El aprendizaje activo no quiere decir “aprender haciendo cosas”,
sino estar activo cognitivamente, “aprender pensando”.
Héctor Ruiz Martín
Director de la International Science Teaching Foundation
Frente a las exigencias y necesidades educativas que el fenómeno de la globalización nos plantea, son numerosas las propuestas de formación inicial, continua o profesional que demandan respuestas de manera consciente, creativa, innovadora y pertinente para los futuros profesionales. Tal grado de cambio y transformación productiva, económica y cultural pone de relevancia la necesaria figura de unos educadores conscientes de lo que implica el orientar la educación hacia un enfoque centrado en las competencias. Al mismo tiempo, los docentes implicados y comprometidos deben mostrarse competentes, tanto a nivel metodológico como epistemológico y pedagógico, en el área profesional en la eduquen, formen u orienten.
La inquietud nos embarga al preguntarnos por las competencias que los equipos docentes deben acreditar para contribuir de manera eficaz a la formación de los y las profesionales competentes que requiere la sociedad y el mundo globalizado con miras a promover un modelo de enseñanza/aprendizaje que facilite y haga posible la sana convivencia, es decir: el aprendizaje solidario.
¿Cómo enseñamos?
De estas competencias de carácter transversal han señalado múltiples rasgos los estudiosos de las ciencias sociales y de la educación. Según nuestra experiencia en la observación de los profesionales de las Universidades Populares, destacaríamos la capacidad de fomentar un clima de confianza y tolerancia en el aula, además del estímulo del aprendizaje y el buen uso de métodos para la enseñanza. A ello le siguen la gestión de la docencia y su planificación aplicando estrategias que promuevan el consenso entre los seres humanos a fin de favorecer el aprendizaje entre todos y para todos.
Ser docente, por tanto, requiere adquirir, desarrollar o disponer de una competencia clave entre las otras: la capacidad de trabajar con otras personas, atendiendo a los valores y la inclusión social como medio de fortalecimiento del aprendizaje. Esta destacaría ante otras no menos importantes, como trabajar con el conocimiento, la tecnología y la información, y demostrar diversidad de saberes y estrategias de acceso a ellos. En definitiva, pedimos a nuestros profesores y a nuestras profesoras que dispongan de competencias de trabajo con y en sociedad en aras de formar y orientar a los estudiantes cumpliendo con su responsabilidad social como profesionales con el propósito de desarrollar competencias que formen a una nueva generación de seres humanos comprometidos con la justicia y la equidad.
Esta reflexión ante nuestro docente competente en la era de la ecociudadanía incorpora, indiscutiblemente, un componente afectivo, e involucra, por una parte, la habilidad para observar en sí mismo y en las demás emociones, sentimientos y, por la otra, la habilidad para utilizarlos propositivamente en la interrelación con el estudiantado. Son docentes hábiles en la generación de climas propicios para el aprendizaje. Y son sus competencias éticas, especialmente aquellas que guardan relación con sus habilidades personales y sociales, las que reflejan su esencia como persona, su personalidad.
Un profesorado afectivo y ético prepara sus sesiones de clase a través del filtro de una enseñanza humanizadora, comprensiva y tolerante que permite dar forma a una “comunidad educativa” dentro y fuera del aula. La interdisciplinariedad, la interdependencia y la colaboración serán elementos propios e identificativos de estos docentes y sus enseñanzas.
¿Cómo aprendemos?
Nuestro alumnado, jóvenes adultos y mayores, aporta su experiencia vital, mucha de ella adquirida espontáneamente, porque difícilmente ha podido desarrollar hábitos de estudios o métodos de aprendizaje. Su saber será mucho más efectivo después de una sesión de clase donde puedan evocar lo que han aprendido al proporcionarles estrategias para explicárselo a ellos mismos, a los compañeros y compañeras del grupo o a otras personas que les rodeen, tratando de recordar y obligándoles a dar estructura y sentido a todo ello. Damos más importancia culturalmente a las habilidades innatas que a las estrategias, cuando sabemos que estas son mucho más importantes.
