Al recibir la amable invitación de Isabel Cáceres como coordinadora del área de tecnología en la Editorial de la FEUP para participar en la publicación anual sobre las aportaciones que las Universidades Populares pueden hacer para seguir construyendo ciudadanía en esta Cuarta Revolución Industrial en la que dicen nos encontramos inmersos, me sentí profundamente honrado.
Sin embargo, debo reconocer que me dejé arrastrar por la inercia académica y di forma inicial a un trabajo siguiendo los cánones de las publicaciones académicas. La primera alegría que me produjo el trabajo fue comprobar que la alfabetización tecnológica en general y el caso de Extremadura y AUPEX (Asociación de Universidades Populares de Extremadura) en particular gozan de gran visibilidad en la literatura científica. La huella que el proyecto de los NCC (Nuevos Centros de Conocimiento) ya ha dejado es importante y legitima la memoria de un proyecto y de una serie de acciones que forman parte del conocimiento y que, en el presente y en el futuro, ilustrarán y aportarán sabiduría a iniciativas venideras que hagan frente a los nuevos retos que plantee el ámbito tecnológico, especialmente aquellos concernientes a la educación de la población en general. He constatado que, al restringir el concepto a la alfabetización tecnológica, se dejan fuera muchas referencias al proyecto hechas desde otros ámbitos, como la alfabetización digital o la educación informática. Existen alrededor de un centenar de referencias en bases de datos científicas capaces de sustentar cualquier trabajo que se quiera desarrollar con rigor al respecto. Mi trabajo debería situarse en el ámbito de mi disciplina y hacer una revisión bibliográfica y documental del proyecto, pero debo reconocer que eso sería una pobre aportación, incluso midiendo de algún modo el impacto de la alfabetización tecnológica, dado el estado de infoxicación en el que vivimos.
Me cuestioné entonces el interés de mi aportación. Entendía que mi misión debía ser repasar el proyecto de sociedad de la información de Extremadura analizando los cinco pilares de la iniciativa en los que se enmarca la participación de AUPEX en la inmersión en la sociedad de la información que se proponía liderar la Junta de Extremadura, y que son, a saber:
1. Emprendedores y negocios.
2. Educación.
3. Alfabetización tecnológica.
4. Administración electrónica.
5. Creación de contenidos.
Pero al comprobar que esa tarea se describe detalladamente en el libro Extremadura en la sociedad de la información: hechos, iniciativas y políticas de la Consejería de Educación, Ciencia y Tecnología, y que trabajos como el de Díaz Muriel (2004) desarrollaban de una manera pormenorizada todos los aspectos del plan de gobierno, dudé sobre el sentido de mi aportación. Revisando la bibliografía, el trabajo del Equipo Técnico de AUPEX ―aquí citado como AUPEX (2005)―, que da cuenta con detalle de la planificación previa y la puesta en marcha de los NCC, y sobre todo de las dinámicas metodológicas utilizadas en el programa tuve la certeza de que mi aportación tenía que ir en otro sentido, porque de poco iba a servir que, desde el campo de la información y la documentación, se repitieran los argumentos de un proyecto social que tuvo un gran impacto y que ha marcado el mundo de las tecnologías y el de la alfabetización.
Es de justicia académica constatar que hay una amplia literatura científica sobre la alfabetización tecnológica, con un indudable protagonismo de Extremadura y de sus Universidades Populares derivado del ejemplo de vanguardia que supuso el proyecto de los NCC. Esta presencia es notable en bases de datos especializadas en ciencias de la educación y en sociología, donde, además de estudios acerca del proyecto, hay un buen número de iniciativas en diferentes lugares del mundo en los que se hace referencia a este. Esta presencia es aún mayor si se busca en las nuevas fuentes de información científica, como Google Académico, que, además de las publicaciones tradicionales, recogen la literatura manejada por instituciones académicas y que pone de manifiesto que el proyecto de alfabetización tecnológica de Extremadura es un referente en el ámbito de la alfabetización y el mundo de las TIC, sobre todo por el hecho de que fue uno de los escaparates de la alternativa de software libre que desarrolló Extremadura con LinEx.
