@import url('https://fonts.googleapis.com/css2?family=Lato:ital,wght@0,100;0,300;0,400;0,700;0,900;1,100;1,300;1,400;1,700;1,900&display=swap');
Las Universidades Populares ante los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS)
Rocío Cruz Díaz

Rocío Cruz Díaz

Profesora de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

Esther Prieto Jiménez

Esther Prieto Jiménez

Profesora de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

Los 17 ODS se tratan de una lista de tareas para las personas y el planeta, y de un plan para el éxito.

Ban Ki- Moon

Las Universidades Populares, en cualquiera de sus ámbitos, espacios, etapas o entornos, tienen como finalidad formar para trasformar con espíritu de mejora a las personas que participan del proceso de enseñanza-aprendizaje mediante un alto compromiso y una crítica reflexiva y constructiva. Para ello, han de promover la concienciación e implicación directa tanto en actitudes y valores como en justicia y equidad, educación universal, compromiso social, sostenibilidad medioambiental o desarrollo comunitario, entre otros.

Todos ellos son ejes de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2015 estableció mediante una serie de metas en la Agenda 2030, tras la revisión de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que aprobó la Asamblea General de Naciones Unidas (NN. UU.) en 2000 con la Declaración del Milenio.

Los ODS quieren ser un paso hacia el desarrollo global y sostenible al considerar que son múltiples las posibilidades de acción y compromiso que todos y todas podemos adoptar ante las 169 metas y los 231 indicadores presentados por la ONU. Un reto de alto peso cívico-social donde las UU. PP. asumen su grado de compromiso ante la necesaria sensibilización y concienciación ―de la ciudadanía― para alcanzar ese mundo más justo, equitativo y sostenible.

Nos apoyamos para ello en la Educación para el Desarrollo (EpD) como disciplina, que entendemos clave para construir una ciudadanía global crítica, políticamente activa y socialmente comprometida con la persona y sus comunidades. La EpD hace de la capacidad crítica de cada persona la herramienta básica para la toma de conciencia frente a las desigualdades planetarias al promover la cooperación solidaria. Se compromete con toda la estructura social mediante estrategias y dinámicas de “participación activa” en la que cada ser humano pueda expresarse libremente ejerciendo, de forma responsable, su derecho a denunciar toda situación de desamparo social, reclamar la defensa de los derechos humanos, la paz y la dignidad de toda persona o comunidad frente a la exclusión y la marginación.

Uno de los rasgos más destacables de la EpD es huir del asistencialismo tradicional para progresar y avanzar hacia los principios de una ecociudadanía o ciudadanía global, caracterizada por una emergente ciudadanía crítica y empoderada que, mediante las redes sociales y las ciberorganizaciones, alcanza todos los ámbitos sociales (género, sostenibilidad ambiental, salud…) y moviliza a la estructura social para que sea protagonista de su propio cambio grupal y global.

Desde este enfoque de acción e intervención de equidad e igualdad, las Universidades Populares disponen de un relevante papel ante la necesidad de evidenciar la toma de conciencia del alto grado de discriminación y desigualdad de derechos de las personas y de las rutas o ejes que se han de trazar para promover y alcanzar la ciudadanía global y, por ende, la responsabilidad compartida a niveles locales, nacionales e internacionales.

En definitiva, participar en las respuestas a las demandas del presente sin comprometer la capacidad de futuras generaciones de satisfacer sus necesidades. Si podemos hacer algo acerca de este objetivo, nuestros pasos nos deben guiar hacia la sensibilización y posterior concienciación de los ODS.

Resultas de interés en la evolución de Objetivos del Milenio (ODM) a Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

Cronológicamente, estamos en 2010, año en que se logra alcanzar una de las metas básicas de los ODM: aquella centrada en la reducción a la mitad de la tasa de pobreza extrema de 1990 y cuando se definieron ciertos avances en relación con la mortalidad y escolarización de la infancia, el servicio de la deuda externa de los países en desarrollo, la vacunación contra el sarampión y la prevención del paludismo. En todo caso, a niveles globales, se produjeron significativos incumplimientos en cuanto a precariedad laboral, mortalidad materna, infraviviendas y emisiones de dióxido de carbono, además de desiguales grados de progreso en los distintos países en desarrollo.