Son las metodologías activas las que responden a estas estructuras participativas en las que el alumnado es el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje al ser el agente de la acción educativa, responsable de su propio aprendizaje, bajo la guía y tutela orientativa de maestros y maestras. La experiencia me lleva a aportar un documento que puede servirnos de gran ayuda a las UP. PP. y a sus equipos docentes; el autor, Fernando López Noguero, las define en su libro de metodologías participativas como un proceso interactivo entre docentes y estudiantes, apoyado en la comunicación, mediante el estudio conjunto de un material didáctico que potencie la responsabilidad, la implicación la satisfacción y el enriquecimiento mutuo.
Estamos ante un proceso educativo que, al sustituir la comunicación profesor-estudiante por la interrelación comunicativa entre actores, recursos y medio, no solo tiene potencial para generar nuevos conocimientos, sino también para contextualizar los aprendizajes y su utilidad real en los contextos de desempeño social y familiar de los y las estudiantes. Es realmente una oportunidad considerar objetivo que el profesor no es el único sujeto sapiente, el que posee la verdad sobre el conocimiento a transmitir, sino que el intercambio de experiencias vitales profesorado-alumnado y la interacción mediante recursos visuales y audiovisuales conectan el aprendizaje dentro y fuera del aula.
De entre las metodologías centradas en el alumnado, la comunidad educativa, en general, pone a nuestra disposición un catálogo de propuestas flexibles y versátiles que pretenden acercar el proceso de enseñanza-aprendizaje a los contextos reales de los alumnos y alumnas. Metodologías que buscan la consecución de los objetivos curriculares mediante diseños inclusivos y aplicaciones en el aula, fortalecidas por su atractivo para el discente y su posible combinación e interrelación entre ellas y con las TIC como recurso propio o asociado para hacer de la toma de conciencia y la reflexión con el entorno, en colaboración con otros agentes, parte del aprendizaje autónomo.
Entre otras metodologías, y atendiendo a recursos accesibles y aplicables, como los que ha elaborado la Red de Formación de Castilla y León, hemos seleccionado algunas de ellas, agrupadas en dos grandes áreas: por un lado, los modelos cooperativos, colaborativos, reflexivos y de servicio, y por el otro, aquellos otros de carácter activo o proactivo, centrados en proyectos, metas y problemas. Quedan sin abordar, por ahora, otros modelos centrados en las TIC y las redes sociales en la educación.
Modelos cooperativos, colaborativos, reflexivos y de servicio
A lo largo del capítulo hemos hablamos de un aprendizaje activo entendido como “hacer cosas” (learningbydoing), pero en realidad no es solo eso. Un repaso por la bibliografía nos aclara que el aprendizaje «activo» significa «cognitivamente activo», es decir, pensar sobre lo que se aprende. Si es así, leer un libro puede ser aprendizaje activo si yo, como lectora, voy parando y pensando sobre lo que la historia o el suceso significan, qué ejemplos se me ocurren en relación con lo que leo y estudio, qué elementos de mi vida puedo relacionar con lo que acabo de aprender ―con ese nuevo conocimiento― o qué consecuencias considero que puede tener en mi vida y en mi formación aquello que acabo de leer.
Los ejercicios y ejemplos del aprendizaje activo (reflexivo) son activos porque la persona que aprende lo hace espontáneamente, mientras que el enseñante que expone o presenta contenido a modo de “clase expositiva” no genera ningún aprendizaje activo. La idea es que, si en nuestras Universidades Populares deseamos promover el aprendizaje activo, tenemos que atestiguar que fomentamos las capacidades de reflexión sobre el conocimiento aprendido, y eso implica hacer algo más que proveer de conocimiento. Esperamos que en las aulas de las Universidades Populares, ya sea como docentes o como discentes, nos sea de ayuda esta sintética relación de modelos activos y participativos.
- El aprendizaje colaborativo.
