Todas las personas deben tener la posibilidad de formarse a lo largo de la vida, dentro y fuera del sistema educativo, con el fin de adquirir, actualizar, completar y ampliar sus capacidades, conocimientos, habilidades, aptitudes y competencias para su desarrollo personal y profesional.
Artículo 5.1. LOE
La UNESCO, desde los años 70, promueve el aprendizaje a lo largo de la vida (Lifelong Learning) como un nuevo paradigma que requiere de nuevos enfoques en la intervención y formación con mayores. Se hace evidente que a cualquier edad podemos seguir aprendiendo. La repercusión de todo este proceso ha tenido respuesta en las instituciones públicas y ha experimentado la creación de diferentes centros y entidades dedicadas a la formación permanente, como, por ejemplo, Universidades Populares, Educación Secundaria para Adultos (ESA), educación de adultos (engloba niveles de alfabetización y neolectura, así como otros sectores relacionados) y aulas de mayores, entre otros. En palabras de Sarrate y Pérez de Guzmán (2005, p. 54):
“Como profesionales de la educación se nos presenta un desafío importante: contribuir a la construcción de un bienestar común, solidario y compartido, a fin de combatir las desigualdades. Y la educación a lo largo de la vida está llamada a desempeñar una función principal a la hora de hacer frente a este reto”.
Sarrate y Pérez de Guzmán (2005, p. 54)
En el reciente cambio de siglo se apuesta por el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), y se hace hincapié en la importancia de capacitar a la persona con herramientas que le permitan adaptarse a los cambios constantes del entorno. Se basa en el planteamiento de no cuantificar el conocimiento acumulado, sino las competencias adquiridas por el alumnado para convertirse en un buen profesional y en un buen ciudadano, así como reconocer el protagonismo de la educación permanente. En este sentido, es relevante recordar los cuatro pilares del aprendizaje de Delors (1996): aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser. Además, la UNESCO incorpora un quinto pilar integrador consistente en transformarse uno mismo y transformar la sociedad.
Educación de personas adultas en el contexto de la educación permanente
Nos encontramos en un momento de continuo cambio y transformación social en el que el aumento de conocimientos, desarrollo científico y tecnológico, junto con las implicaciones sociales que todo ello supone, exige establecer un proceso continuo de actualización con el objetivo de no quedar obsoleto. Esto se traduce, entre otros aspectos, en la expansión de la formación y la educación de los adultos que repercute en un compromiso de la sociedad y de sus instituciones en inculcar una actitud crítica e inquietud hacia el conocimiento. El objetivo es producir una adaptación positiva hacia la etapa del ciclo vital en el que se encuentre cada sujeto, para llegar y mantener una consciencia ciudadana que favorezca la participación activa en la comunidad. Esto nos lleva a pensar que debemos estar mentalizados en cuanto a la necesidad de una sociedad de aprendizaje a lo largo de toda la vida que dé respuestas a las nuevas necesidades que van surgiendo día a día, que inculque hábitos saludables que nos preparen para la vejez y la jubilación, así como para participar en la sociedad del ocio y tiempo libre (Amador Muñoz, 2004).
Sin embargo, hasta hace algunas décadas se pensaba que la vida de la persona estaba establecida de forma que la educación abarcaba el periodo inicial de la vida, seguido de la pertenencia al mercado de trabajo y, finalmente, se llegaba al descanso. Esto era en el mejor de los casos, ya que un amplio sector de la población no tenía acceso a una formación básica, por lo que los índices de analfabetismo aún hoy en día se pueden apreciar en nuestra sociedad. La inquietud por formarse y crecer personalmente no tiene edad. Son mucha las personas adultas que cuentan con necesidades socioeducativas que requieren una repuesta institucional.
Si nos detenemos en el término “educación permanente”, nos percatamos que se trata de un concepto relativamente reciente y, aunque la educación de adultos le preceda, la educación permanente la engloba. En esta línea, Sanz Fernández (2002, pp. 398-399) propone su propia descripción sobre aquellos fenómenos que considera muy importantes y que influyen en el progreso de la educación permanente y de la formación en la sociedad actual:
- La necesidad de aprender a emprender: Nos encontramos ante un panorama que nos invita a actualizarnos o a desaparecer ante un progreso que nos revela la caducidad de la formación y lo aprendido.
- Necesidad de simultanear lo global y lo local, lo específico y lo general: En la era de las nuevas tecnologías podemos hallarnos en diferentes lugares a la vez, tener diferentes perspectivas de la misma realidad y la posibilidad de trabajar y construir la realidad. Esta situación en relación con la educación permanente produce ciertas rupturas: ruptura del espacio único de aprendizaje, ruptura del esquema del tiempo, ruptura del propio método disciplinar y seccionado de tratar el saber… Se rompe con el punto de vista predominante, con el de arriba, normalmente.
