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La brújula de la igualdad en las Universidades Populares: “Memorias en conserva”
Rosa María Viana Rodríguez

Rosa María Viana Rodríguez

Concejala de Turismo, Cultura y Deportes y primera teniente de alcalde de A Illa de Arousa.

La historia es émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y aviso del presente, advertencia de lo por venir.

Miguel de Cervantes

Las Universidades Populares nacen con la finalidad de cambiar la sociedad y de que las mujeres y los hombres alcancen la libertad necesaria para vivir con dignidad. Son escuelas comprometidas con la igualdad entre hombres y mujeres, lugares donde acercan el aprendizaje y la cultura a la ciudadanía a lo largo de toda la vida, independientemente de su condición social, económica, política y cultural.

Es por lo que las Universidades Populares juegan un papel muy importante de cara a conseguir la igualdad entre mujeres y hombres, de alcanzar una sociedad más justa y democrática visibilizando el papel de las mujeres en el progreso de la sociedad.

Hablar de igualdad de géneros es hablar de un derecho humano fundamental que va desde la reducción de la pobreza hasta la promoción de la salud, la educación, la protección y el bienestar de las niñas y los niños, y para ello es imprescindible la participación de las mujeres.

Desde esta perspectiva, las Universidades Populares trabajan por este derecho y, concretamente, la Universidad Popular de A Illa de Arousa trabaja por la igualdad de géneros en diferentes ámbitos. Uno de ellos es la creación de “Memorias en conserva”.

¿Pero… qué es “Memorias en conserva”?

“Memorias en conserva” es un vídeo documental creado por la UP de A Illa de Arousa que muestra el empoderamiento de las mujeres con el fin de impulsar el crecimiento económico y promover el desarrollo social de una época que persiste en el tiempo.

Este documental nace con el objetivo de recopilar las historias vitales de las mujeres de A Illa de Arousa en particular y, de un modo general, de toda una sociedad, tratando de mostrar las vivencias de unas niñas ―ahora abuelas― que trabajaron en las fábricas de conservas. Es un vínculo entre las abuelas y la juventud, ya que muestra la vida, las costumbres y los valores de una época a través de sus historias con el fin de mantenerlas en la memoria y que no desaparezcan con ellas.

“Memorias en conservas” es un legado patrimonial que marcó un lugar, una sociedad y una época que no deberíamos olvidar ni perder.

No podemos ser indiferentes a nuestra historia. Conocerla es una acción esencial para poder comprender el presente y trabajar con vistas al futuro.

Con el propósito de no perder la historia de estas mujeres, nace este documental que recoge de modo visual la perspectiva nostálgica de la infancia de un grupo de niñas que, por diversas razones, cambiaron los juegos de su niñez por el trabajo en la conservera en una época de necesidad.

No podemos comprender el desarrollo económico de Galicia sin el esfuerzo de estas niñas, las cuales afrontaron una necesidad endémica con la energía de la juventud y las ganas de hacerse mayores al cambiar la diversión propia de la infancia por la responsabilidad y el duro trabajo, convertir ese esfuerzo en una situación lúdica y buscar los momentos para ser las niñas que debieran haber sido.

“Memorias en conserva” es un trabajo de campo, de investigación, a partir de los propios testimonios de las mujeres trabajadoras de las conserveras, de sus vivencias, de sus carencias, de las desigualdades y de momentos de alegría tratados con respeto y que cuentan lo vivido dentro de un sector que refleja el mundo de las fábricas de pescado y marisco de la costa gallega en general y de A Illa de Arousa en particular. La historia de un ejército de mujeres dedicadas a las labores propias de estas factorías y que marcó el inicio de la industrialización de Galicia.

Es la voz de doce mujeres con diferencias generacionales ―sus edades oscilan entre los noventa y los sesenta años― que relata una parte fundamental de su vida que no es sino el reflejo de muchas otras mujeres que fueron, son y serán el motor impulsor del desarrollo económico y social de un pueblo. Concretamente, una muestra de la situación de las mujeres dentro del sector conservero, que, aunque mejorado con respecto a épocas pasadas, sigue mostrando importantes desigualdades entre hombres y mujeres.

“Memorias en conserva” es, pues, el relato en palabras de estas mujeres forjadas en un mundo plagado de necesidades en el que se hicieron un hueco a base de ganas, ilusión y esfuerzo.