El aprendizaje colaborativo parte de un postulado constructivista. Según este pensamiento, heredero de la psicología del aprendizaje, la educación es un proceso de socioconstrucción que nos permite estar al tanto de las diferentes perspectivas, caminos o líneas de acción a la hora de abordar un determinado problema, adquirir tolerancia a la diversidad y pericia para reelaborar una alternativa conjunta. No solo eso, sino que, en esta estrategia metodológica, coinciden los expertos, el alumnado genera sus propias estrategias de aprendizaje y define sus objetivos y metas al tiempo que asumen la responsabilidad de qué quieren aprender y cómo quieren aprenderlo. El equipo docente que aplica estas metodologías asume la función nada sencilla de apoyar las decisiones del alumnado y orientar sus intereses.
Entre sus objetivos destacan:
- Inspirar autoconfianza y autoestima permitiendo que los alumnos se relajen y trabajen en un ambiente armonioso donde encuentren tiempo suficiente para pensar, ensayar y compartir feedback entre ellos.
- Desarrollar la independencia. Estas dinámicas de aprendizaje reducen la dependencia de los alumnos del profesor, ya que, ante cualquier problema o duda a resolver, los compañeros ofrecen el tipo de asistencia que sea necesario.
- Fomentar la responsabilidad individual. Como parte de un equipo o grupo de trabajo, cada miembro se considera individualmente responsable de remar en la misma dirección para la consecución de los objetivos del colectivo
- Potenciar el pensamiento crítico promoviendo la reflexión y el desarrollo de habilidades metacognitivas, entre otras.
Haciendo uso de los recursos aportados por los profesionales castellanos, el aprendizaje colaborativo se caracteriza por la igualdad de cada uno de los individuos que participa en el proceso formativo y por su mutualidad, entendida como la conexión, profundidad y bidireccionalidad que alcanza la experiencia educativa. En otras palabras, implica un proceso en el que todos los miembros de una comunidad trabajan en equipo y se sienten comprometidos con el aprendizaje de los demás, generando una dependencia positiva que no conduce a la competencia; es decir, que se reconoce e identifica la variable a nivel de competitividad mediante la distribución de responsabilidades, la planificación conjunta y el intercambio de roles.
El aprendizaje colaborativo solidario contiene métodos de trabajo con varios sujetos relacionados de alguna manera entre ellos, y no en un grupo cerrado, en los que se comparte la autoridad y la responsabilidad. Para implementar el aprendizaje colaborativo solidario es indispensable compartir vivencias y conocimientos y tener unos objetivos comunes, como relacionarse con sujetos que tengan intereses similares o llevar a la práctica lo que se está aprendiendo. Existen al menos tres formas de poner en práctica el aprendizaje colaborativo: la interacción entre pares, la tutoría entre pares y el grupo colaborativo.
- El aprendizaje cooperativo.
Es una de las estrategias metodológicas activas que más favorece la interacción, por lo que la comunidad educativa la cataloga entre aquellas relacionadas con la organización y estructura del aula. Se define como un conjunto de procedimientos o técnicas de enseñanza-aprendizaje en espacios educativos (centro-aula-clase). Se organizan habitualmente en grupos de trabajo reducidos, heterogéneos, donde el alumnado pueda desarrollar un trabajo conjunto, siempre que estén estrechamente coordinados y tengan la opción de aportar diversas respuestas creativas (coordinadas) a las tareas académicas propuestas, profundizando de forma intencionada en su propio aprendizaje.
Entre sus objetivos más consensuados, destacamos:
- Distribuir adecuadamente el éxito para proporcionar a los discentes la motivación necesaria para activar el aprendizaje.
- Propiciar el establecimiento de las relaciones de amistad, aceptación y cooperación necesarias para superar prejuicios y desarrollar la tolerancia.
- Fomentar una actitud más activa ante el aprendizaje.
- Incrementar el sentido de la responsabilidad.
- Desarrollar la capacidad de cooperación.