Creo que más importante que repetir y comentar lo mucho que hay escrito sobre el proyecto de los NCC, es justificar el papel estratégico que deberían seguir desempeñando las Universidades Populares ante los nuevos retos a los que nos está enfrentando la revolución de la Web 2.0 y que tantísima influencia están teniendo en las dinámicas sociales, económicas y políticas. En ese sentido, describir la experiencia de cómo se articuló el encaje administrativo de un proyecto como el de los NCC mediante la colaboración entre la Junta de Extremadura y AUPEX creo que puede ser de mayor interés, sobre todo para que las Universidades Populares sigan asumiendo nuevas misiones educativas en el presente y en el futuro que hagan frente a los nuevos retos que se le están planteando a una sociedad donde las llamadas «tecnologías de la información» invaden nuestras vidas y condicionan y mediatizan toda la actividad económica, social y política.
Llegados a ese punto, me he topado con una orfandad insuperable. A esta historia, que debería haber sido el registro sistematizado de una conversación, le falta uno de los protagonistas clave: José María Rodríguez Guzmán. Un hecho que nos priva del punto de vista de las propias Universidades Populares sobre el inicio de esta aventura. Su aportación es la que permitiría repasar con detalle las dificultades con las que nos enfrentamos para llevar adelante el proyecto, con él como responsable de AUPEX y yo como responsable de una Dirección General de nueva creación dentro del organigrama de la Junta de Extremadura, en el marco de una Consejería de Educación, Ciencia y Tecnología, igualmente, recién creada, que se iba a enfrentar al reto de asumir las competencias más importantes de la Junta de Extremadura en toda su historia, es decir, las del servicio público de educación reglada a todos sus niveles. También se le había encargado sacar adelante la visión que pocos meses antes había lanzado el presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra: la rápida inmersión de Extremadura en la emergente sociedad de la información.
La prematura desaparición de José María deja un vacío que mi parte de la narración no va a poder cubrir: el arte de ilusionar e implicar a cientos de concejales, alcaldes y líderes sociales en una aventura muy alejada de los cánones habituales de las Universidades Populares, para lo cual hubo que hacer, en algunos casos, importes aportaciones y renuncias. Es un secreto que José María se llevó consigo y que podemos recuperar en algunos de los textos que nos dejó y gracias, en especial, al recurso a la memoria, en las conversaciones que mantuvimos tanto en aquellos momentos como después; su profundo conocimiento de las dinámicas de los ayuntamientos, tanto en la vertiente administrativa como en la política y el modo de convencer a muchos responsables políticos de que una inversión en formación dirigida a la población en general, con esfuerzos importantes, fue un talento del que José María hizo uso en el momento de gestación del proyecto, el de más incertidumbre, y al que luego se sumaron con alborozo quienes fueron más reticentes al principio.
La labor que desarrolló José María resultó crucial. Su conocimiento de la administración local y el firme empeño en sacar adelante el proyecto de AUPEX le permitieron ver en el proyecto de los NCC una oportunidad de reforzar a las propias Universidades Populares y la garantía de dotar de un horizonte de futuro a estas organizaciones, nacidas para hacer frente al déficit del sistema y que, con este proyecto, tenían la oportunidad de situarse a la vanguardia del desarrollo. Vista la deriva que ha seguido el mundo de la web 2.0, mucho mayor debería haber sido el esfuerzo para no encontrarnos como estamos ahora.
Pero volvamos al momento inicial del proyecto. Si recordamos el marco en el que se produjeron las elecciones autonómicas y locales de 1999, vendrá a nuestra memoria un mapa político en el que el PSOE estaba fuera del gobierno nacional al haber perdido una buena parte del predominio territorial. Las tres cabezas más visibles del socialismo entonces eran los conocidos como los «tres tenores»: Chaves en Andalucía, Bono en Castilla-La Mancha y Rodríguez Ibarra en Extremadura, representantes de un mermado poder territorial resultado de unas elecciones que serían la antesala de la mayoría absoluta de Aznar en 2000.
