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Pensamiento y emoción: ¿naturales o artificiales? (Breve aproximación a la inteligencia emocional artificial)
Gabriela Gómez Jiménez

Gabriela Gómez Jiménez

Graduada en Ciencias Físicas. Máster en Inteligencia Artificial y Robótica. Máster en Visual Analitics & Big Data.

Un poco de historia

Hablar de inteligencia artificial o de robótica nos sugiere futuro, una realidad lejana, aunque no tanto; nos recuerda a muchas películas de ciencia ficción que nos sumergen en sociedades distópicas donde humanoides controlados por un ordenador tienen un protagonismo considerable. Sin embargo, y a pesar de que parezca un tema novedoso, hace ya siglos que se hablaba de este tema.

Remontándonos a antiguos pasajes de la mitología griega, aparecen criaturas humanoides mecánicas creadas por el dios Hefestos para ayudarle en herrería. En torno al año 350 a. C., Aquitias de Tarentum, conocido como el fundador de la mecánica, creó un pájaro mecánico que era capaz de agitar sus alas y volar por encima de los 200 metros movido por un chorro de viento. Los babiloniosinventaron el “reloj de agua”, considerado el primer dispositivo robótico y, en China, el ingeniero King-Shu Tsediseñó un pájaro y un caballo mecánicos.

Podemos incluir también al filósofo griego Aristóteles, pues pronosticó la necesidad de herramientas que obedecieran las órdenes de sus amos para ejecutar tareas y no tener necesidad de esclavos. Desde entonces fueron apareciendo mecanismos de autómatasdiseñados para entretener o cumplir funciones específicas.

Más adelante, en los siglos XV y XVI, Leonardo da Vinci diseñó los planos para la creación de un artefacto con forma de caballero germánico que tendría la capacidad de imitar movimientos humanos. Por la misma época encontramos en 1525 al alemán Hans Bullmann,quien construye androides humanoides que tocaban instrumentos musicales, y en 1737 al ingeniero francés Jacques Vaucanson,que esboza varios seres robóticos, entre ellos, un pato capaz de graznar, beber, comer y excretar.

En el año 1801, en Francia, el inventor Joseph Jacquard adapta máquinas autómatas al uso industrial y construye un telar automatizado controlado por tarjetas perforadas. Casi a mediados del siglo XIX, la aparición del álgebra booleana de George Boolecomienza a sentar las bases para la aplicación de las ciencias computacionales en la creación de nuevos autómatas que desarrollan habilidades casi humanas.

Pero esto es historia. El siglo XX va a sustituir ideas “fantásticas, de ciencia ficción” por realidades: Karel Capekestrenó en 1921 “R.U.R.”, una obra teatral sobre una empresa que construye humanos artificiales para aligerar la carga de trabajo de otras personas; a estos humanos artificiales los llamó “robots” (cuyo significado sería trabajo duro), criaturas que pueden hacerse pasar por humanos y que tienen la capacidad de poder pensar. Aunque son creadas para ayudar a la humanidad, estas máquinas entrarán en confrontación con la sociedad e iniciarán una revolución que acabará destruyendo la humanidad. He ahí el carácter distópico de muchas películas y novelas conocidas. Cabe mencionar Círculo vicioso, obra de Isaac Asimov, que estableció las tres leyes de la robótica, vigentes hoy en día:

  1. “Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño”.
  2. “Un robot debe cumplir las órdenes de los seres humanos, excepto si dichas órdenes entran en conflicto con la primera ley”.
  3. “Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que ello no entre en conflicto con la primera o la segunda ley”.

Numerosas ciencias investigaron sobre máquinas y herramientas automatizadas, y en 1954 los ingenieros George Devol y Joe Engelberger desarrollaron el primer brazo mecánico articulado programable que se convertiría, años más tarde, en el primer robot utilizado en la industria automotriz.

Inteligencia emocional artificial

La inteligencia artificial se centraba, básicamente, en los aspectos lógico-racionales; sin embargo, la imaginación de la ciencia ficción incorporaba componentes afectivo-emocionales a las creaciones robóticas. ¿Pueden los robots humanoides ser programados con pautas que, en psicología, se llaman inteligencia emocional? ¿Pueden las máquinas incorporar modelos de interacción social? ¿Aprenderán cuándo sonreír o llorar, expresar satisfacción o disgusto, dolor o placer?