El punto de partida de los ODM, para muchos, estuvo subordinado a los imperativos de la Guerra Fría y la economía y política poscolonial. Se definió como “agenda social” de la globalización, estrechamente vinculada a la lucha contra la pobreza. Otro de los ejes de los ODM gira alrededor de una agenda tecnocrática, tachada de “minimalista” y poco ambiciosa, que centraba todas sus atenciones en paliar los síntomas más que identificar las causas.

Esta limitada acción de carácter reduccionista y parcial de la pobreza extrema quedó ajena a la desigualdad y nunca planteó ni replanteó estrategias ni medios razonablemente eficientes para alcanzar las metas propuestas, e incluso, se denuncia, renunció a definir una agenda universal centrando su atención en los países pobres, países, tradicionalmente definidos como norte-sur.

Un lustro después, se reactiva la discusión entre actores gubernamentales y no gubernamentales con enfoque “global” y mecanismos multilaterales ―formales e informales― en el marco de Naciones Unidas tras el trabajo del denominado Grupo de Trabajo Abierto de la Asamblea General (GTA). Las convenciones dieron su fruto y se definió una propuesta de objetivos y metas que, posteriormente, fueron discutidas en la Asamblea General, la cual, en julio de 2015, presentó una propuesta final de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) donde se identificaba claramente la presentada por la GTA. Quedó aprobada por aclamación el 25 de septiembre de 2015, con el respaldo de 150 jefes de Estado y de Gobierno y de los 193 miembros.

Entender los efectos de la globalización en el día a día no es fácil. De hecho, la mirada debemos centrarla en la estructura internacional y la distribución del poder y la riqueza en un doble eje. Por un lado, hay que ser consciente de que la redistribución de poder entre los actores nacionales o internacionales se genera precisamente en el ascenso y desarrollo de los países emergentes. Puede parecer una paradoja, ya que, al tiempo que disminuye la pobreza extrema aumenta la desigualdad, y, curiosamente, conforme disminuye la desigualdad entre países emergentes y avanzados aumenta entre las personas, tanto local como globalmente.

Las Universidades Populares pueden y deben dejar constancia de la importancia de los ODS como impulsoras de la sostenibilidad social que se promulgaron entre aquellas iniciativas presentadas en el Foro Social Mundial con su lema “Otro mundo es posible” en aras del consumo justo y responsable y el desarrollo global.

Figura 1. ODS. Principales metas para el 2030.

Como podemos ver, en La Agenda 2030 convergen dos grandes propuestas de acción social; por un lado, el desarrollo humano que viese sus antecedentes en los ODM; y por otro, el desarrollo sostenible, permanentemente presente en las Cumbres de la Tierra. Ejes de carácter global y trasnacional del desarrollo, básicamente, en dos ámbitos: la sostenibilidad ambiental en general y el cambio climático, en particular.

Mucho se ha discutido ante la idoneidad de los ODS y su repercusión en cada país o región. El nivel de desarrollo global demanda necesariamente un abrigo universal que impute una perspectiva geopolítica; sin embargo, esta estrategia de pretendida cobertura universal de La Agenda 2030 impone iguales objetivos a desiguales territorios y países tanto avanzados como en desarrollo.

Identificar su repercusión e impacto de los ODS de la mano de las UU. PP. Hacia la sensibilización

Figura 2. Esquema de trabajo para campañas de sensibilización de la ONGD Madre Coraje.

Recordamos que la Educación para el Desarrollo puede sernos de gran utilidad al permitirnos, desde las estrategias educativas de la Universidad Popular, agrupar todas y cada una de las prácticas, actitudes, contextos y situaciones que promueven dicho proceso de acción socioeducativa más funcional y sostenible. Entre todas las dimensiones identificadas en la EpD (sensibilización, educación-formación, investigación e incidencia política y movilización social) nos centraremos en presentar una interesante propuesta de sensibilización que permitirá transformar el imaginario colectivo desde lo local para incidir cómo asumimos desde una posición de cooperación solidaria en lo global.

La pregunta es: ¿Nosotros/as podemos realizar acciones de sensibilización para contribuir al desarrollo de los ODS? Una evidente respuesta afirmativa nos abriría un amplio catálogo de propuestas al proceso activo y creativo que promueve un cambio de actitudes y comportamientos en la sociedad, fomentado los valores de justicia y solidaridad, como se denominase en 2012 a la sensibilización en el Código de Conductas de la ONG de Desarrollo. Se trata de concienciar a la ciudadanía sobre su existencia e impacto a nivel global, hacernos partícipes del compromiso global mediante la realización de acciones locales.