En el seno del socialismo se abrió un proceso de reflexión. ¿Qué podía o debía ofrecer la socialdemocracia frente al pensamiento único del liberalismo y la maximización de los beneficios? Uno de los participantes en esa reflexión, responsable de gobernar una región que comenzaba a asomarse a las posibilidades de la sociedad del bienestar, justo cuando acertaba a cuestionarse su sostenibilidad, era el presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra, quien, meses atrás y demostrando gran intuición política, había lanzado el reto de aprovechar la oportunidad que ofrecía la revolución de las TIC.
El propio mensaje político se convirtió en un reclamo en nombre del cual no pocos intentaron “vender” su fórmula para entrar en la sociedad de la información. Algunos, además, aprovecharon sus amistades y aparecieron muy bien acompañados por tierras extremeñas. Uno de los más sonados, por la propia pompa tras la que se resguardaba, fue Fernando Flores, quien, junto con Felipe González, protagonizó un seminario al que Rodríguez Ibarra invitó a toda la estructura de la Junta de Extremadura y las Administraciones locales lideradas por el secretario general regional del partido socialista. Aquel seminario fue la oportunidad para que muchos de los responsables institucionales demostraran su incredulidad sobre el futuro de internet y el papel que las TIC podrían llegar a jugar. A pesar de la fuerza de los mensajes que se lanzaron en aquel seminario, pocos fueron los que se tomaron en serio las advertencias y las recomendaciones que pronunció, con conocimiento de causa, Fernando Flores, que sabía cómo las iban a gastar las empresas tecnológicas, auténticas trituradoras que a las pocas semanas demostraron la falta de piedad que nos traería el futuro cuando estalló la burbuja de las “puntocom”. También hizo algunas reflexiones Felipe González, a quien una buena parte de los asistentes no veía como un político construyendo un discurso, sino como una vieja gloria caída, un famoso jarrón chino. Demostró más intuición el propio presidente Rodríguez Ibarra, quien aprendió una clave que condicionó desde ese momento la estrategia: aquello merecería la pena si no creaba una brecha más a la que arrastrar a Extremadura; es decir, sí a la sociedad de la información si llegaba a todos desde el primer momento.
Quedaba por construir la narrativa, y eso era responsabilidad de los que asistimos a aquel seminario.
Como digo, la inmensa mayoría de la estructura de la Junta de Extremadura, allí presente en todo su nivel intermedio junto con una serie de responsables institucionales de los ámbitos locales y sociales, oyó aquello, pero no cambió de opinión. Que algunos lo hicieran en años posteriores demuestra que, aunque todos aceptaran formalmente aquellas ideas y jalearan al presidente Ibarra, pocos lo consideraron una prioridad.
Otros, como José María Rodríguez Guzmán, vieron la oportunidad que ofrecía la metodología de Fernando Flores, no tanto porque esta fuera muy diferente de la que ya venían utilizando las Universidades Populares, sino porque, al situar la iniciativa bajo su paraguas, en la que el presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra había depositado su confianza (en vista de que el propio Felipe González ya no tenía responsabilidades de gobierno), todo aquello quedaba ubicado en el horizonte de oportunidades que se abrían ante el socialismo en esta nueva revolución.
La colaboración con la consultora de Fernando Flores incluía la capacitación de una serie de equipos para sacar adelante estrategias innovadoras. Esto supuso una oportunidad para ofrecer una formación metodológica muy interesante que cuadraba perfectamente con el propio objetivo de AUPEX, que necesitaba hacer crecer su equipo y reforzar la metodología de trabajo en red. Las propuestas creativas e innovadoras de Fernando Flores y sus consultores eran bien sencillas, y consistían en aprender a aprovechar las oportunidades en lugar de esperar a que otros lo hicieran.