Antes de proseguir, definamos primero algunos conceptos:

La inteligencia artificial (IA) es la habilidad de una máquina de presentar las mismas capacidades cognitivas que los seres humanos, como el razonamiento, el aprendizaje, la creatividad y la capacidad de planear. Funciona combinando grandes cantidades de datos con procesamiento rápido e iterativo y algoritmos inteligentes permitiendo al software aprender automáticamente de patrones o características en los datos.

Con inteligencia emocional (IE) nos referimos a la habilidad de entender, usar y administrar nuestras emociones, de manera que reduzcamos el estrés, nos comuniquemos efectivamente, empaticemos con otras personas, superemos desafíos y aliviemos conflictos.

La inteligencia emocional artificial (IEA) es una aplicación de la inteligencia artificial a las emociones y se definiría como la disciplina que permite conocer de una manera artificialel estado emocional en el que se encuentra una persona; nace gracias a la neurología, que descubrió que la estructura interna del cerebro está compuesta por una red de neuronas que transmiten impulsos electroquímicos.

La IEA empezó a idear una posible máquina pensante capaz de realizar acciones humanas: aprender, hablar e incluso sentir emociones. Entre 1964 y 1966, Joseph Weizenbaum creó ELIZA, que podía simular una conversación utilizando simples sustituciones y coincidencia de patrones y desarrollando técnicas de aprendizaje automático, minería de datos y sistemas predictivos.

Aunque pueda parecer que nos movemos en el campo de la ingeniería mecatrónica, la robótica es una disciplina en la que la informática, la psicología, la lingüística, la automatización, la mecánica y la biología colaboran en un enfoque multidisciplinar. Un androide es una máquina que imita al humano y, para replicar sus movimientos, es necesario comprender la mecánica y la dinámica del ser humano.

Todavía es algo lejano un robot programado para interactuar, reaccionar y entender emociones de manera orgánica y natural como podría hacer un ser humano; sin embargo, la realidad no es tan lejana como nos puede parecer.

El detectar emociones mediante inteligencia artificial supone recopilar señales visuales, expresiones faciales, gestos corporales, movimientos oculares, e incluso del habla, en una gran “biblioteca de datos y de información” para que una máquina pueda descifrarlas adecuadamente y responder con precisión. Un equipo de científicos de la Universidad Queen Mary de Londres trabaja para conseguirlo a través de la medición de variables, como el ritmo respiratorio o la frecuencia cardíaca mediante ondas de radio o wifi, y pretende desarrollar una inteligencia artificial capaz de revelar las emociones humanas.

Simular estructuras neuronales artificiales, con capacidad de aprender y de mejorar, desarrollar algoritmos que imiten procesos humanos, permitirá que estos comportamientos robotizados se aproximen cada vez más a actitudes y a conductas motoras y expresivas reales.

Dada la complejidad del cerebro humano, aún se desconocen muchos procesos de la comunicación interneuronal, lo que complica el desarrollo de algoritmos que permitan imitar los códigos de comunicación de las estructuras nerviosas cerebrales para poder reproducir respuestas emocionales y afectivas. Resulta más fácil utilizar circuitos de lógica formal binaria para reproducir formas de razonamiento lógico y de conducta motora. Además, actualmente, existen softwares con sensores físicos perceptivos y sensores mecánicos que, mediante impulsos eléctricos u ópticos, son capaces de ofrecer una respuesta motora.

¿Cómo lograr la simulación emocional o sentimental? ¿Podrá una máquina robótica imitar actitudes, sentimientos o expresiones emotivas? En lo que se está trabajando actualmente es en que estos sistemas robóticos dispongan de una “biblioteca” de recursos que les permita adaptarse a un contexto afectivo, como ya se hace con robots humanoides diseñados para trabajar con autistas. Por ahora, estas máquinas no son capaces de comprender con empatía, pero sí pueden llegar a reconocer e interpretar situaciones emocionales y actuar en consecuencia evitando disfuncionalidades afectivo-emocionales con el entorno social en que se encuentran.