Entre otras finalidades, el producto finalº de toda acción para la UNESCO debe:

  • Ayudar a actuar, a buscar posibilidades de cambio social, hacer propuestas, presionar e influir en los ámbitos de decisión políticos y mediáticos.
  • Informar de las realidades en el mundo, de las causas de la desigualdad y de sus posibles soluciones.
  • Fomentar un ambiente de comprensión y de respeto hacia las costumbres y formas de vida de otras culturas.
  • Promover valores y actitudes tendentes a un cambio social (justicia, paz, equidad, igualdad, democracia, participación, solidaridad, cuidado del medioambiente…).
  • Estimular un compromiso concreto con los países empobrecidos.

Otro aspecto de la Educación para el Desarrollo que nos puede resultar de especial interés es la dimensión política y su incidencia socia, al pretender que la clase política escuche a la ciudadanía y sus movilizaciones sociales. La clase política muchas veces puede estar ajena o desinformada respecto a las necesidades o ayudas que los ciudadanos están precisando de forma urgente, por lo que en esta dimensión se expone la relevancia de la política en cuestiones relacionas con la Educación para el Desarrollo.

A ello se le suma la transversalidad como principio de comprensión de sistemas de conocimiento no androcéntricos, cuyo fin es el empoderamiento a partir de estrategias educativas que toman como referencia las teorías que se presentan en el ámbito educativo crítico (Shirley, Grundy, Giroux), la Educación Popular (Freire) y todas las innovaciones metodológicas de modelos y corrientes, como las de Maria Montessori, Freinet, Pestalozzi, Ferrer i Guardia, etc.

Aspiremos a romper el círculo de falta de implicación-desconocimiento-falta de implicación sobre las diferentes acciones que restan por alcanzar con vistas a los ODS y a la Agenda 2030. Generemos nuevos modelos de acción y alcancemos un efecto multiplicador que se circunscriba no solo a las Universidades Populares, sino a sus entornos más inmediatos, tanto a familias o grupos de iguales como a responsables institucionales, políticos, económicos y del tercer sector locales. Partir de una propuesta generativa inclusiva y cooperativa mediante la creación de materiales de carácter visual-audiovisual diseñado por las personas que integran las UU. PP., como recursos de información y sensibilización a toda la ciudadanía, identificar necesidades y aportar respuestas y propuestas del día a día, de lo cotidiano, de “lo local” en la contribución a la consecución de los ODS.

Mas allá de los ODS: la construcción del buen vivir

No podemos cerrar este capítulo sin abordar los rasgos más generales de una corriente afín en sus objetivos a las propuestas en la Agenda 2030 y los ODS, y discordante en sus modelos y acciones políticas, económicas y sociales.

Todas aquellas acciones y propuestas que pongamos en marcha no nos pueden desviar de la realidad, de los progresivos desequilibrios y asimetrías de desarrollo, del mismo modo que las responsabilidades y capacidades diferenciadas en países y territorios comportan la responsabilidad ante las posibilidades e intereses “locales/globales” propias de una gobernanza del desarrollo global. El reconocimiento de una ecociudadanía supera los discursos anclados en el optimismo liberal de los años 90 del siglo XX.

Con la Agenda 2030 y los ODS nos resituamos ante un marco multilateral mediante un pacto global para el desarrollo que refleja adecuadamente la geografía política del desarrollo y la economía política internacional. Con las metas definidas mediante los ODS se asume que el desarrollo global no puede limitarse al reduccionismo de términos y expresiones tales como “tercer mundo” o “pobreza norte-sur”, y se reconoce de “validez universal” sin limitarse ni condicionarse a los países más pobres.

El marco de gobernanza en el que llevamos trabajando desde hace más de lustro asume el principio de subsidiariedad de la ciudadanía de cada país o territorio y destaca la importancia del movimiento ciudadano y el valor de la movilización de la acción colectiva. Estos principios toman especial relevancia en el Movimiento del Buen Vivir, que no desea ni comparte las metas de la Agenda 2030 y los ODS.