La pasión con la que Flores hablaba de esa librería de internet llamada Amazon señalaba la senda del éxito en este nuevo mundo. Quien primero hiciera ciertas cosas marcaría tendencias y se convertiría en protagonista y proveedor de la nueva sociedad frente a los que llegaran después, quienes serían meros consumidores que recorrerían caminos ya transitados por otros.
Sea como fuere, aquella lección fue asumida por AUPEX, que, lejos de acomplejarse ante el reto, se creció, amparada fundamentalmente por el entusiasmo de los integrantes de los equipos de monitores de los NCC, quienes se entregaron a la hora de poner en práctica una metodología de dinamización de equipos que trabajaban en red.
Vistas con la perspectiva que da el tiempo, las propuestas de Fernando Flores y los suyos partían de una experiencia adquirida en el entorno tecnológico de San Francisco, que va por delante desde el principio, y en el nuevo método digital: articular estructuras basadas en redes de colaboración aprovechando así el alma de internet.
La metodología no era nueva, pero su descripción sí. Articular un lenguaje cuando fuera importante, crear narrativas, innovar y responder a retos con la valentía de hacerlo sin complejos era algo muy alejado de lo habitual en Extremadura, donde se esperaba siempre que las novedades vinieran de fuera. AUPEX vio en aquello su oportunidad y se lanzó a aprovecharla, sin complejos y con decisión.
Contando con un núcleo original de técnicos formados que trabajaban en red, el reto era conseguir convencer a los ayuntamientos de que este era un proyecto interesante en el que merecía la pena embarcarse. Con mucha astucia, se aprovechó la idea de que nadie quiere ser menos que sus vecinos, y, en poco tiempo, todos lo que no tenían NCC estaban deseosos de contar con uno, porque, desde los primeros proyectos que se pusieron en marcha con mayores, mujeres, tradiciones orales, etc., se observó que había todo un mundo de posibilidades del que los ayuntamientos podían obtener grandes réditos políticos y sociales.
Que existiera AUPEX y que estuviera preparada para asumir un gran proyecto que implicaba la gestión de un gran número de personas y la tramitación según los criterios de los proyectos europeos fue una gran suerte.
AUPEX se presentó ante la Administración regional y europea como una entidad digna de confianza en un proceso de encomienda de la gestión que requería cercanía y conocimiento de la realidad local para su máximo aprovechamiento, tanto desde el punto de vista del cumplimiento como en todos aquellos aspectos relativos a la gestión y el control de fondos, que, mayoritariamente, eran europeos y exigían un esfuerzo adicional para gestionarlos. El caldo de cultivo del éxito del proyecto estaba servido.
En aquella situación se podía acometer un proceso de alfabetización general de la población sin tener que embarcarse en el tedioso proceso de crear un cuerpo de funcionarios alfabetizadores. Esta misión ―dotar de profesionales al proceso de alfabetización― fue asumida por AUPEX. La gran capilaridad territorial de su estructura suponía que estaba en condiciones de encontrar informáticos y dinamizadores culturales en el propio territorio que, partiendo de su propio arraigo y conocimiento de las comunidades en las que se incardinaban, fueran capaces de dar respuesta a un reto que meses antes solo era un conjunto de buenos propósitos con una base lógica, pero que nadie había puesto en práctica anteriormente.
Al hablar hoy de estos temas parece que todo el mundo hubiera estado siempre al tanto de lo que hoy es evidente: que internet es un elemento clave para participar del futuro sin quedar excluido de cualquier posibilidad de desarrollo económico político y social. Sin embargo, cuando todavía no habíamos llegado al año 2000 aquello requería de una cierta visión, y era necesario ser capaces de ilusionar a muchos responsables políticos que se enfrentaban a necesidades más perentorias y a problemas sociales que se arrastraban desde hacía mucho tiempo. Dedicar recursos a un esfuerzo de estas características, incluso con el apoyo de la Administración autonómica y los fondos europeos, era una cuestión realmente complicada, y, en este sentido, el valor del elemento mediador que representó ese proceso fue incalculable.