- Desarrollar las capacidades de comunicación.
- Desarrollar las competencias intelectuales.
- Favorecer el proceso de crecimiento del discente y del docente.
De las características que nos ofrece el profesorado castellano, en las aulas de las Universidades Populares nos identificamos con la interdependencia positiva, las interacciones de apoyo mutuo (en formato presencial, en persona), la responsabilidad personal individual, la potenciación de las destrezas sociales e interpersonales en la relación alumnado-docente y la autoevaluación a nivel interno del grupo que aprende.
Es preciso destacar que el aprendizaje cooperativo, bien entendido, no significa “hagamos algo juntos”, sino “vamos a ayudarnos a aprender los unos de los otros; tenemos unos objetivos de aprendizaje y hemos de alcanzarlos todos”. Si cumplimos estas expectativas, todos y todas aprenderemos: los más rezagados aprenderán de los más aventajados, y estos últimos aprenderán más ayudando al resto.
- El aprendizaje basado en el servicio.
Por su parte, el aprendizaje-servicio consiste en una propuesta educativa donde se combinan procesos de aprendizaje y de servicio a la comunidad en un solo proyecto. Dicho proyecto permite a todas las personas participantes aprender a trabajar con las necesidades y demandas reales del entorno más extenso (barrio-centro-aula) a fin de mejorarlo. Es un método que aúna el compromiso ciudadano con el aprendizaje de conocimientos, habilidades, actitudes y valores. Es decir, que permite aprender a ser competentes siendo útiles a los demás.
Evidentemente, sus objetivos responden a estas finalidades. Como podemos ver, se interesa especialmente, por:
- Dar un sentido práctico a los contenidos de la materia.
- Lograr que el alumnado comprenda la importancia y utilidad de los contenidos.
- Mejorar las necesidades y el conocimiento del propio entorno.
- Respetar los objetivos y contenidos establecidos en el currículo mediante un servicio solidario.
- Crear grandes momentos o espacios de reflexión.
A diferencia de otras estrategias de las metodologías activas, el aprendizaje-servicio se caracteriza por tener un conjunto claramente definido de etapas y reflexiones:
- Preparación (debate), diagnóstico del colectivo, centro, lugar, planificación, realización, reconocimiento y evaluación.
- Reflexión inicial: ¿Qué servicio? ¿Cómo aplicarlo? ¿Cómo beneficia al centro? ¿Y a los alumnos? ¿Conozco el entorno? ¿Cómo fomenta el servicio la adquisición de competencias básicas? ¿Para quién hacemos el servicio?
- Reflexión intermedia: nuevos contenidos que trabajar, dudas, inquietudes, aspectos que es preciso rectificar, nuevas vías de intervención, nuevas necesidades y beneficiarios.
- Reflexión final: ¿Ha tenido éxito el proyecto? ¿Puede repetirse de nuevo? ¿Evaluación? ¿Autoevaluación?
En función de estas estrategias, la comunidad educativa (profesorado-alumnado-familia-tercer sector) trabajará todas las competencias transversales pudiendo enfatizar alguna en concreto a través de la programación de actividades específicas durante el servicio. Su espíritu solo se verá reflejado en la capacidad y posibilidad de formar una ciudadanía crítica, solidaria y reflexiva a partir de un enfoque global y sostenible.
Modelos de aprendizaje por proyectos, basado en problemas o retos y de investigación
Antes de relacionar los rasgos más característicos de esta segunda línea de metodologías activas que proponemos como recurso de aprendizaje en las aulas de nuestras Universidades Populares, desgranemos que significa ser «proactivo» en educación.