Se trata de un vídeo documental realizado en la Universidad Popular de A Illa de Arousa que, gracias a la Federación Española de Universidades Populares, vio la luz en 2021 y forma parte del Banco de la Memoria de las Mujeres de la Escuela Feminista Estatal “Paca Aguirre” de la FEUP.

Para empezar este capítulo, vamos a partir de la premisa de que para poder interpretar los testimonios de las mujeres trabajadoras de las conserveras que aparecen en “Memorias en conserva” debemos situarnos y conocer de dónde partimos.

¿Cuál es la situación inicial de partida?

Los recursos del mar gallego vienen siendo explotados desde épocas ancestrales debido a las condiciones que presentan las Rías gallegas. Prueba de ello son los indicios de la práctica de la pesca y el marisqueo que existen en la zona sur de las Rías Baixas desde el Paleolítico, época en la que, para conservar los alimentos, utilizaban las técnicas de ahumado y secado. Con la llegada de los navegantes desde el Mediterráneo, en la Edad del Bronce se producen grandes transformaciones socioeconómicas en las comunidades galaicas.

En la época del Imperio Romano, al comprobar las condiciones para la pesca y navegación que tenía el litoral gallego, los romanos construyeron pequeñas ensenadas de sal que llegaron a ser, quizás, la primera aproximación a las fábricas de salazón.

En la primera mitad del siglo XVIII los comerciantes catalanes llegaban estacionalmente a Galicia con jabones, licores y vinos y regresaban a Cataluña con sardinas saladas para su venta. Sin embargo, estas estancias se fueron haciendo cada vez más largas, hasta el punto de hacerlas coincidir con la pesca de la sardina.

A finales del siglo XVIII se origina la crisis de la sardina en el Mediterráneo Occidental y, con ella, se produce el asentamiento en las mejores zonas de Galicia de estos comerciantes. Como consecuencia de esto, empiezan a comprar las mejores ubicaciones en la costa para, finalmente, montar auténticas factorías de salazón y la consiguiente la apertura de un negocio basado en la abundancia del producto estrella de la época: la sardina.

El asentamiento de estos comerciantes y la aparición de una nueva visión empresarial sobresaldrán exponencialmente en el siglo XIX al convertirse en grandes empresarios de la pesca gracias a su espíritu emprendedor, hecho por el cual fueron conocidos como los fomentadores catalanes. De este modo, la imagen más representativa del poder de los fomentadores en las costas de las Rías Baixas se vio relacionada con el desarrollo de la salazón, que después evolucionaría a las actualmente conocidas fábricas de conserva de pescado y marisco.

Asimismo, los fomentadores catalanes introdujeron nuevas técnicas de salado y nuevas artes de pesca que en Galicia no existían. Además, introducen el salario, lo cual supone un gran incentivo socioeconómico, puesto que, anteriormente, los trabajadores del mar desempeñaban su labor en gremios y a partir de su llegada se contrata tanto a los marineros como a las mujeres para el trabajo en las factorías.

El papel de las mujeres es primordial en la fabricación de las conservas, ellas son el motor del sector. Son las encargadas de llevar a cabo todo tipo de trabajos a lo largo del proceso de elaboración de la conserva, desde la descarga y el transporte de la materia prima hasta la fabricación de los envases. El uso de las máquinas que cerraban las latas también era labor de las mujeres, ya que su manejo requería de gran habilidad, destreza y coordinación. No obstante, a pesar de que la mujer era el pilar fundamental del trabajo en las fábricas, la remuneración salarial era baja, las horas de trabajo eran excesivas y no se pagaban en su totalidad y su cotización era casi inapreciable. Ante el descontento generalizado de este sector, se van sucediendo diferentes actos en los que se reclamaba una mejora en su salario.

Las discrepancias y desigualdades del sector tienen eco en una época donde todo estaba permitido y donde la mujer, dentro de la fábrica, desarrollaba el papel más importante y, a la vez, el más subordinado.

¿De dónde partimos en A Illa de Arousa?

A mediados del siglo XVIII, con la llegada de dichos fomentadores catalanes a Galicia, en A Illa de Arousa se establece Juan Goday Güal, que en 1843 funda una fábrica de salazón.

