que su método de trabajo”[8].

En su origen, eran “centros de educación popular”, “un movimiento de difusión cultural” para la “aproximación del pueblo a la cultura”. Hoy en día se han convertido en “un proyecto de desarrollo en el municipio en el que se conjuga lo social y lo educativo de forma que los participantes sean capaces de transformar su entorno”[9]. Aunque su dedicación principal es la educación para personas adultas, ofrecen también un programa transversal de estudios y actividades culturales.

Los proyectos desarrollados desde las Universidades Populares permiten mitigar desigualdades sociales, desarrollar competencias personales y profesionales y fomentar la cultura emprendedora desde sus espacios de formación. Las diferentes actuaciones que se realizan favorecen el desarrollo del conocimiento y las competencias, a la vez que promueven la empleabilidad mediante el acceso a la capacitación profesional. Además, realizan propuestas para generar nuevas dinámicas sociales y para construir una sociedad más comprometida. En suma, en las Universidades Populares se organiza, apoya y fomenta el proceso de aprendizaje a lo largo de toda la vida.

La Federación Española de Universidades Populares (FEUP) cuenta con más de 200 Universidades Populares adheridas en las que trabajan unos 4000 profesionales de la educación y participan unos dos millones y medio de personas, lo que demuestra su enorme repercusión en el ámbito social y cultural.

Dentro de la educación no formal, tienen también gran relevancia las Escuelas de Segunda Oportunidad, que ofrecen una posibilidad de reinserción social y laboral a aquellos jóvenes que se encuentran fuera del sistema educativo o que han abandonado los estudios académicos. Estos centros, destinados a jóvenes de entre 15 y 29 años, sin empleo ni titulación, ofrecen un modelo pedagógico original basado en una formación innovadora a través de itinerarios personalizados, un refuerzo en competencias básicas y laborales y experiencias prácticas vinculadas con el mundo empresarial. Cumplen, además, una innegable labor social en el campo de la empleabilidad y la inclusión, con una especial atención a los más vulnerables. Las Escuelas de Segunda Oportunidad recuperan a jóvenes que se encontraban en una posición marginal en el sistema, mayoritariamente por haber sufrido una experiencia de fracaso en su escolarización ordinaria y lo dotan de una capacitación para un puesto de trabajo: les permiten reengancharse a los estudios mientras aprenden un oficio.

Desde los años noventa se han desarrollado diferentes proyectos a lo largo de toda Europa para la instauración de Escuelas de Segunda Oportunidad. Este tipo de centros se caracterizan por un aprendizaje activo, que requiere de la participación del alumnado, y por la gran flexibilidad en los módulos de aprendizaje combinando la adquisición y refuerzo de competencias básicas y habilidades con la capacitación en puestos de trabajo reales en empresas. Emplean un enfoque de enseñanza centrado en las necesidades del alumnado, al que se acompaña y apoya en todo el proceso.

La Asociación Española de Escuelas de Segunda Oportunidad[10], creada por seis entidades en 2016, cuenta ya con más de 40 socios en todo el territorio nacional. Además de las escuelas, forman parte de ella otras entidades que trabajan en el ámbito educativo, social, académico y empresarial, así como representantes de los propios jóvenes.

Proyectos dirigidos a la adquisición de las competencias

La educación formal establece y regula la adquisición y evaluación de las competencias en cada etapa y nivel educativo. Aquí nos centraremos en proyectos que pueden llevarse a cabo en la educación no formal. Obviamente, no se pretende ser exhaustivo en la exposición de proyectos concretos, sino de resaltar algunos que puedan resultar especialmente interesantes o útiles.

El aprendizaje es un itinerario que no tiene final: no se debe detener nunca. Siempre hay que seguir aprendiendo y mejorando nuestras competencias y habilidades. Por un lado, buscar la mejora continua dentro de la propia profesión es un requisito para ir ascendiendo en la carrera profesional, pero también como una forma de reciclarse y ponerse al día a fin de lograr un mejor desempeño y rendimiento laboral, ya que es preciso adaptarte a los cambios propios de cada sector. También es fundamental seguir adquiriendo competencias para mejorar y diversificar el potencial de la propia empleabilidad. Y, lo que es más, seguir adquiriendo competencias a lo largo de la vida es una forma de fomentar el desarrollo personal.