Si, para la estructura socioeconómica, la proactividad pasa por el mercado laboral y la valía o cualidad de generatividad, ¿qué es y cómo se identifica en educación ese rasgo de nuestra personalidad? ¿Somos personas proactivas? De nuevo, asumimos que, con vistas al mercado laboral, ser proactivo/a es actuar rápidamente para evitar futuras complicaciones: resolver de forma eficiente un inconveniente que puede o no dar lugar a otros. Aunque también han sido descritas como proactivas aquellas personas que, ante determinadas situaciones, aprenden y desarrollan ―para sí mismas― actitudes que les permiten adelantarse a los problemas y actuar incluso antes de que se lleguen a plantear. Es decir, que, ante cualquier tipo de inconveniente o problema, las personas proactivas buscan múltiples soluciones desde diversas perspectivas que aporten una mejora o solución sin dar lugar a la queja ni esperar a que aparezca tal solución como por arte de magia. La actitud activa/proactiva conlleva una importante responsabilidad, asociada a la idea “puedo encontrar la solución”. A su vez, la proactividad va unida a la productividad, siendo esta última una característica de las personas que logran realizar un gran volumen de trabajo en el menor tiempo y con el coste más reducido posibles.
- El aprendizaje por proyectos.
El aprendizaje por proyectos se define como un conjunto de tareas de aprendizaje basado en la resolución de preguntas y/o problemas. En este proceso formativo se implica al alumnado tanto en el diseño como en la planificación del aprendizaje, la toma de decisiones y el proceso de investigación que nos permite establecerlo. De esta forma, el profesorado y el alumnado tienen la oportunidad de trabajar de una manera cooperativa y relativamente autónoma durante la mayor parte del tiempo que culmina en la propuesta practica e implementación del producto final presentado públicamente a la comunidad educativa.
Tal y como hemos comentado en el resto de las metodologías mencionadas en este capítulo, de entre los objetivos, destacamos:
- Hacer a los estudiantes partícipes de tareas abiertas y auténticas.
- Animar a los estudiantes a asumir responsabilidades y tomar decisiones.
- Diseñar la secuencia del proyecto basándose en los contenidos del currículo y determinadas estrategias de enseñanza, pero empleando sus conocimientos para hacer algo más que transmitir contenidos.
- Potenciar la iniciativa y la autonomía personal.
El alumnado, de nuevo, es el centro del proceso de aprendizaje en el que se trabaja en el currículo en función de sus intereses. De esta forma, el proceso de enseñanza/aprendizaje es más motivador, resulta más atractivo y se demuestra eficaz para nuestros estudiantes.
Como docentes, hemos de promover didácticas motivadoras mediante grupos cooperativos donde se diversifiquen y asuman los papeles que demande cada una de las estrategias en función de la identificación de los talentos y competencias individuales. Los alumnos y las alumnas de las UU. PP. investigarán y tomarán decisiones autónomas que les ayudarán a llevar a cabo los proyectos que se propongan, y sus docentes serán los facilitadores y guías que propicien la investigación de primera mano estimulando procesos cognitivos que promuevan la interacción, la creatividad, la integración y el trabajo en equipo.
- El aprendizaje basado en problemas (PBL) y en retos.
Similar al presentado es el comúnmente conocido como «aprendizaje basado en problemas (PBL, por sus siglas en inglés). Se caracteriza por ser una estrategia pedagógica en la que se presenta al alumnado un problema que requiere una investigación. Investigar este problema le impulsará a indagar posibles soluciones.
Empleando este modelo, facilitaremos, como docentes, que la resolución del problema llegue íntegramente de manos de las alumnas y alumnos, que, además, para conseguirlo han de adquirir antes un grado significativo de conocimiento de los contenidos de la materia, elaborar diagnósticos sobre las necesidades observadas y reconocer qué es lo que saben y qué deben aprender. A lo largo de este proceso es indispensable reconocer la importancia del trabajo cooperativo y del desarrollo de habilidades de análisis y síntesis de información.
El «aprendizaje basado en retos» aporta una diferencia notable en respuesta a la demanda de un mayor grado implicación del alumnado. Este enfoque pedagógico involucra activamente al estudiantado en una situación problemática real, relevante y claramente vinculada al entorno. Su cercanía a la experiencia vital conlleva un nuevo reto y, por ende, precisa una nueva solución. Los retos se presentan a modo de actividad, tarea o situación que implica un estímulo y un desafío para nuestro alumnado.