Años después, conocedor de las innovaciones que se realizan en las salazones y conservas, decide montar una factoría que, en 1879, se convierte en la primera fábrica de conservas de Galicia de producción industrializada, puesto que trae consigo de Francia tanto maquinaria como personal que se encargará de enseñar los mecanismos de esta industria a sus trabajadores y trabajadoras. Así, entre la calidad de la materia prima y la modernización en su fábrica, adquiere gran prestigio en los mercados extranjeros.

En 1881 el rey Alfonso XIII visitó la fábrica y dos años después fue nombrada proveedora de la Casa Real debido a la calidad de sus productos. De esta forma, conservas Goday entra a formar parte del mercado internacional de conservas que, por aquel entonces, estaba en manos francesas. Su producción se destinaba al mercado y no al suministro de las colonias y de los barcos que las abastecían, lo habitual de las conservas españolas de finales del siglo XIX.

¿Cómo se organizaba el personal?

En la industria conservera el trabajo estaba muy diferenciado por sexo. Un reducido número de hombres ocupaba los cargos directivos y los puestos de trabajo especializados (encargados de taller y conservas, hogueros, mecánicos, carpinteros, etc.) y otro grupo mayoritario, compuesto por mujeres, llevaba el peso de la manipulación y envasado del pescado y el marisco.

La producción se organizaba en función de la materia prima, ya que muchas veces, cuando no había pescado en las lonjas o cuando su precio no le convenía al empresario, la fábrica dejaba de producir. De esta forma, a las mujeres las llamaban según la materia prima que hubiera que procesar, por lo que dependían de las épocas de abundancia o carencia del pescado. Por lo tanto, el empleo femenino era muy duro, inestable y mal pagado.

Como ya he comentado, en la industria conservera siempre fue fundamental el trabajo femenino. Las mujeres eran mayoría en las fábricas y llevaban el peso de la elaboración del pescado (limpieza, emparrillado, empacado, aceitado y cierre de las latas), al igual que el de la elaboración de los envases y la carga y descarga de la mercancía.

El elevado número de mujeres en el cuadro de personal, unido a la frecuente repetición de nombres y apellidos entre ellas, hizo que se le asignase un número a cada una de ellas y solo en último caso se las designaba por su sobrenombre.

¿Cómo era el trabajo de las mujeres en las conserveras?

De la misma forma que sucede en otros sectores industriales ―como en el sector textil―, en las fábricas de conservas las mujeres ocuparon mayoritariamente sus puestos de trabajo desde que estas se instalaron por primera vez en Galicia. La incorporación de la mujer al trabajo viene dada por la necesidad de aportar una ayuda económica al seno familiar; esto provocó la multiplicidad de tareas así como el hecho de tener que simultanearlas y compaginarlas todas: la casa, la familia y el trabajo remunerado.

El papel de la mujer en la fábrica era primordial, ya que el trabajo era realizado mayoritariamente por ellas, a pesar de ser puestos inferiores, de baja cualificación y peor remunerados que los de los hombres. En el papel de la mujer se aprecia un papel de subordinación desde los inicios de las fábricas de conservas. Partiendo de la premisa de que ambos trabajan (hombres y mujeres), los roles aplicados socialmente a cada uno de ellos son diferentes. Mientras que a la mujer se le reconoce la opción de poder trabajar, tiene también la obligación de dedicarse a la familia, los hijos y la casa, mientras que el papel del hombre se limita a trabajar en el mercado laboral. Además, la mujer lleva a cabo diferentes actividades (cuidado de los hijos, trabajar percibiendo un salario, la casa…) que el hombre desempeña de forma secuencial (hasta que termina una labor no pasa a la siguiente). A esto habría que añadirle que, al ocuparse la mujer de las labores domésticas, no dispone de margen para mejorar su competitividad laboral y ascender en el mercado laboral, mientras que el hombre tiene más tiempo, lo que le permite dedicarse más al trabajo remunerado, lo cual mejora sus aspiraciones laborales.

Ante esta situación, cabe destacar que la posición de la mujer en el ámbito laboral la sobrecarga, mientras que al hombre le refuerza.

En lo que respecta a la presencia de las mujeres en las factorías, era muy alta. Desarrollaban trabajos muy manuales para los que no se necesitaba mucha cualificación y suponían para el empresario una mano de obra barata, experimentada, numerosa y austera. Estas labores consistían en la limpieza del pescado, despiece, empacado, aceitado, enlatado y envasado para su posterior comercialización.