En función de las circunstancias de cada persona, algunos de los proyectos de aprendizaje permanente se centrarán en la formación para personas desempleadas o en ERTE. Existen diversos programas de este tipo organizados desde la Administración central por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), desde las distintas Administraciones regionales (como el SEF, en la Región de Murcia) y también desde las entidades municipales o locales (ayuntamientos, que cuentan, frecuentemente, con financiación europea, estatal o autonómica). Las organizaciones sindicales programan también formación para personas demandantes de empleo.

A este respecto, en una sociedad tan digitalizada como la de hoy en día, es clave la adquisición de competencias digitales, ya que el número de puestos de trabajo que requieren este tipo de competencias es cada vez más elevado. Y no se trata solamente de una alfabetización digital o un conocimiento básico de las tecnologías de la información y comunicación (TIC), sino de la predisposición y la actitud para saber desenvolverse en ellas. Algunos proyectos concretos relativos a esta competencia son:

  • Red.es: programa formativo en competencias digitales para la población desempleada.
  • Digitalízate plus: cursos gratuitos en competencias para el proceso de transformación digital, facilitados por grandes empresas.
  • Interconextad@s: proyecto de capacitación digital destinado a mujeres de áreas rurales y en situación de vulnerabilidad para contrarrestar situaciones de aislamiento social que aumentan su exposición a situaciones de violencia de género.

Además de formación en estas competencias básicas, de tipo genérico como la digital, existen, para las personas demandantes de empleo, proyectos de capacitación en competencias específicas para un determinado puesto de trabajo. En este sentido, se ofertan diferentes proyectos de formación no reglada a través de la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo (FUNDAE), entidad colaboradora y de apoyo técnico del SEPE en materia de formación profesional para el empleo. Por ejemplo:

  • Formate.es: ofrece cursos gratuitos para desempleados en el sector del turismo y la restauración.
  • Sefcarm: oferta formativa del Servicio de Empleo y Formación (SEF) de la Región de Murcia.

Así mismo, las patronales (como la CROEM) realizan ofertas formativas:

  • Plataformas con cursos y recursos formativos online gratuitos.
  • Cursos para personas en situación de desempleo.

Algunos de los cursos de formación mencionados, especialmente los encuadrados en un sector o cualificación específica, se enmarcan en la formación reglada, al otorgar certificados de profesionalidad a las personas que los cursan. El acceso a la formación de certificados de profesionalidad precisa estar en posesión de determinadas titulaciones mínimas. Las personas que no posean dichas titulaciones deben superar pruebas de competencias clave: a través de un examen, deben demostrar que poseen las competencias clave en matemáticas, lengua castellana y, en su caso, lengua extranjera. Existen cursos gratuitos de preparación para estas pruebas por parte de diferentes organismos, como el SEF.

Por otra parte, también se encuentra la oferta para la formación en el trabajo por parte de los organismos y entidades públicas mencionadas (SEPE, FUNDAE, SEF, etc.), además de por las patronales y las organizaciones sindicales. La iniciativa puede provenir de la propia empresa, que desea programar determinada formación para su personal laboral, o bien desde los organismos públicos, que programan ofertas para la formación continua de las personas trabajadoras ocupadas. Por ejemplo:

  • Cualifica2: amplia oferta formativa gratuita destinada, prioritariamente, a personas trabajadoras por cuenta ajena y autónomas para mejorar sus competencias profesionales, con certificado de profesionalidad.
  • Formación para la plantilla de la empresa mediante bonificación en las cuotas de la Seguridad Social.
  • Permisos individuales de formación (PIF): la persona que trabaja en la empresa puede obtener una autorización para la realización de una acción formativa que esté reconocida mediante una titulación o acreditación oficial con el fin de favorecer su desarrollo profesional y personal. La empresa puede solicitar para ello una bonificación.
  • Cursos de la CROEM para trabajadores en activo.

