Este capítulo, el quinto de los que componen este texto, está enfocado a la elaboración de planes de formación con sentido para el empleo. El lector y la lectora han tenido la oportunidad de reflexionar sobre diferentes propuestas y estrategias que relacionan el empleo y la formación. En sucesivos capítulos se han planteado las cuestiones relativas a la conformación de las competencias profesionales clave para el siglo XXI, se ha medido el efecto transformador de las tecnologías en dichas competencias y, finalmente, han volcado sus iniciativas en preparar, mediante acciones preformativas, el sustrato enriquecedor en el que germinarán las ansiadas competencias clave que permitan fertilizar el empleo.
Ha llegado el momento de abordar la cuestión de la formación y el empleo desde otro punto de vista, desde una óptica eminentemente práctica, tratando de resolver la ecuación que relaciona aspiraciones de promover la empleabilidad y la conformación y desarrollo personal con las posibilidades y realidades que rodean a todas y cada una de las Universidades Populares. Hablamos de la planificación de la formación orientada al empleo. Una labor dura pero irrenunciable que requiere algo más que compromiso: necesita tecnificarse.
Afortunadamente, las UU. PP. no están solas en este empeño. Antes al contrario, pues se han desarrollado en los últimos tiempos iniciativas sociales de gran calado político y administrativo que suponen todo un aldabonazo para encarar el reto de programar formación aquí y ahora con impacto directo en el empleo. Son las políticas activas de empleo (PAE), que se han convertido en una referencia de las Administraciones progresistas en toda Europa por sus avances en el desarrollo de las cualificaciones profesionales enlazadas con la evolución económica a escala macro, y por su idoneidad para aplicar la formación que se requiere a escala micro.
Desafortunadamente, España no ha destacado por su protagonismo en la aplicación de políticas activas de empleo en el pasado, pero esto comienza a cambiar. La promoción del empleo, núcleo de la PAE, gira de la gestión del mercado de trabajo (mera contabilidad de empleo y paro) a la provisión y cultivo de los recursos humanos, esto es, a la formación. En ese contexto de cambio, la oportunidad para las Universidades Populares está servida y, esta vez, viene de la mano de las iniciativas sociales más avanzadas y del deseo de la Administración de pujar en serio por estrategias de formación a escala micro.
No podemos desaprovechar la oportunidad, por vocación formativa, por el prestigio ganado y por la responsabilidad en la promoción de los territorios en los que estamos presentes. Implicarse en las PAE es más que una inclinación, es una parte del compromiso social de las UU. PP. Pero no debe hacerse de manera amateur, solo guiados por la vocación, debemos intentar participar en las PAE con el mayor rigor y la mejor de las actitudes.
Hemos de comenzar por reconsiderar nuestra voluntad educativa para inscribirla en la tendencia fijada para la formación en las Políticas Activas de Empleo pasando de la mera labor educativa tradicional (transferencia de conocimientos) a un concepto más elaborado de desarrollo personal que recoge objetivos de orientación, búsqueda, mediación y, sobre todo, de formación y acompañamiento en el desarrollo de la biografía profesional.
Origen de las Políticas Activas de Empleo
Permítanse unas notas aclaratorias. Desde mediados de los años 80, las políticas económicas de impulso a la oferta se han impuesto a las políticas socialdemócratas keynesianas de estímulo a la demanda. La formación es una de las llaves de estímulo a la demanda al elevar el potencial personal y productivo de toda persona.
La reforma de los mercados y el control presupuestario son los eufemismos que encubren ciertas desregulaciones del mercado de trabajo, el recorte suicida de programas sociales y el desmembramiento de estabilizadores automáticos (seguro de desempleo, ayudas sociales, apoyos familiares, etc.).
Nadie duda de que los mercados deben actualizarse de manera continuada para mejorar su funcionamiento, pero, si las reformas del mercado de trabajo son necesarias y la adecuación de los sistemas de protección deben ajustarse a necesidades subjetivas, el hecho es que la aplicación de reformas y recortes en un contexto de crisis (si es que no lo provoca) no solo no ayudan a resolver los problemas más agudos, sino que acaban agudizándolos. Esto es lo que ha ocurrido de manera ostensible en sucesivas reformas del mercado de trabajo, que ahora se intentan revertir mediante contrarreformas legislativas orientadas a paliar las desigualdades y precariedad heredadas del pasado reciente.