Otra de las características del trabajo de las mujeres en las fábricas de conservas y mariscos, además de ser mano de obra barata y sin especializar, eran las condiciones de acceso a estas. Entraban en ellas sin haber cumplido la edad exigida por ley, sin estar dadas de alta en la Seguridad Social, etc. Además, lo hacían sin pedir nada a cambio, sin exigir salarios más altos, ni mejores condiciones higiénicas, sin horario ni calendario, dependiendo siempre de la oferta y la demanda del mercado, puesto que, cuando el empresario compraba el pescado o el marisco, debían dejarlo todo elaborado, por lo que la jornada laboral podía alargarse durante doce o quince horas, ya que, de lo contrario, tanto el pescado como el marisco podían echarse a perder.

Todo dependía de la oferta y la demanda de los mercados; cuanto más alta era la demanda, más velozmente debían trabajar las mujeres para poder terminar su jornada cuanto antes. El trabajo de cuatro mujeres acababa siendo hecho por tres, y luego por dos, hasta que finalmente solo lo hacía una; de esta forma, adquirían gran rapidez y destreza en su repetitivo trabajo (el manejo del cuchillo, el empacado, las máquinas de cierre, etc.).

Otra de las particularidades del trabajo en las conserveras, y que afecta enormemente al desempeño de la actividad por parte de las mujeres, era la elevada estacionalidad. A pesar de que fue cambiando con el tiempo debido a las mejoras en las técnicas de conservación y transporte, la pesca de la sardina, por ejemplo, o la recogida de la almeja o el cultivo del mejillón, siguen un proceso natural de crecimiento y maduración que fluctúa en el tiempo. Por tanto, estas oscilaciones en el suministro de la materia prima hacían que variase el empleo y la ocupación de las mujeres en sus puestos de trabajo.

En A Illa de Arousa…

A Illa de Arousa no fue diferente al resto de las factorías de conservas. También se iniciaban muy niñas en el trabajo de las fábricas y su ganancia suponía una aportación económica para la familia. El papel social y económico de las mujeres era el mismo que predomina en el resto de las factorías: el hombre ocupaba cargos más altos y de mayor especialización, mientras que las mujeres, a pesar de ser el grupo mayoritario dentro de este sector, ocupaban puestos inferiores y hacían tareas manuales. También se encargaban de otras labores, como el cuidado de la familia y las tareas de casa. Compaginaban diferentes trabajos, como el marisqueo y el cultivo en la tierra para el consumo propio y el de su familia. En el caso de las mujeres de A Illa, debían atender a la casa, la familia, la fábrica, el marisqueo a pie, atar las redes e incluso cultivar la huerta.

El cuadro de personal de la fábrica de Goday lo constituían cinco hombres que realizaban las tareas de contabilidad, gerencia, carpintería y mantenimiento, siendo este personal fijo continuo, ya que eran requeridos permanentemente. Las mujeres completaban el cuadro, pudiendo llegar a ser más de cien las que trabajaban en una sola factoría. Dentro de este grupo se encontraban las “avisadoras” (cinco mujeres que, además de desempeñar las labores propias de la fábrica, se encargaban de avisar por zonas a las demás compañeras para ir a trabajar) y las mujeres que realizaban las labores características de cada zona (limpieza de pescado, despiece, empacado, enlatado, aceitado, cierre de las latas, fabricación de envases, etc.).

Debido al carácter estacional de la pesca de la sardina, el atún y otras especies, la recolecta de bivalvos, el cultivo de mejillón, la pesca de cefalópodos, etc., las mujeres no tenían horario ni salario fijo, pues dependían de la oferta y demanda del producto a elaborar.

Cuentan las antiguas trabajadoras que la fábrica de Goday era la más cumplidora en lo relativo a la cotización a la Seguridad Social pero, pese a todo, la práctica habitual en esa época era la de no cotizar por todas las mujeres, ni por todas las horas trabajadas.

Dentro del trabajo realizado en las conserveras se valoraba la habilidad y rapidez que las mujeres mostraban y que las convertía en un referente que eran tenidas como auténticas maestras por sus propias compañeras. Las largas jornadas, las deficientes instalaciones, el frío y la humedad a la que estaban expuestas, el trabajo rutinario, la falta de cotización, etc. hacían que este trabajo llegara a ser muy duro.

En la fábrica de Goday todas las operarias cobraban el mismo sueldo, tanto novatas como veteranas, y no existía un límite de edad para trabajar, por lo que se podía ver trabajando a mujeres muy mayores y a niñas.

