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Las Universidades Populares, proyectos vivos, laboratorios de ciudadanía
Concha Lobejón Sánchez

Concha Lobejón Sánchez

Coordinadora de programas educativos de la UP de Palencia.

Llevo 37 años trabajando en una Universidad Popular y han sido muchos los retos a los que nos hemos enfrentado desde entonces. Corría el año 1985 y había muchas cosas por hacer en este país. No sabíamos casi nada sobre educación de personas adultas. Empezábamos a hablar de desarrollo comunitario y animación sociocultural, pero todo era nuevo. Leímos con entusiasmo a grandes referentes: Paulo Freire, Francisco Gutiérrez… Nos empapamos de las ideas, los objetivos y proyectos de los Círculos de Cultura Popular, de las experiencias de América Latina, de las propuestas formuladas por las Universidades Populares de otros países europeos… Trabajábamos en equipo. Nos formamos. Analizábamos nuestra realidad cercana y lejana para empezar a dar respuesta educativa, social y cultural a las carencias detectadas… Nos pusimos en marcha con la convicción de que las Universidades Populares eran el proyecto adecuado para combatir tantos años de falta de libertades, tantos años de ignorancia, de desigualdad, de discriminación, de injusticias, de analfabetismo, de falta de esperanza…

Teníamos perfiles variados. Muchas personas procedíamos de la enseñanza, de Magisterio. Fuimos aportando. Los proyectos empezaron a cobrar fuerza, a ser sólidos. Contábamos con los seminarios temáticos de la Federación Española de Universidades Populares, que fueron muy valiosos y permitieron crecer en red (seminario de mujer, de medioambiente, de desarrollo comunitario, de etnografía, de personas mayores, de creación literaria, clubes de lectura, etc.). Y nos plateamos varios ejes clave de trabajo, entre otros muchos:

  • Combatir el analfabetismo total y funcional.
  • Propiciar la igualdad entre hombres y mujeres.
  • Incrementar la calidad de vida de las personas.
  • Acercar la cultura al pueblo.
  • Fomentar el empleo.
  • Crear redes de acción local.
  • Decir nuestra palabra.
  • Potenciar el protagonismo de las personas y los grupos.

Y aquí estamos. En el año 2022. Y hemos enriquecido nuestra designación. Nuestro objetivo básico ahora es la educación a lo largo de la vida. Maravilloso. Esa es la idea.

¿Y cuáles han de ser, desde mi punto de vista, los pilares básicos de nuestra acción? Voy a tratar de enunciar algunos de los que yo considero fundamentales y que no suponen ninguna novedad para las Universidades Populares españolas porque siempre han sido claves en nuestros proyectos.

Desaprender

Quiero partir de las palabras de Paca Aguirre, esa gran poeta que siempre nos acompaña en la Escuela Feminista que hemos creado en la Federación Española de Universidades Populares. Su poema dice así:

Aprender a mirar

Aprender a mirar de otra manera.
Aprender a confiar de un nuevo modo.
Aprender a esperar
como si el mundo se estuviera haciendo.
Aprender, aprender…
Aprender todo desde el entusiasmo
sin apoyar el corazón en lenguas muertas.
Aprender a vivir
continuamente:
ser los discípulos
de un profesor que no da títulos
que ejerce una sabiduría
provisoria y mudable:
ser los aficionados al conocimiento
los aprendices
para siempre
los que se morirán
ignorantes
de casi todo.

Los trescientos escalones (1973–1976)

La primera evidencia es que nos han contado el mundo desde el poder. Hay personas que han construido el conocimiento de una manera dogmática e inflexible. Un conocimiento que acumulamos sin tamizar, sin cuestionar… Es difícil ser protagonistas de nuestro propio pensamiento si no tenemos recursos suficientes para poner en tela de juicio aquello que hemos aceptado sin juicio crítico, más por tradición y conformismo que por opción personal.