- Estamos en una época en que la razón parece volver a recuperar la salud: En este momento se cuestiona cada vez más el desarrollo puramente instrumental la razón y se busca espacios de intervención más autónomos en los que la formación y la educación adquieran nuevos espacios de desarrollo y de sentido, no tan dependientes de su colaboración con la economía y el mercado dominante, sino con otros ámbitos de la realidad humana.
Tan pronto se concibe que la educación acompaña a lo largo de toda la vida, el punto esencial pasa a ser la interacción entre la educación misma y la vida concreta de los individuos, entre los diferentes grupos y medios sociales, etc. De igual modo, la noción de “educación permanente” se entiende como el proceso de desarrollo y de maduración de los individuos sometidos a diversos estímulos e influencias sociales, proceso en el que la misma educación desempeña una función particular (Moreno-Crespo, 2011).
Las distintas definiciones de “educación permanente” resaltan su carácter continuo, se desarrolla a lo largo de la vida, y el protagonismo de la propia persona en su proceso de aprendizaje, así como su repercusión en el desarrollo personal. A continuación, aportamos tres definiciones esclarecedoras:
- Quintana (2004, pp. 197-198): “(…) aprendizaje continuo que cada cual ha de realizar, constantemente, a lo largo de los años. Y, para esto, el individuo ha de ‘aprender a aprender’. (…) El autoaprendizaje es la base y la condición de la educación permanente”.
- Sarrate (2002, p. 421): “(…) no solo supone una concepción integral de la educación, sino que, como idea transformadora, constituye el gran marco para proyectar la educación en la simbiosis de la racionalidad y la creatividad”.
- Cabello Martínez (2002, pp. 83-84): “(…) que toda persona pueda mantenerse actualizada respecto a las transformaciones poblacionales, económicas, políticas, tecnológicas, científicas, artísticas, socioculturales y ambientales de nuestro mundo; logrando el máximo desarrollo individual y social que les sea posible, y englobando todo tipo de experiencias y actividades que sean o puedan ser portadoras de educación”.
Entornos socioeducativos de la educación permanente
Si analizamos con más profundidad el concepto, la educación permanente puede partir del ámbito privado, del ámbito público o de parte de asociaciones o entidades sin ánimo de lucro. Esta forma de entender la educación como un proceso que debe acompañar al individuo a lo largo de su existencia modifica la estructura vital establecida de forma lineal (Figura 1) como un periodo de formación, seguido por un periodo laboral y finalizando en un retiro o descanso. Sin embargo, la educación permanente procura una permeabilidad a lo largo del ciclo vital entre experiencias educativas, vitales y socioculturales.
Figura 1: Estructura lineal de la educación. Elaboración propia.
Figura 2: Estructura cíclica de la educación permanente. Elaboración propia.
Quintana Cabanas (2000, p. 496) redacta las siguientes características de la educación permanente:
- Autentificadora del individuo al hacerlo libre, disponible y creativo.
- Emancipadora respecto a sujeciones sociales.
- Continua.
- Omnicomprensiva (que el individuo no se halle escindido en sus varios roles).
- Revolucionaria (que el hombre sea capaz de modificar su medio si es inadecuado).
- Democrática (porque el cambio es un distintivo de la democracia).
- Suscitadora de buenas relaciones interpersonales.
Marcelo y Talavera (2000) indican que dentro de la educación de adultos existen cuatro áreas esenciales que no conforman compartimentos estancos, sino que están presentes unas en otras: la formación orientada al trabajo, la formación para el ejercicio de derechos y responsabilidades cívicas, la formación para el desarrollo personal y la formación de base. Por otro lado, Sarrate (2002b) replantea estas áreas y establece tres dimensiones del campo educativo de los adultos y aclara que se interrelacionan entre sí y, a su vez, están orientadas hacia el desarrollo personal: aprendizajes básicos, formación para la vida laboral y educación para la participación cívico-social y cultural.
La tripartición del universo educativo en la educación permanente
Esta división atiende a la clasificación clásica, pero existe el impedimento de realizar una descripción por opuestos. Trilla (1998, pp. 23-30) apunta a que la repartición es desigual, entendiendo que hablamos de dos partes, una de las cuales se subdivide en dos (ver figura 3).
Figura 3: Representación gráfica del universo educativo.
Cuando nos referimos a la educación formal reglada hacemos alusión a aquella que está contemplada como parte del sistema educativo; estaríamos hablando de la Educación Infantil, Educación Primaria, Educación Secundaria y los estudios universitarios (diplomatura universitaria, licenciatura universitaria, grado universitario, especialista/máster universitario título oficial y doctorado universitario). Por otro lado, se encuentra la educación formal no reglada, que posee organización y sistematización, pero no cuenta con el reconocimiento a nivel nacional con el que cuentan los títulos mencionados anteriormente.