El desempleo o paro es uno de los devastadores ejemplos de cómo la visión unidimensional de las políticas de oferta-reforma no combate el problema, sino que ha llegado a convertirlo en un drama debido a la ineficiencia de las políticas de relevo a las tradicionales fórmulas del Estado de bienestar de corte socialdemócrata. El desempleo, la cara vista de la desconexión del sujeto con el mundo que le rodea, es el ejemplo máximo (pero no el único) de la ceguera mercantilista que lo cifra todo a la autorregulación de los mercados desatendiendo el potencial corrector del desequilibrio que tiene toda activad humana guiada por la solidaridad y el deseo de un mundo más justo y mejor.
La tozudez de los hechos, por un lado, y la necesidad de agrandar las bases productivas de sociedades demográficamente declinantes (como la española y la europea, en general), por otro, llevan a repensar y a redefinir la forma de aplicar políticas sociales compensatorias de la situación mercantil dada.
El mecanismo por excelencia de la economía de la oferta es la desregulación. Esta, que se utiliza como si de una palabra mágica se tratara, parece suficiente para desatar fuerzas económicas capaces de arrastrar hasta una riqueza inmoderable a las sociedades que elijan su opción. Obviamente, es una exageración que, como tal, no se corresponde con la realidad. Es cierto que la desregulación produce ganadores capaces de acumular montañas de riqueza, pero también dejan un poso enorme de problemas que se acentúan hasta convertirse en endémicos o estructurales, o sea, irreversibles en el contexto en el que se abordan. El desempleo masivo, el paro y el subempleo son una de las caras más amargas de ese relato que ya hemos destacado en párrafos anteriores.
Desempleo, paro y subempleo son un problema que desborda toda preconcepción académica y toda posición ideológica. Se ha convertido en una problemática capaz de desestabilizar cualquier ámbito, sea social, geográfico o económico. Por ello, nuevas voces y nuevas propuestas se elevan para reivindicar un tratamiento del fenómeno del paro como algo con una entidad más allá del escenario de la pugna política. Utilizando un lenguaje prestado (del género del sexo), es una cuestión transgénero, transideológico.
Las PAE (políticas activas de empleo) son, por su concepción, por el consenso con el que nacen, por la convicción y por la energía con que se las pretende impulsar, una certificación de que el empleo es una problemática transideológica. Cuestión que en el ámbito europeo no requiere mayor aclaración, pero que, desgraciadamente, sí parece necesaria en nuestro país.
Las experiencias anteriores en políticas públicas han sido, como poco, desalentadoras. Por razones que no ha lugar tratar aquí, lo cierto es que los servicios públicos de empleo no han cumplido la expectativa en ellos depositada. De los privados no cabe hablar, dada su conexión estrecha y casi exclusiva con la cuestión de la inserción, algo en la mediación y poco o nada en la orientación, la formación y el acompañamiento, hechos clave en las nuevas formas de entender las PAE.
¿Qué se puede hacer?
Mucho, si se está del lado del activismo social. La contumaz incompetencia de las fórmulas anteriores comienza a dar paso a formas más sociales y más comprometidas para intervenir en el desarrollo de políticas activas de empleo. Pareciera que se abre un frente de posibilidades para la intervención de los actores intermedios a quienes, desde Europa y desde otros espacios, se les reconoce una capacidad superior para actuar en el mercado de trabajo y, dentro de él, en ámbitos y sectores para los que están particularmente preparados y estrechamente conectados, cual es el caso de las Universidades Populares.
Ante la eventualidad de impulsar nuevas formas de organizar y desarrollar políticas activas de empleo en nuestro país, las UU. PP. deberían presentarse de manera urgente ante las autoridades concernidas en esta materia para implicarse en objetivos de orientación, búsqueda, mediación y, sobre todo, de formación y acompañamiento en el desarrollo de la biografía profesional destinada a los colectivos con los que interactúa de manera permanente desde hace décadas.
El perfil, la trayectoria y la experiencia de las UU. PP. dota a esta comunidad educadora de una idoneidad inigualable. Para quien no conozca al detalle la organización, su trabajo y su historia, y para reforzar el discurso de sus miembros actuales, conviene recordar que:
1. La red de UU. PP. compone una estructura de proximidad con ciudadanos y ciudadanas de territorios preferentemente rurales y ciudades de tamaño medio-bajo.