El sistema artificial puede ver y reconocer expresiones faciales (la sonrisa por el estiramiento de los músculos bucales; la sorpresa al alzar las cejas; la cólera al contraer la frente…), posturas corporales, detectar pautas vocales y entonaciones del habla, dilatación en las pupilas, cantidad de latidos cardíacos… Sin embargo, el ser humano es un ser emocional y social, interactúa en sociedad para comunicar sus emociones y para percibir el estado emocional de los demás, por tanto, lo mismo debería hacer una máquina, adaptar su comportamiento según el estado emocional del humano. Pero, aunque la tecnología está reduciendo la barrera que separa la realidad de la ciencia ficción, “la rebelión de las máquinas, aún está lejos”.

Achintha Avin Ihalage, de la Escuela de Ingeniería de Electrónica y Ciencias de la Computación de la Universidad Queen Mary de Londres, explica que «Con el aprendizaje profundo (Deep learning) hemos demostrado que podemos medir con precisión las emociones de una manera independiente del sujeto. Podemos observar una colección completa de señales de diferentes individuos, aprender de estos datos y usarlos para predecir la emoción de las personas». Su equipo planea trabajar con profesionales de la salud y científicos sociales sobre la aceptación pública y las cuestiones ético-morales del uso de esta tecnología.

Ética en las interacciones máquina-persona

¿Queremos máquinas capaces de detectar nuestras emociones y que interactúen emocionalmente con los seres humanos? ¿Será posible en el futuro que alguna persona prefiera relacionarse con máquinas empáticas antes que con otros seres humanos? ¿Podría esta interacción provocar ansiedad y depresión o aliviaría la soledad y el aislamiento social? ¿Estamos dispuestos a que un algoritmo y quienes lo controlan tengan acceso a lo que sentimos en todo momento?

En un futuro no muy lejano las relaciones máquina-humano serán de tal envergadura que los robots humanoides, los sistemas con inteligencia artificial, las Smart Cities, los vehículos autónomos y la realidad virtual harán la vida cotidiana más fácil y dinámica, pero también enfrentará a las sociedades a una reflexión ética sobre la privacidad, la figura legal de las máquinas, la toma de decisiones autónomas y otras cuestiones afines.

Un ejemplo: tomemos como referencia a Alemania, donde el Ministerio Federal de Transportes e Infraestructuras Digitales estableció unos principios éticos aplicables a los automóviles autónomos para escenarios en los que se tenga que definir la responsabilidad legal en caso de accidentes y la priorización de la vida humana. Esta comisión alemana refirió que los vehículos autónomos solo se justifican en términos éticos y siguen las leyes de la robótica ya mencionadas, es decir, “si causan menos accidentes que la conducción humana”. Se prioriza la protección de los seres humanos frente al marco legal de la tecnología.

La ética, esa parte de la filosofía que trata del bien, de lo bueno, lo malo, lo permitido y lo deseado, es y será clave en las relaciones que se establecerán entre las máquinas y los humanos. Hablaremos entonces de roboética para promover que el uso de dispositivos inteligentes se realice de forma coherente y bajo unos principios que permitan el desarrollo deseado de la sociedad.

Los avances en inteligencia artificialestán empezando a mostrar que un futuro próximo, con coches autónomos y drones, con máquinas interactuando con humanos, con mascotas robóticas, etc. tendrán consecuencias positivas en el empleo y en la sociedad, pero también generarán temores; por ejemplo, si pensamos que las máquinas sustituirán a las personas en el trabajo, obligará a los gobiernos a tomar medidas y a reflexionar sobre los componentes éticos de la inteligencia artificial.

El Parlamento Europeo (PE) ya ha aprobado (2017) un informe sobre robótica en el que se establece un código ético de conducta que sirva de guía legal para el diseño, producción y uso de los robots, y que incluye principios fundamentales de protección de la dignidad humana, la privacidad, la libertad, la igualdad o los efectos sociales.

Vemos a continuación algunos de estos principios:

  • Proteger a los humanos del daño causado por robots: la dignidad humana.
  • Respetar el rechazo a ser cuidado por un robot.
  • Proteger la libertad humana frente a los robots.
  • Proteger la privacidad y el uso de datos, especialmente cuando avancen los coches autónomos, los drones, los asistentes personales o los robots de seguridad.
  • Protección de la humanidad ante el riesgo de manipulación por parte de los robots, especialmente en ciertos colectivos (ancianos, niños, dependientes) que puedan generar una empatía artificial.
  • Evitar la disolución de los lazos sociales haciendo que los robots monopolicen las relaciones de determinados grupos.
  • Igualdad de acceso al progreso en robótica: al igual que la brecha digital, la brecha robótica puede ser esencial.
  • Restricción del acceso a tecnologías de progreso regulando la idea del transhumanismo (o mejora de las capacidades humanas) y la búsqueda de avances físicos y/o mentales.