En este sentido, encontramos los títulos propios de experto, especialista y máster ofertados por las universidades y que no cuentan con reconocimiento a nivel nacional. Se trata de los cursos de especialización ofrecidos por las Consejerías de Educación de las autonomías, centros de formación (público y privados), asociaciones, organizaciones, entidades, etc. que no están contemplados en igualdad de reconocimiento que las titulaciones del párrafo anterior. La educación informal socioculturales aquella que, sin organización y/o sistematización explícita, nos ofrece oportunidades de aprendizaje, como sería la asistencia a un museo, al teatro, a la ópera, a un debate, a la transmisión de un saber cultural/popular, etc. (Moreno-Crespo, 2014).
La formación impartida en Centros Específicos de Personas Adultas, Universidades Populares, Centros Especiales de Empleo de Iniciativa Social, sindicatos, asociaciones de vecinos, corporaciones locales, etc. conforman espacios donde confluye claramente la educación formal no reglada con la educación informal sociocultural. Se trata de un entorno donde la finalidad es el desarrollo personal orientado a la participación activa en los ámbitos social, político y económico.
El papel pedagógico de las Universidades Populares
El objetivo general de las Universidades Populares, surgidas en Francia a finales del siglo XIX, es proporcionar a toda la ciudadanía adulta y joven la oportunidad de aprender activamente todo cuanto necesitan para hacer frente a la vida diaria, es decir, para percibir lo nuevo, enjuiciar críticamente lo establecido y responsabilizar su comportamiento y actitudes de acuerdo con las exigencias de los conocimientos adquiridos y de los criterios que ellos mismos elaboran. El aprendizaje es funcional al intentar generar ciudadanos que sean capaces de transformar la sociedad según sus necesidades. Se trata de “(…) iniciativas no excluyentes, que iban dirigidas a un público con pluralidad ideológica. La aparición de estas instituciones se basó en ideales utópicos, como un requerimiento de la democracia, regeneración social (…)” (Montes Martín, 2016, p. 232).
Las Universidades Populares llevan dedicándose a la educación a lo largo de la vida desde el último siglo y su foco de interés es la educación de personas adultas, la intervención socioeducativa y el desarrollo comunitario. Se trata de un proyecto educativo y social cuya versatilidad hace que se extienda con cierta facilidad con reconocido éxito (Medina Fernández, 2017).
En palabras de Moreno Martínez y Sebastián Vicente (2010, p. 175), se trata de: “(…) un proyecto de desarrollo dirigido a promover la participación social, posibilitar a los ciudadanos las herramientas necesarias para que fueran capaces de transformar su entorno conjugando lo cultural, lo educativo y lo social”.
Las Universidades Populares pretenden el desarrollo de la comunidad de forma educativa, cultural y de intervención social a través de:
- Actuaciones educativas dirigidas al desarrollo personal, social, laboral y cultural, así como al incremento de conocimientos, actitud crítica y transformación social;
- actividades de carácter cultural orientadas a la democratización cultural, y
- animación y desarrollo cultural con la finalidad de contribuir a la justicia social, el cambio y la transformación social (Moreno Martínez y Sebastián Vicente, 2010). El centro de interés de estas organizaciones es generar las oportunidades para el disfrute del aprendizaje a todas las edades a través del desarrollo cultural, la promoción de la participación social, la educación y la formación (Montes Martín, 2016).
Medina Fernández (2017) señala que la educación popular, que da origen a la Universidad Popular, surge como una reacción hacia una educación de personas adultas que, en ocasiones, reproducía el modelo escolar. De esta forma, se genera la necesidad de una educación orientada a los movimientos sociales, las inquietudes políticas, la formación para la ciudadanía activa, etc.
Para finalizar
La actualidad requiere una variedad diversa, flexible y permeable en el ámbito educativo que aborde la participación social, los movimientos culturales y la formación básica. Son las Universidades Populares las que ofrecen la oportunidad a las personas adultas de cualquier edad para acercarse a ellas. La finalidad última de estas intervenciones de la pedagogía son el desarrollo personal y el enriquecimiento sociocultural, así como ofrecer oportunidades de promoción y éxito a aquellas personas que cuentan con una serie de inquietudes que solo el contexto formativo generado en estas organizaciones puede atender.
La sociedad cambiante requiere un tipo de ciudadanía activa y comprometida que cuente con las habilidades y competencias que le permitan enfrentarse a situaciones que suponen un reto constante. Para ello, todas las plataformas que fomentan el aprender a aprenderse vuelven fundamentales en la sociedad del siglo XXI, entre ellas las Universidades Populares.