2. Presta servicios de educación, formación y desarrollo personal, desde sus inicios, en esos ámbitos.
3. Son territorios con ciertas carencias, particularmente, en el terreno de los nuevos servicios, cual puedan ser los de PAE.
4. Las UU. PP. acumulan una amplia experiencia en el trabajo con personas desfavorecidas o necesitadas de ciertos apoyos para impulsar su desarrollo personal y educativo. De modo que puede llevar a cabo, con ciertas garantías de éxito, experiencias piloto, pues no se parte de cero.
5. El colectivo de mujeres ha sido y sigue siendo prioritario en la actividad de la red UU. PP. Se han desarrollado actividades ya muy consolidadas en el terreno del empleo femenino y disponemos de trayectoria, objetivos y metodología para afrontar los retos del empleo femenino en zonas rurales.
6. La red dispone de un número suficiente de personas desplegadas en campo, entrenadas en el desarrollo de misiones de guía o tutela de la evolución formativa de los ciudadanos de sus territorios. Son perfectamente conocidas y generan ilusión. Desde luego, no están contaminadas por ningún tipo de rechazo institucional.
7. La red dispone de una unidad, la Federación de Universidades Populares (FEUP), que centraliza, coordina y promueve acciones colectivas desde sus inicios. La FEUP puede desarrollar las labores de tecnificación de la prestación del servicio PAE porque viene promoviendo acciones en este sentido de manera continuada, aunque con escasos recursos y limitada en sus objetivos y funciones.
Todo ello nos anima a sugerir el aprovechamiento de este acumulado de presencia y experiencia para abordar una cuestión tan crítica como es la formación para el empleo entre los/las ciudadanos/as en nuestro país, y, particularmente, entre aquellos/as que son referencia de las UU. PP., como poblaciones rurales, pertenecientes a todas las comunidades del Estado y segmentados/as en torno a colectivos muy definidos (mujeres, ágrafos, inmigrantes, etc.).
¿Cómo hacerlo?
Ya sabemos qué hacer y para qué hacerlo, las dos preguntas fundamentales en cualquier disyuntiva, y el empleo o la falta de él, sin duda, lo es. Resta el cómo llevarlo a cabo.
Cómo abordar una cuestión compleja que pueda mejorar la situación de las personas afectadas es la seña de identidad del proceso general de innovación. El que las UU. PP. puedan convertirse en actores activos en la aplicación de PAE requiere aferrarse a un proceso de innovación social que debe arrancar con la autoconvicción de la importancia de la presencia de la red UU. PP. en la promoción del empleo en sus zonas de referencia. A este primer y decisivo paso habrán de seguirle otros tantos que ya no son sino de resolución de problemas derivados de la vocación de las UU. PP. por promover el enriquecimiento social vía la orientación, la formación y el empleo.
Hay que preparase para actuar, desde luego que para todo hay un tiempo correcto, pero también hay acciones que resultan ineludibles en el caminar. Es propósito de este capítulo avanzar en líneas de pragmatismo que acerquen las UU. PP. a las PAE. Las acciones que se describen a continuación se inscriben en una propuesta general para fijar las coordenadas a fin de ejercer un papel activo en PAE.
Sin pretender establecer un recorrido prefijado, con estas notas queremos reseñar los pasos que parecen irrenunciables y que pueden servir de guía de referencia:
1. Contacto con la Administración.
2. Preparación y firma de compromisos vinculantes.
3. Fijación de objetivos.
4. Estructura de la red implicada y de sus órganos (nodos) coordinadores.
5. Elaboración del soporte técnico.
6. Desarrollo de instrumentos y herramientas para la intervención en la orientación, seguimiento e inserción en el mercado de trabajo.
7. Diseño del modelo o modelos de ejecución PAE en la red UU. PP.
Modelo de la Acción
Cuando pretendemos involucrarnos en Políticas Activas de Empleo, hemos de ser conscientes de que nos situamos, claramente, en la economía del trabajo y en el del dominio y desarrollo de las capacidades que permiten a hombres y mujeres desplegar su potencial productivo en distintas áreas. Hablamos, pues, de empleabilidad. En el caso del objetivo que nos planteamos, promover la empleabilidad, la economía del trabajo nos invita a reconocer estratos o niveles de cualificación polivalente, esto es, el conjunto de habilidades, conocimientos y experiencias que podrían ser aplicadas en entornos de producción diversos.