El proyecto corregía uno de los problemas sustanciales de las Universidad Populares en un entorno como el de Extremadura: la barrera del aislamiento. Ofrecía a la propia estructura de las Universidades Populares una manera de funcionar que hasta ese momento no era posible: trabajar en red en tiempo real. La influencia que los propios técnicos de los NCC tuvieron en el apoyo a las Administraciones locales para que avanzaran en sus procesos de informatización y de presencia en internet resulta espectacular. Ahí está nternet Archive para demostrar que muchos municipios, muchas asociaciones y muchos colectivos de Extremadura tuvieron presencia en internet mucho antes que los grandes municipios de entornos y regiones supuestamente más desarrolladas.
AUPEX ofreció a la Junta de Extremadura un grupo de profesionales formado específicamente que constituyeron un equipo de trabajo ilusionado con en el desarrollo del proyecto, aunque la mayor parte del tiempo trabajaron por separado físicamente, porque la red hacía posible un contacto muy estrecho. El valor del equipo se percibió desde el primer momento en el modo en que difundió la propia narrativa del proyecto. Mientras que convencer a los responsables de la educación reglada de que se sumaran al proyecto de la sociedad de la información fue una tarea llena de sinsabores y que encontró mucha incomprensión, en el caso de la alfabetización tecnológica, ya fuera en Pinofranqueado, en Talarrubias o en un barrio de Cáceres o Badajoz, existía una sintonía en los mensajes y una coordinación que, en más de una ocasión, llegó incluso a despertar recelos y llevó a cuestionar hasta qué punto la propia AUPEX no se apropiaba de un protagonismo que correspondía a la Junta de Extremadura. Pero eso también forma parte de la leyenda urbana, porque si había alguna duda, cuando apareció en escena LinEx, la transformación a la que se sometió el equipo de los NCC y la entrega con la que asumió la defensa de la apuesta tecnológica de la Junta de Extremadura resultaron indudablemente ejemplares. Y en ese caso, nadie podía dudar de dónde venía el liderazgo, y la respuesta fue de una lealtad y una entrega que ya hubieran querido para sí otras estructuras de la Junta de Extremadura, que, lejos de asumir la apuesta tecnológica, la bombardearon y boicotearon desde dentro. De hecho, AUPEX ha hecho bandera del software libre desde entonces, y, hoy por hoy, mantiene viva esta alternativa tecnológica que tan bien encaja con el propósito de un desarrollo armonioso de la tecnología en un espacio de libertad.
La integración de los propios miembros de los equipos de los NCC con los equipos que estaban desarrollando el proyecto de la sociedad de la información (funcionarios de la Consejería de Educación, Ciencia y Tecnología, y trabajadores de Fundecyt, que era la otra organización de referencia, mucho más dependiente de la propia Administración) resultó muy enriquecedora, puesto que se alcanzó un grado de camaradería, incluso con cierta dosis de sana competencia en algunos momentos, que siempre favoreció el desarrollo y el mejor conocimiento del proyecto. AUPEX era una magnífica embajadora de la Junta de Extremadura y la propia Administración regional alardeaba de haberse dotado de un sistema de alfabetización tecnológica que no dejaba a nadie atrás. Las ideas que había lanzado pocos meses antes Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y que le supuso muchos reproches de propios y extraños, estaban tomando forma en una red que se extendía por el territorio extremeño al llevar la revolución de las tecnologías a todos los rincones de una comunidad con un altísimo índice de dispersión de población en un extenso territorio.