A veces no damos el paso del desaprendizaje porque se tambalea nuestra propia concepción del mundo, nuestro sistema de valores, nuestra comodidad intelectual.

Las Universidades Populares son espacios por excelencia de búsqueda de nuevas alternativas de pensamiento, de encuentro de nuevas respuestas y de nuevos caminos, ya que promueven procesos grupales para aprender de forma significativa y potencian nuevos aprendizajes que permiten cambiar de paradigmas resignificando y recodificando experiencias, buscando nuevos caminos, construyendo alternativas.

Estoy convencida de que, a su vez, este proceso de desaprendizaje nos convierte en seres humanos más flexibles, más tolerantes, con mayor capacidad de escucha, con mayor capacidad empática, y, por supuesto, nos ayuda a construir lo que queremos ser y pensar.

Así mismo, y utilizando las palabras de Paca Aguirre, concebimos el aprendizaje como una fiesta (lo que también decía Blasco Ibáñez, fundador de la Universidad Popular de Valencia), con entusiasmo y emoción. Aprender como si todo fuera nuevo, como si el mundo se estuviera haciendo, ser los aficionados y las aficionadas al conocimiento a partir de la dicha de aprender, apropiarnos del mundo y de las ideas para ser y vivir con libertad. Aunque muramos ignorándolo casi todo.

Construir ciudadanía

En las Universidades Populares conviven personas con perfiles múltiples según su edad, formación, sexo, situación social, cultura… Constituyen verdaderos laboratorios de ciudadanía, entendiendo laboratorio como un lugar de investigación, de experimentación y contraste, de ensayo y error en busca de resultados óptimos.

Cada persona llega a la UP por distintas razones y se encuentra con grupos humanos que trabajan juntos. Pero, además, nuestras intervenciones tienen, o han de tener, un plus en este sentido. A sabervivir en comunidad no es fácil, supone tener un nivel de tolerancia y respeto;  supone consolidar procesos democráticos en los que no primen los intereses de unas pocas personas; supone crecer, cuestionar, crear en comunidad…Sin embargo, nuestras sociedades han aprendido pronto los referentes individualistas que premian el progreso individual y la competitividad espuria.

Hannah Arendt, esa gran filósofa a la que admiro, habla de la necesidad de reactivar la ciudadanía en el mundo moderno. Cree que su reactivación depende de la recuperación de una idea básica, la idea del bien común, y la consecuente creación de espacios en los que las personas puedan revelar su identidad y establecer relaciones de reciprocidad y solidaridad. Habla también de la necesidad de cultivar la libertad (una libertad compartida), de desarrollar la virtud cívica y la responsabilidad con el fin de anteponer los intereses comunes a los intereses particulares (lo contrario comporta corrupción y degradación de lo público). ¿Y qué considera Hannah Arendt que es fundamental para desarrollar estos principios? Ella adopta las máximas kantianas y considera que es imprescindible pensar de forma individual, pensar de una manera consecuente y pensar poniéndose en el lugar de las demás personas. Todo ello con el objetivo final de crear proyectos comunes, combatir el aislamiento y la incomunicación, levantar la mirada más allá de nuestros intereses privados, evitar el pensamiento único, los totalitarismos, los fanatismos, reflexionar de forma crítica para no convertirnos en juguetes de la propaganda, marionetas manipuladas y manipulables.

Cuando Hannah Arendt evidenció que Eichmann (teniente coronel de las SS nazis y principal responsable de las deportaciones masivas que acabaron con la vida de más de seis millones de judíos) era un hombre vulgar, un ser inhábil para pensar, acuñó un término que hoy, por desgracia, sigue teniendo vigencia y podemos hacer extensivo a más conceptos: “la banalidad del mal”.

Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes.