La educación a lo largo de la vida tiene también otra faceta relacionada con el desarrollo personal: la autoformación. En este sentido, las inquietudes individuales pueden llevarnos a mejorar nuestras competencias y habilidades por diferentes motivos: para mejorar la empleabilidad, para tener más rendimiento y productividad en el trabajo, para desarrollar aficiones personales, para adquirir una lengua extranjera, para mejorar la cultura, para tener una mayor satisfacción y realización personal, para incrementar las relaciones sociales… Algunos proyectos concretos para este ámbito autoformativo pueden ser:

  • Los clubes de lectura: la mayoría de las bibliotecas públicas, como la Biblioteca Regional y otras bibliotecas municipales, algunas universidades ―como la Universidad de Murcia―, así como numerosas asociaciones organizan esta enriquecedora actividad cultural que combina la gratificación íntima de la lectura con la dimensión social al compartir opiniones, impresiones y experiencias personales sobre el libro seleccionado en cada ocasión. Existe también la opción de participar en esta actividad de forma no presencial: se trata de los clubes de lectura online.
  • El voluntariado: la dedicación solidaria y altruista de parte de nuestro tiempo a una causa que nos motive supone, además de un compromiso social, un desarrollo personal. Ejercer el voluntariado requiere, además, la adquisición de competencias y habilidades relacionadas con el ámbito en el que se ejerza: social, cultural, educativo, deportivo, de ocio y tiempo libre, medioambiental, emergencias, salud, cooperación intercultural, etc.
  • Las academias, conservatorios, centros de estudio de música, danza, pintura y otras artes: además de ser una manera de ocupación del tiempo libre, una fuente de satisfacción personal y una forma de tejer redes de apoyo y relaciones sociales, desarrollan competencias que contribuyen al desarrollo personal.
  • El aprendizaje de idiomas es otra manera de complementar la propia formación. Además de la enseñanza reglada, en las Escuelas Oficiales de Idiomas existen otras maneras de aprender una lengua extranjera, y cobra una especial relevancia la tarea autodidacta: prácticas de conversación con personas nativas, lecturas de libros, visionado de películas, escucha de canciones… Existen, por otra parte, entidades certificadoras para el reconocimiento de los distintos niveles de idiomas de acuerdo con el Marco Común Europeo de Referencia (MCER)[11]. Por ejemplo, para el caso de la lengua inglesa, se encuentra la Universidad de Cambridge, cuyos exámenes (Cambridge ESOL Exams) de los centros acreditados incluye desde el nivel más básico al más avanzado; otros certificados oficiales son el IELTS (Universidad de Cambridge, British Council e IDP Australia), así como el TOEFL (ETS), que mide los conocimientos de inglés británico, o el Teaching English to Speakers of Other Languages (TESOL), que se orienta al inglés americano. Para el caso de la lengua francesa, el procedimiento que evalúa los conocimientos es el Test de Connaissance du Français (TCF), cuya institución responsable es el Centre international d’études pédagogiques (CIEP) como intermediario del Ministerio de Educación Nacional de Francia. El DELF (Diploma de estudios en lengua francesa) certifica los niveles de A1, A2, B1 y B2, y el DALF (Diploma avanzado de lengua francesa) certifica los niveles C1 y C2. En cuanto a la lengua alemana, el Goethe-Institut ofrece exámenes para conseguir los certificados de alemán (Goethe-Zertifikat) de todos los niveles del MCER; el TestDaf es un único examen con el que se pueden certificar los niveles B2 a C1; el test BULATS se realiza online y está específicamente dedicado a demostrar el nivel de alemán en el ámbito de los negocios y el trabajo.
  • Las redes sociales son también una fuente de aprendizaje que no debe desdeñarse. Facebook, Twitter, Instagram, Tictoc, etc. no son solo una manera de relacionarse y mejorar la competencia comunicativa, sino que también es una manera, especialmente utilizada por personas jóvenes (y algunas no tan jóvenes), de conocer el mundo que nos rodea.

A modo de conclusión: consideraciones para reflexionar

La vida es un proceso de aprendizaje continuo, un camino a lo largo del cual nos vamos formando y vamos adquiriendo las competencias y habilidades que el devenir diario nos requiere. En cuanto a la adquisición de competencias clave, me gustaría dejar, a modo de conclusión, unas preguntas para la reflexión.

La primera de ellas pretende remover la conciencia social: ¿por qué hay jóvenes que, tras su paso por la enseñanza reglada, no adquieren esas competencias? Me refiero al fracaso o al abandono escolar. ¿En qué falla el sistema cuando permite que algunos estudiantes pasen de un curso a otro sin motivación y sin adquirir las competencias y los conocimientos que son necesarios para su integración en la sociedad y su inserción laboral?