Es importante destacar este momento inicial en el que AUPEX responde al encargo de la Junta de Extremadura porque ofrece en la práctica el recurso más valioso y que más tiempo se tarda en lograr en la Administración: un equipo de profesionales entregados en desarrollar de manera ilusionada un proyecto, en su mayoría en sus propios pueblos y ciudades. Esto tiene especial valor en la medida en que AUPEX no es parte de la estructura de la Junta de Extremadura y está mucho más incardinada en las Administraciones locales. Aunque había una cierta tradición de colaboración con la Consejería de Cultura, el extremo al que llegó el proyecto de los NCC catapultó a la propia AUPEX al frente de una estructura de gestión que hasta entonces no había sido tan imprescindible como ahora. Lo que ocurrió en el origen del proyecto no fue lo más importante, pero fue un desencadenante de otras aventuras, a cuál más interesante. La creación de CREOFONTE y su clara orientación tecnológica, la implicación en iniciativas internacionales impulsadas por el software libre y orientadas a todos los campos, la formación, el emprendimiento, la promoción empresarial, etc., la puesta en marcha de la Fundación Ciudadanía y todos los proyectos que han ido surgiendo ya nacieron con el alma de los proyectos del siglo XXI: el trabajo en red y las TIC.
No viví personalmente el momento más crítico del proyecto al no formar ya parte de la estructura de la Junta de Extremadura, pero fui seguramente de los que más se alegró cuando se introdujo en la formación para el empleo, que fue lo que permitió su supervivencia en el momento más profundo de la crisis de 2008. Aunque el alma del proyecto siga siendo la alfabetización tecnológica, hoy nadie duda de que ese tipo de conocimientos son el punto de partida para cualquier empleo del presente y del futuro.
Además de expresar mis mejores deseos de continuidad y desarrollo del proyecto de alfabetización tecnológica y de AUPEX, quisiera insistir en que, en contra de lo que pueda parecer al mirar a nuestro alrededor y ver a todo el mundo con su teléfono móvil en la mano, dicha alfabetización tecnológica es ahora más necesaria que nunca. No tanto para aprender los rudimentos del mundo digital, sino para dotar a la ciudadanía de los instrumentos intelectuales necesarios para hacer frente a los riesgos que para nuestra libertad y para nuestra sociedad plantean cada día instrumentos que, si bien pertenecen a la sociedad de la información, no nos conducen hacia la sociedad del conocimiento, sino que más bien parecieran llevarnos hacia la ignorancia. En este momento, los contenidos, esos contenidos solidarios, creativos, integradores, etc., que desde sus orígenes se lanzaron a crear los NCC, son justamente lo que más hacen falta. Cuando carecen de argumentos, narrativas y sentido, las tecnologías son instrumentos muy depredadores, porque lo más rentable es fomentar la radicalización y el enfrentamiento en lugar de la concordia. Y eso sucede justamente porque las pulsiones del mundo empresarial y la maximización de los beneficios empujan a las empresas tecnológicas a ese mercado.
En el mundo en el que vivimos ya no hace falta insistir en que la educación es un proceso que se prolonga a lo largo de la vida; las tecnologías y los cambios que han provocado así lo demuestran. Por este motivo las Administraciones tendrán que buscar soluciones creativas para amparar y ayudar a ese proceso educativo global para toda la vida. AUPEX y aquel proyecto nacido en el umbral de este siglo XXI en Extremadura, los NCC y la alfabetización tecnológica, son un espejo en el que deberán mirarse todos los que quieran dar respuesta a los retos del futuro. Parece mentira que unas palabras dichas por Averroes hace novecientos años tengan tanta actualidad: «La ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio y el odio lleva a la violencia. Esa es la ecuación». En esa ecuación el papel de las Universidades Populares es innegablemente importante y proyectos como el de los NCC, llevado a cabo por AUPEX, lo demuestran.
BIBLIOGRAFÍA
AUPEX (2005). El plan de alfabetización tecnológica y software libre de Extremadura: una estrategia libre para un proyecto de libertad. Tabanque: Revista pedagógica, (19), 71-82.
Consejería de Educación, Ciencia y Tecnología (2002). Extremadura en la sociedad de la información: hechos, iniciativas y políticas. Junta de Extremadura
Díaz Muriel, D. D. (2004). La integración de las TIC en la educación formal: Red Tecnológica Educativa de Extremadura y GNU-LinEx. Revista Latinoamericana de Tecnología Educativa-RELATEC, 3(1), 45-66.