Nuestros esfuerzos se dirigirán a descubrir áreas de polivalencia que se producen en los distintos ámbitos del mercado, en los trabajos relacionados entre sí en el seno de ciertos conglomerados productivos, sean definidos por su radicación geográfica o por su especialización productiva. El norte de nuestras acciones debe orientarse a partir del análisis de la estructura del mercado de trabajo en lo local, sean cuales sean las especialidades productivas y los sectores de actividad presentes en los ámbitos de mercado próximos al área de influencia de cada una de las UU. PP.
Dicho de otra manera, la actividad prioritaria parte del análisis del factor trabajo presente en nuestras zonas de influencia. Y habrá de tenerse en cuenta que el análisis del factor trabajo, es decir, de la capacidad residida en hombres y mujeres para lograr un fin productivo, se centra en tres elementos:
- Modelo de organización: que hace referencia al tipo de organización necesaria para aminorar el esfuerzo colectivo (a veces, individual) que siempre supone la acción del trabajo.
- Estructura de capital: el universo de útiles, herramientas, locales y otros elementos que permiten multiplicar el efecto del esfuerzo realizado.
- Capacitación, competencia o cualificación: el acumulado de saberes, conocimientos, habilidades y experiencias que permiten actuar de manera diestra en el logro del fin productivo de que se trate.
Esa estructura que racionaliza el consumo de recursos se repite en cualquiera de las formas de intervención del trabajo humano, sea en la industria, en los servicios e, incluso, en las actividades básicas (agricultura, pesca, etc.). Ninguna esfera es ajena a este proceso de racionalidad económica. Tan solo se producen casos particulares en la conjugación de los tres elementos. Y su particularidad, lejos de ser una rémora para la aplicabilidad del trabajo, dentro y fuera de la economía que se analice, provee a los protagonistas de extraordinarios fundamentos de polivalencia, esto es, de capacitación para la aplicación de las destrezas adquiridas susceptibles de ser proyectadas fuera de una actividad concreta.
Resumiendo, hemos de advertir que el proceso de vinculación de las UU. PP. en políticas activas de empleo debe surgir de un proceso de investigación de la realidad económica circundante, haciendo especial énfasis en el análisis de las formas de aplicación del factor trabajo, compendio de conocimientos, habilidades y experiencias reconocibles en el desempeño laboral en distintos puestos de trabajo situados en el aquí y ahora.
Ello nos lleva a la necesidad de dotarse de un cuerpo metodológico adecuado al reto de investigación social que habrá de sostener la participación protagonista en políticas activas de empleo.
Metodología (sugerida)
Queda claro que vamos a movernos en el terreno de la ciencia social y, particularmente, de la ciencia social aplicada al fenómeno del trabajo.
Será, pues, necesario desarrollar una investigación sobre el potencial productivo del trabajo generado en ámbitos de mercado concretos, y vamos a hacerlo siguiendo los criterios metodológicos ortodoxos de la ciencia social. Pero, dada la novedad de la iniciativa que se propone, hemos de comenzar por constituir una unidad de diseño de la investigación que estaría formada por los potenciales participantes en la misma y que se desarrollaría en sucesivas jornadas de tipo taller, centradas en la elevación técnica del perfil de los mismos participantes, para ajustar su perfil formador a las necesidades derivadas de nuevas responsabilidades en investigación social.
La novedad de la propuesta de investigación exige la implicación de todos los participantes en todas sus fases, desde el diseño a la ejecución de las acciones que se estimen más oportunas. Lo que estamos sugiriendo es que los actores vinculados a las UU. PP. dispuestos a abordar el reto de las PAE constituyan un equipo de analistas y se doten a sí mismos de las herramientas de investigación que se consideren más adecuadas. Este esfuerzo tiene una doble ventaja: por un lado, elaborar la caja de herramientas y, por otro, fortalecerse como analistas en el proceso de elección; ambas cosas son totalmente necesarias para el diseño y desarrollo de metodología de reconocimiento del factor trabajo.
De modo que el taller no es una acción de transferencia de conocimientos en la que ciertos técnicos “enseñen” o definan el camino a seguir, sino que el grupo formado por técnicos y responsables de las UU. PP. constituirían una unidad de diseño de la investigación. El taller sería un laboratorio para el desarrollo de la investigación propuesta.
Pero no partimos de cero, existen ciertas referencias que servirían como guías para la actividad que hay que seguir en el taller-unidad de diseño y que sería la propia de cualquier equipo de Investigación y Desarrollo de propuestas. La interacción entre todos sus miembros será su base del ejercicio.