Los docentes castellanos, referentes en la presentación de estas metodologías, señalan, entre otros los siguientes objetivos:
- Motivar al alumnado para que aprendan haciendo.
- Promover la creatividad, el trabajo en equipo y la toma de decisiones conjunta.
- Desarrollar un pensamiento crítico y analítico entre los agentes y sujetos del proceso de aprendizaje.
- Favorecer la toma de decisiones, la responsabilidad y la resiliencia entre los y las estudiantes.
La figura de los equipos docentes, en este enfoque, insiste en la importancia de ser guía, facilitador y orientador a lo largo de todo el proceso de aprendizaje. Los maestros y maestras han de presentar contenidos y actividades que conecten con la realidad del entorno de su alumnado. En este modelo, es importante que las actividades estén adaptadas en su nivel de dificultad a los perfiles y estilos de aprendizaje del alumnado, comenzando con aquellas competencias básicas e instrumentales que permitirán el posterior desarrollo de competencias sociales y de interacción sociocomunicativa. El aprendizaje se adquiere en el proceso de resolución del reto o problema y precisa de una puesta en común y de la reflexión individual y conjunta con todos los miembros del equipo docente y su alumnado.
- El aprendizaje basado en investigación.
Finalmente, y estrechamente relacionada con las anteriores, el «aprendizaje basado en investigación» se centra en la aplicación de estrategias de enseñanza y aprendizaje que tienen como propósito conectar la investigación con la enseñanza. Esta relación facilitaría la incorporación parcial o total del/a estudiante en una investigación científica, bajo la supervisión del equipo docente.
Entre sus intereses y objetivos destacamos:
- Fortalecer la comunidad de profesores y socios académicos comprometidos con la investigación que puedan funcionar como agentes de cambio en áreas académicas.
- Establecer un vínculo entre los programas de formación académica y las áreas de investigación que ayude a los estudiantes a construir su conocimiento a partir de conexiones intelectuales y prácticas entre los contenidos del curso y las fronteras de la investigación de la disciplina.
- Promover que el alumnado sea capaz de desarrollar las habilidades y competencias necesarias para investigar, a fin de involucrarlos en el proceso de descubrimiento científico dentro del trabajo en el aula en sus disciplinas específicas, cualquiera que sea su área.
Se caracteriza, esencialmente, por la aplicación del método científico, es decir, conocer y emplear la metodología científica (paradigma, modelo, operacionalización de objetivos, técnicas, instrumentos, análisis de datos, conclusiones y evaluación). Para alcanzar la adecuada implicación del alumnado a lo largo de todo el proceso, la motivación es indispensable: motivar y generar interés continuo, hacerlos sentir protagonistas de su aprendizaje, ayudarles a identificar las nuevas habilidades y las competencias básicas que están adquiriendo y, cómo no, ver en la figura del docente un facilitador y orientador de todo aprendizaje.
Las últimas líneas de este capítulo cierran esta sencilla propuesta de metodologías activas y participativas cuyo propósito es que las aulas de las Universidades Populares encuentren en ellas recursos propios, motivadores, generadores de nuevos conocimientos en su compromiso de formar una ciudadanía critica. Todo mi afán ha sido hacer acopio de mi propia experiencia como docente e investigadora y asociarla con las metodologías activas que tienen como objetivo facilitar el aprendizaje consciente de la persona que aprende. Solo contando con ellas, con las personas que participan en los procesos de aprendizaje a lo largo de todo el camino formativo, y solamente acogiendo y promocionando todos aquellos métodos, técnicas y estrategias que podamos recopilar y relacionar en nuestro ejercicio profesional y humano, encontraremos las herramientas para transformar el proceso de enseñanza en una serie de acciones prácticas, ejercicios y actividades reflexivas que fomenten la participación activa de los agentes del aprendizaje en condiciones de equidad.