Una segunda pregunta quizás sea parte de la respuesta a la primera: ¿serían posibles unas leyes educativas sin tanta carga ideológica? ¿Por qué no se ha conseguido llegar a un pacto por la educación que centre el foco en el alumnado y sus necesidades de conocimientos y competencias, en lugar de en los postulados ideológicos del partido político de turno?

Otra de las cuestiones que me surgen es: ¿por qué no hay interconexiones entre las distintas maneras de adquirir las competencias clave, entre la educación formal, y sus diferentes etapas y niveles, la educación no formal e, incluso, la preparación autodidacta? A lo largo de nuestra vida, las personas nos vemos inmersas en diferentes circunstancias que condicionan nuestras posibilidades de aprendizaje y hemos de adaptarnos a ellas. Sería preciso que un buen sistema educativo tuviera un carácter global y pudiera encontrar una forma de adaptarse al itinerario académico de cada persona.

La cuarta consideración se refiere al emprendimiento y a la empleabilidad. Por una parte, la formación académica debería guardar mayor relación con el mundo de la empresa y las futuras demandas de empleo; por otra, la sociedad necesita personas con creatividad y valentía, personas que desarrollen proyectos que creen puestos de trabajo con la suficiente visión de futuro para reconocer nuevos nichos de mercado. En suma, personas que hayan desarrollado la competencia emprendedora, que es, como comentábamos al principio, una de las competencias claves que más repercusiones tiene en la vida real de cada uno de los miembros de una sociedad.

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA:

  • Consejo de Europa (2018): Recomendación del Consejo de 22 de mayo de 2018 relativa a las competencias clave para el aprendizaje permanente.
  • Diario Oficial de la Unión Europea (2006): Recomendación del Consejo y del Parlamento Europeo de 18 de diciembre de 2006 sobre las competencias clave para el aprendizaje permanente.
  • Federación Española de Universidades Populares (2016): Cimientos de Presente. Retos de futuro. Bases Conceptuales 2016-2020.
  • GARCÍA RUIZ, María Rosa (2006): Las competencias de los alumnos universitarios, en Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, vol. 20, núm. 3, pp. 253-269. Universidad de Zaragoza
  • OCDE (2003): Definición y selección de competencias clave.
  • RIVAS, Axel (2019): ¿Qué hay que aprender hoy? De la escuela de las respuestas a la escuela de las preguntas. Madrid, Santillana.
  • SANTA MARÍA, Ignacio: Escuelas de Segunda Oportunidad. Hacia el futuro por un camino diferente. Fundación Tomillo.
  • SEBASTIÁN VICENTE, Ana: Las universidades populares: un proyecto socioeducativo para la participación y el desarrollo.
  • UNESCO (2015): Replantear la educación. ¿Hacia un bien común mundial? París, UNESCO.

UNESCO (2016): Educación 2030: Declaración de Incheon y Marco de Acción para la realización del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4: Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos. París, UNESCO.


[1] El proyecto denominado DeSeCo (Definición y Selección de Competencias) fue liderado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) a finales de la década de los 90 para desarrollar un marco teórico que planteara las competencias profesionales consideradas imprescindibles a fin de hacer frente a los retos de la sociedad del siglo XXI. Una de las principales publicaciones es el resumen ejecutivo de 2003 en el que se seleccionan y definen las competencias clave para el aprendizaje permanente.

[2] Recomendación del Consejo y del Parlamento Europeo de 18 de diciembre de 2006 sobre las competencias clave para el aprendizaje permanente.

[3] Recomendación del Consejo de 22 de mayo de 2018 relativa a las competencias clave para el aprendizaje permanente.

[4]Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación.

[5]Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, apartado 3 del artículo único.

[6]GARCÍA RUIZ, María Rosa (2006): “Las competencias de los alumnos universitarios”, en Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, pág. 254.

[7]Federación Española de Universidades Populares (2016): Cimientos de Presente. Retos de futuro, página 7.

[8] Ibídem, páginas 4 y 5.

[9]SEBASTIÁN VICENTE, Ana: Las universidades populares: un proyecto socioeducativo para la participación y el desarrollo, página 1.

[10] Véase https://www.e2oespana.org/

[11] El Marco Común Europeo de Referencia para las lenguas (MCER) es el estándar internacional que define la competencia lingüística. Se utiliza en todo el mundo para definir las destrezas lingüísticas una escala de niveles desde un A1, nivel básico, hasta un C2, nivel nativo experto.