H. Arendt, Eichmann en Jerusalén

La carencia de pensamiento, de referentes éticos y morales que evidencien las consecuencias de cada uno de nuestros actos, es un alto riesgo. Podemos banalizar la corrupción, podemos banalizar nuestra forma de consumo (aunque tenga consecuencias medioambientales graves), podemos banalizar el uso de la violencia en la resolución de conflictos (las guerras siguen existiendo), podemos banalizar la prostitución (el oficio más viejo del mundo, dicen algunas personas), podemos banalizar los vientres de alquiler (“lo eligen las mujeres libremente”, oímos comentar en algunos casos),y así un largo etcétera.

Las Universidades Populares pueden ser y son esos espacios de acción colectiva, de creación de pensamiento crítico, escuelas de ciudadanía que contemplan la diversidad, la multiplicidad y la construcción de un bien común. La ciudadanía (como ya señalábamos anteriormente) necesita de personas ejemplares, dignas, éticamente responsables.

Feminismo

Decía Angela Davis que el feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres somos personas. Casi nada y todo. Casi nada y tanto. Años de lucha por los derechos de las mujeres han originado avances sustanciales, pero aún no estamos en el mejor lugar posible. Quedan muchos retos y muchas puertas por abrir, muchas fórmulas que desechar. Y ahí estamos las Universidades Populares. En esta idea. Nuestro último proyecto aglutinador al servicio de todas y cada una de las Universidades Populares del país es la creación de la Escuela Feminista Estatal Paca Aguirre, cuyas metas son:

  • Construir un espacio vivo que potencie la investigación feminista y su divulgación en el entorno de las Universidades Populares.
  • Utilizar el aprendizaje a lo largo de toda la vida y la educación popular como herramientas de transformación social para la plena igualdad.
  • Generar debate y un entorno favorable de aprendizaje y dinamización en clave de igualdad.
  • Impulsar el pensamiento feminista para visibilizarlo y difundirlo a través de la red de Universidades Populares.
  • Difundir conocimientos que permitan la mejor comprensión de los problemas de escala local e internacional que impiden la igualdad entre hombres y mujeres.
  • Empoderar a las mujeres a través de herramientas y procesos sistemáticos que fortalezcan su participación en lo económico, social y político.
  • Acción feminista local para la participación ciudadana en el entorno local desde las Universidades Populares y con el feminismo como base de actuación.

Es decir, las Universidades Populares como proyecto acelerador del cambio e impulsor de un nuevo modelo de sociedad construido en igualdad. 

Enséñame a mirar

El mar

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.

Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.

Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
— ¡Ayúdame a mirar!

Eduardo Galeano

Las Universidades Populares ponemos al servicio de las personas que participan en nuestros procesos instrumentos que permiten interpretar el mundo. Enseñar a mirar es un símbolo de esta idea.

El mundo del conocimiento es inmenso (como el mar de Eduardo Galeano) y no es fácil acercarse a él si se carece de las claves necesarias.

¿Qué aportamos en este sentido? ¿Qué modelo de enseñanza proponemos?

  • Al contrario de lo que se consideraba en la enseñanza tradicional, con las personas que acuden a las UU. PP. no se puede hacer tabula rasa, puesto que cada participante lleva consigo un saber acumulado que puede aportar y expresar y que construirá conocimiento colectivo.
  • Decía el gran poeta José Hierro en sus conferencias: “No vengáis aquí a buscar respuestas. Aquí se viene a buscar preguntas. Aquí se viene a dudar”. Esa es una idea motora. Cohabitar con la incertidumbre, desmitificar las certezas, reconocer las propuestas mágicas de certidumbre y desmitificarlas.
  • Generar entusiasmo, ilusión y emoción por el aprendizaje.  Atrévete a saber es el título hermoso de un bello libro que escribió Rita Levi-Montalcini.
  • Significar y resignificar: dar sentido a lo que hacemos, incorporar el sentido propio al sentido de la cultura y del mundo, comprender el sinsentido de algunas propuestas, impregnar de sentido la vida cotidiana y nuestras prácticas.
  • Fomentar la curiosidad.
  • Valorar la memoria colectiva, la memoria del pueblo, nuestras raíces.
  • Construir belleza. Ética y estética aunadas.
  • Leer. Dice Marguerite Yourcenar: “El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros”. Magnífica idea.
  • Apropiarse de la historia y de la cultura. Ser coprotagonistas.
  • Decir nuestra palabra.
  • Visibilizar nuestros proyectos y procesos. Difundirlos. Darlos a conocer.