A mediados del siglo XX, las fábricas seguían utilizando abundante mano de obra infantil. Las autoridades eran muy permisivas y las niñas podían entrar con seis u ocho años en las fábricas a las que, inicialmente, venían acompañando a sus madres. Sin embargo, pronto comenzaban a ocuparse de alguna labor en la fábrica, como limpiar los desperdicios que producía la limpieza del pescado, reponer las latas, etc. Empezaban ayudando a las trabajadoras veteranas, y, una vez que aprendían el oficio, pasaban a hacer las mismas tareas que ellas.

Buena prueba de la importancia y la fuerza de este colectivo fue la huelga convocada a mediados de los años cincuenta por las trabajadoras de las conserveras de A Illa de Arousa. En aquella época su jornal era de dieciséis pesetas por ocho horas de trabajo; sin embargo, muchos días la jornada laboral podía ser de diez o doce horas y las horas extra no eran remuneradas.

Las mujeres de A Illa aspiraban a un salario mejor, por lo que convocaron una huelga en la que reclamaban una mejora salarial. Todas las trabajadoras de las fábricas de conservas abandonaron su puesto de trabajo ese día. Gracias a esa protesta el salario de las trabajadoras pasó de dieciséis pesetas a veinte lo cual, para la época, fue todo un éxito y un gran avance.

¿Qué podemos concluir?

Con el paso del tiempo vemos que las cosas han cambiado y que debemos seguir luchando por nuestros derechos y por la igualdad entre hombre y mujeres, porque el paso del tiempo nos ha enseñado que el papel de la mujer es fundamental y que, a pesar de haber logrado muchas mejoras, aún nos queda mucho que hacer.

Podemos mirar atrás y luego mirar adelante y contemplar el camino forjado por esa lucha y observar los diferentes avances que se fueron consiguiendo en el sector industrial a base de esfuerzo y perseverancia, como la estabilidad en la cotización a la Seguridad Social, la remuneración del trabajo, una jornada laboral más estable, la mejoría en las instalaciones de trabajo, etc., pero aún son muchas las situaciones que debemos cambiar.

La historia de la conserva en A Illa de Arousa es una de las muchas historias que cada una de nosotras podría haber contado. Es la historia de muchas mujeres empoderadas por la necesidad. Es la historia levantada sobre el esfuerzo de un ejército de mujeres que dejaron a un lado su infancia para llevar un jornal más a sus casas. Es la historia de un tiempo que ya no existe, donde la diversión se limitaba en todo aquello que no fuese cantar o bailar. Un tiempo en el que su formación se reducía a las cosas que podían aprender en casa o en el trabajo.

Pero nada de esto hizo que las mujeres de A Illa de Arousa perdiesen esa alegría que las caracteriza, ya que recuerdan con mucha nostalgia los tiempos vividos, aquellos tiempos en los que era muy característico escuchar el canto de un grupo de mujeres mientras trabajaban, que bromeaban en cualquier situación y buscaban un rato para bailar con sus seres queridos y disfrutar de los pequeños momentos.

De ahí nace“Memorias en conserva”, un guiño, una muestra de cariño hacia esa memoria histórica que pone en valor la labor de las mujeres en el mundo de las conservas, en particular, y de todas las mujeres, en general, que se quiso plasmar en un video documental y que llegara para quedarse, que todos y todas puedan ver para que los más jóvenes sepan, y sepamos, que el trabajo y el esfuerzo iban más allá de lo que hoy vemos y vivimos. Un patrimonio inmaterial que debemos preservar con la voz de todas las mujeres.

“Memorias en conserva” es lo que algunas de las mujeres trabajadoras de las conserveras recuerdan con nostalgia. Esa infancia que no se merecían, pero que fue la infancia que tuvieron. Mujeres que aprendieron que, si la vida no nos sonríe, lo que debemos hacer es cantar más alto y bailar con más afán… porque cuando se cuenta con la energía de la juventud, por muy duro que sea el trabajo, siempre se encuentra un rato para disfrutar de las diversiones propias de la edad.

Todas y cada una de estas y otras mujeres debieran ser un referente para todos y todas nosotras, ya que con su esfuerzo y sacrificio se ha construido la sociedad en la que vivimos hoy en día. Porque… una sociedad que no recuerda de donde viene, difícilmente sabe hacia dónde va…

http://www.memoriasenconserva.com