Nace como propuesta de transformación de los sistemas socioeconómicos latinoamericanos y parte de un diagnóstico de la situación que viven estos, situación que puede ser caracterizada como un estado de mal desarrollo (o de mal vivir). La corriente considera al modelo económico mundial de hoy heredero de la estructura económica internacional de origen colonial (colonización), basado en una estructura de mercado centrada en la propiedad privada (capitalismo) con origen en el principio del dominio del hombre sobre la naturaleza (antropocentrismo). Los problemas que padecen los sistemas socioeconómicos latinoamericanos ―la alienación personal, la inequidad social y la insostenibilidad ambiental― son consecuencias de estos tres elementos: la colonización, el capitalismo y el antropocentrismo, respectivamente.

El buen vivir, frente al mal desarrollo, surge en los países andinos, en especial en Ecuador y Bolivia. Se inspira en la forma de vida ancestral de los pueblos indígenas de la región, en los pensamientos indigenista, socialista, ecologista y posdesarrollista, sin buscar necesariamente identificarse con ninguno de ellos, sino en determinar un punto de encuentro entre ellos. Pretende reconocer la identidad cultural de los pueblos y la equidad y sostenibilidad económica mediante el reconocimiento de sociedades plurinacionales que conformarían sociedades biocéntricas, cuyo estilo de vida es alcanzar la sostenibilidad global (ecociudadanías).

Dicha estructura de Estado plurinacional acometería una estrategia política basada en tres grupos estrechamente relacionadas: las políticas de descolonización, las políticas de autodeterminación y las políticas de interculturalidad.

La conformación de una sociedad poscapitalista se desplegaría en torno a cuatro ejes o grupos de acciones políticas: las de regulación del mercado, las de redistribución de la renta emanada del mercado, las de redimensionamiento de los mercados y las de desmercatilización. Todas ellas permitirán el fomento y la promoción de medidas cooperativas y equitativas como: la donación entre productores y consumidores o entre consumidores mediante bancos de alimentos o donación de ropa o enseres; el comercio justo ―donde el ánimo de lucro de productores, intermediarios y consumidores es sustituido por valores justos y equitativos, como la retribución digna, el respeto por los derechos humanos de producción e intermediarios―, así como el fomento de actividades como el trueque, la reciprocidad, los bancos del tiempo o el uso de monedas locales, entre otros.

Y la conformación de una sociedad biocéntrica abordaría la implementación de tres grupos de políticas: 

  • Las de reconocimiento de los valores intrínsecos, no instrumentales, de la naturaleza que nos llevarían a reconocerla como sujeto de derecho por su valor para las formas de vida con la misma consideración que la vida humana.
  • Las de reconocimiento de los valores de uso de la naturaleza, que comenzarían con una Declaración Universal de los Derechos de la Naturaleza ―al igual que se promulgaron en su día los derechos humanos― y la aprobación de medidas legislativas que sancionasen los actos contrarios a su conservación y explotación controlada o al respeto de los ciclos naturales de producción y reproducción, promovidas por una conciencia colectiva (Gaia) o una concepción espiritual (la Madre Tierra o Pachamama).
  • Las de modificación de los valores de cambio de la naturaleza, donde los Estados adoptarían medidas para ajustar el sistema de precios y tratar de que los precios finales incluyesen los costes de compensación. De este modo resultarían “justos y equitativos” al ejercer presión fiscal mediante la aplicación de impuestos a la explotación de los recursos naturales o la contaminación y se compensaría la renovación de los recursos renovables destinando recursos a la investigación. En definitiva, se trataría de promover una conciencia política de regeneración de los ecosistemas y fomento de acciones dirigidas a frenar y mitigar los efectos del cambio climático.

Con estas líneas hemos pretendido ofrecer un soporte de acción a las Universidades Populares desde la conceptualización de los ODS, sus antecedentes, evolución e implantación, pasando por estrategias formativas que nos ayuden a generar nuestras propias propuestas metodológicas para finalizar con un espacio alternativo de reflexión crítica sobre la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible mediante un esquemático, pero riguroso y sistemático, recorrido por el conjunto de objetivos, estrategias, políticas y medidas que pretende integrar los diferentes posicionamientos ideológicos sobre el Buen Vivir y que nos permite avanzar hacia una concreción más integral de este.