No tiene columnas de Hércules el pensamiento.

Tu pequeña alma,

diabólica pereza, se las crea.

Ni Ulises ni Colón sospechaban

los miles y miles de islas a la espera.

Enteros continentes te aguardan.

Duermen en tu cerebro: ¡osa!

El mundo está por crear.

M.ª Luisa Spaziani
(Prólogo de Atrévete a saber)

Formar parte. “Vine para quedarme”

Algunas personas llegan a las Universidades Populares para adquirir unos conocimientos concretos. Lo consiguen y se van. Esto es legítimo, obviamente. Pero otras llegan a nuestros proyectos y se quedan, permanecen durante años. Vemos, por ejemplo, clubes de lectura, talleres de escritura, aulas de las mujeres… que, aunque renuevan presencias, mantienen participantes durante años.

¿Qué supone esto para una Universidad Popular? Supone ―desde mi punto de vista― primero, satisfacción (nadie permanecería de no estar feliz); luego, compromiso, y, en último lugar, reto. Reto para los profesionales que trabajan en la UP que no pueden tener proyectos similares año tras año, que deben renovar metodología, materiales de trabajo, proyectos, propuestas de acción… Reto para las personas que participan, porque, lo que al principio era una idea formativa no vinculante, se convierte en parte de su vida, genera lazos, inquietudes e incluso inconformismo. Quieren más y ya no se conforman.

Y en todos los casos, esos retos son positivos para todos los agentes implicados. Serán proyectos vivos. No permanecerán inmóviles. Generarán una comunidad inquieta que participa, se compromete, deja su huella, crece.

En mi propia experiencia he comprobado cómo grupos de cultura básica evolucionaban juntos hacia nuevas propuestas generadas por ellos mismos. Se transformaron en un taller de ciencias humanas que quería conocer su propio entorno. De ahí pasaron a constituirse en un aula libre denominada Participación y Diálogo. Después se convirtieron en el taller de escritura creativa El manantial y editaron un libro que presentaron públicamente. Se sintieron muy satisfechos con su proceso. Dieron luz a nuevas ideas, aceptaron nuevas participantes en el grupo (todas eran mujeres de mediana edad que acabaron siendo abuelas), dejaron huella, crecieron juntas, dijeron su palabra. Disfrutaron.

He visto cómo las aulas de mujeres han ido también más allá. Primero, han crecido aprendiendo juntas, identificando las desigualdades históricas, nombrando el mundo también en femenino, conociendo experiencias de la realidad de las mujeres de otros países… Y luego han querido más. El siguiente paso se llama (aún lo estamos desarrollando) “historia de las mujeres”, la historia invisibilizada durante siglos que ha silenciado la contribución de tantas y tantas mujeres artistas, filósofas, escritoras, científicas, etc. que han existido, pero que desconocemos. Y son ellas las que investigan y dan a conocer. Las que proponen y alientan. Las que reciben a otras compañeras con los brazos abiertos para que también se sientan como parte de los grupos.

Y son solo dos ejemplos. Hay más. Han venido para quedarse.

BIBLIOGRAFÍA:

  • ARENDT, H. (2012). Eichmann en Jerusalén. Barcelona: Lumen.
  • FREIRE, P. (1997). A la sombra de este árbol. Barcelona: El Roure.
  • GALEANO, E. (1991). El libro de los abrazos. Madrid: Siglo XXI.
  • LEVI-MONTALCINI, R. (2021). At