Resulta obvio que este equipo de I+D, como cualquier otro, va a concitar a personas con distinto grado de experiencias y de conocimientos. Conviene que vayamos fijando posiciones. Habrá técnicos del proyecto que no pertenezcan a la red de las UU. PP., que hayan adquirido su solvencia en el campo de la ciencia social a lo largo de diferentes experiencias de investigación. Compete a estos técnicos poner a disposición del resto de los participantes algunos elementos de reflexión y de consulta sobre la ortodoxia en la metodología de investigación en ciencia social.
Lo reseñamos, a continuación, de modo que pueda ser tenido como breve apartado metodológico orientador para la acción de investigación que se pretende desplegar. Existen herramientas estándares para la aplicación de metodología de reconocimiento del fenómeno del trabajo (análisis de puesto de trabajo y análisis de carga de trabajo) y técnicas para la obtención de datos (observación participante, entrevista personal, etc.) que deben ser tenidas muy en cuenta, ya que suponen un acumulado de experimentación investigadora previa y que tienen la ductilidad suficiente como para ser adaptadas a distintas necesidades.
Por otro lado, la investigación de mercados de trabajo que vayan a emprender las UU. PP. habrá de ser coherente con los esfuerzos analíticos que realizan otras instituciones, ministerio o consejerías de trabajo, concejalías y servicios públicos de empleo, etc. Deberemos realizar esfuerzos de sintonía con sus estrategias metodológicas. Desde aquí ya apuntamos que hemos de converger, y que para ello hemos de ser respetuosos con las fuentes de información institucional y científicamente aceptadas.
Estructura de las fuentes de información en ciencia social
En Ciencia Social existen dos formas de acceder a la realidad que se trata de investigar. Estas formas son: fuentes de información secundaria y fuentes de información primaria.
Fuente de información secundaria:
Se la denomina fuente de información secundaria porque el analista recibe una información indirecta de la realidad que trata de estudiar. Los datos han sido elaborados por terceros (instituciones o particulares) con un criterio metódico públicamente conocido y de utilidad y relevancia variables según los distintos planos de interpretación.
Dependiendo del tipo de información que ofrecen, podemos hablar de:
- Fuentes de información básica, donde se recogen datos adscriptivos de la realidad que interese; en nuestro caso, padrón, CNO-CIUO, CNAE, EPA, movimiento laboral registrado, etc.
- Fuentes de información elaborada, donde los datos expuestos han sufrido un tratamiento específico en orden a concretar, sistematizar, relativizar, ponderar o alertar sobre determinadas realidades. Existen dos modelos:
Bases de datos.
Estudios y proyectos.
Afortunadamente, cada día disponemos de mayor y mejor información secundaria, lo cual facilita enormemente la tarea del analista. La metódica de análisis y exposición avanzan a un ritmo muy acelerado. La actividad futura del Instituto Nacional de las Cualificaciones Profesionales es una acción político-institucional que debe llenarnos de optimismo a todos.
El número de publicaciones va en aumento y la solvencia de las más importantes se afianza cada día. La asignatura pendiente, la desagregación de la información, trata de corregirse, pero no es una tarea fácil si contamos con la enorme variedad cultural, la gran extensión del territorio nacional y la diáspora poblacional y económica de nuestro país.
Por ello y porque ninguna realidad social es completamente aprehensible desde el dominio de instrumentos de análisis de orden secundario, la Ciencia Social y la Economía, en sentido muy amplio, han desarrollado una serie de instrumentos de análisis cuyo objetivo no es el comportamiento «macro» propio de la estadística y otras informaciones elaboradas, sino el comportamiento «micro».
Fuentes de información primaria:
Las fuentes de información primaria son aquellas que utilizamos para conocer realidades ocultas o inexplicadas desde la información elaborada o secundaria. En sociedades complejas como la nuestra, ninguna realidad social es unicausal, más bien son el resultado de una acción multipolar. Por ello es aconsejable (más bien, necesario) adaptar el instrumento que nos permite recabar información a las características de nuestro objeto de estudio; en este sentido, se generan ad hoc.
Las fuentes informantes recorren un espectro tan amplio como la propia realidad que estudiamos. Necesitamos, pues, unas herramientas dotadas de una flexibilidad y versatilidad comparables a la diversísima pluralidad en la que se expresa la realidad.
Las principales técnicas que podemos utilizar son:
Encuestas.
Grupos de discusión.
Entrevistas abiertas.
Observación participante.
Estas técnicas son las más adecuadas y contrastadas por la experiencia en la realidad que nos ocupa, el mercado de trabajo.
Digamos que, a partir de la presentación y el estudio de las herramientas originadas para la obtención de información primaria y secundaria, el taller de diseño de una metodología propia para la participación de las UU. PP. en Políticas Activas de Empleo se generaría el arsenal básico de utilidad transversal para todas las UU. PP.
Sin embargo, aún quedarían pendientes cuestiones que tienen que ver con la gestión colectiva de todo este entramado. La existencia de una organización paraguas como la FEUP, con capacidad para coordinar a todas las UU. PP., facilita la resolución de esas cuestiones que tienen más que ver con la ejecución directa que con la ideación que se ha descrito con anterioridad.
Aquí importa el tamaño más que la destreza. Hay que tener en cuenta que se trata de generar un mecano con capacidad para realizar tareas de gestión con economía de escala. Complejo y delicado, pero nada que no se pueda resolver aplicando los recursos necesarios. Cómo conseguirlos es una cuestión que nos sacaría del objetivo de este quinto capítulo del libro que el lector o lectora tiene ahora entre sus manos.
¿Por qué dar esta batalla?
La pregunta correcta sería la contraria a la expuesta en el encabezado, sonaría algo así: ¿por qué inhibirse en esta batalla? Y no tendríamos argumentos, al menos si miramos la trayectoria de las UU. PP., toda una historia dedicada a la acción social compensatoria de las dificultades y desventajas de los desfavorecidos en nuestra sociedad. Generar formación orientada a la mejora de la empleabilidad es tanto una aportación social general como una responsabilidad ontológica de nuestro ser. Inhibirnos en la batalla por el empleo sería una forma de renunciar a nuestras esencias y convicciones.
Nuestra misión, continuadora de la de la Institución Libre de Enseñanza, sigue siendo llevar la educación a aquellos colectivos sociales que, por razones socioeconómicas, han visto su derecho a la educación coartado o interrumpido. Los colectivos desfavorecidos de jóvenes, mujeres y mayores son sujetos preferentes de nuestra atención. La nueva realidad del empleo acentúa, en muchos casos, la dependencia de los colectivos desfavorecidos tradicionales y afecta el afloramiento de nuevas dependencias que impactan a colectivos menos expuestos.
Mantenemos con todos ellos una relación intensa, tanto como para apercibirnos de que sus necesidades educativas varían con el tiempo y están sujetas a cambios estructurales que requieren respuestas del mismo tenor. Por ello, en la FEUP nos embarcamos en proyectos de investigación y de colaboración con las entidades nacionales, europeas e internacionales con quienes compartimos objetivos y visiones.
Pero hemos de exigirnos más. Por ello expresamos el deseo de que las UU. PP. se involucren en el desarrollo de políticas activas de empleo. Por sus orígenes y principios y también por sus realidades. La red de UU. PP. es tan única y tan importante que si no existiera, habría que inventarla. Las particularidades de las UU. PP., institución sin ánimo de lucro de educación de adultos con más de 200 centros repartidos por toda la geografía nacional, herederas de la Institución Libre de Enseñanza e instaladas, mayoritariamente, en poblaciones de media y baja densidad demográfica, son una joya preciosa del entramado social de nuestro país.
Las UU. PP. están en los lugares más complejos para la acción social de otras instituciones del Estado. Y su presencia no es declarativa, como ocurre con otras agencias sociales, comunitarias o municipales, sino corajudamente ejecutivas al prestar servicios a la comunidad de manera directa, de manera personal.
Esa doble virtualidad (ser un conjunto de entidades comprometidas con el desarrollo social y estar habituadas a cumplir dicho compromiso aquí y ahora, frente a frente con las personas que nos necesitan) es la mejor de las justificaciones de por qué involucrarnos en las políticas activas de empleo.
La pregunta pertinente, que nos instala en el futuro, habrá de ser: ¿Pero cómo no hacerlo? Involucrarse en políticas activas de empleo es una responsabilidad inherente a todo actor social comprometido con su mundo. No obstante, en el caso de las UU. PP., es un deber conectado a sus compromisos de hoy y a sus orígenes del ayer. El reto y la viabilidad que implica participar en las PAE es parte del futuro que nos espera a la vuelta de la esquina.