Las consideraciones más básicas que debe tener en cuenta la ética de la IA son que esta debe garantizar el bien de la humanidad y beneficiar al mayor número de personas reduciendo el riesgo de exclusión.

Los investigadores y diseñadores tienen una responsabilidad ética muy esencial en susinvestigaciones al gestionar el riesgo potencial que los resultados de sus experimentos puedan tener. Es importante recordar que los humanos deben mantener el control de las máquinas en todo momento y decidir qué pueden hacer o no los sistemas robóticos o basados en IA, ya que los avances en este campo aún son imprecisos y con un nivel de incertidumbre bastante alto.

Otro principio ético fundamental y que no necesita ningún tipo de aclaración es el NO al uso de la IA para construir y desarrollar armas de destrucción.

Aplicaciones de la robótica

La variedad de campos de aplicación de la robótica, desde los asistentes domésticos a los robots diseñados para trabajar con los humanos, desde aquellos con fines educativos (como Nao) o con tareas de búsqueda y rescate (como Atlas y Walkman) a los robots para el ocio (AIBO, el perro robot fabricado por Sony capaz de reconocer hasta cien comandos de voz gracias a un sistema de aprendizaje que respondía a los estímulos externos y le hacía evolucionar “mentalmente” desde la fase de cachorro), da idea de la utilidad de la IA en la vida cotidiana.

Algunos ejemplos conocidos por todos son: Furby (relanzado por Hasbro en 2012), el famoso robot de peluche equipado con una memoria cuatro veces más amplia que la versión anterior y ojos con pequeñas pantallas LCD para mostrar sus emociones, y Kobian, el primer robot que imita las expresiones faciales humanas.

La robótica humanoide tiene como objetivo crear robots con características humanas equipados con inteligencia artificial y capaces de actuar de forma independiente. A finales de 2017 se presentó la última versión de Sophia, una inteligencia artificial producida por Hanson Robotics en Hong Kong; Sophia puede interactuar con los seres humanos: responde preguntas, recuerda conversaciones anteriores y aprende de ellas y de la infinita base de datos que es Internet, a la que su inteligencia artificial está conectada.

En el campo médico y de la salud, los robots también están transformando la realización de las cirugías, simplificando la atención y la desinfección de los quirófanos y liberando tiempo de trabajo para que los sanitarios puedan prestar más atención a los pacientes. La robótica quirúrgica evoluciona y aplica constantemente la IA. La visión por ordenador permite a los robots quirúrgicos diferenciar tipos de tejido y ayudan a los cirujanos a evitar nervios y músculos durante las operaciones. En definitiva, los robots podrán asumir pequeños subprocedimientos quirúrgicos, como la costura u otras tareas definidas, bajo la mirada atenta del cirujano.

Los robots terapéuticos (exoesqueletos robóticos terapéuticos, brazos y piernas protésicos robóticos) pueden ayudar a la rehabilitación de apoplejías, parálisis, lesiones cerebrales traumáticas o esclerosis múltiple. Estos robots, equipados con IA y cámaras de profundidad, pueden monitorizar la postura de un paciente mientras realiza los ejercicios prescritos para la rehabilitación, medir grados de movimiento en diferentes posiciones y rastrear el progreso de forma más precisa que el ojo humano de un observador. También pueden interactuar con los pacientes ofreciendo entrenamiento y ánimo.

Los robots sociales interactúan directamente con los humanos; son robots “amigos” que se pueden utilizar en tareas de cuidado para ofrecer socialización y monitorización. Pueden animar a las personas a cumplir con regímenes de tratamiento o a ofrecer actividad cognitiva, manteniéndoles alerta y positivos. Se pueden utilizar para ofrecer direcciones a visitantes y pacientes en el entorno hospitalario, para reducir las cargas de trabajo de los cuidadores y para mejorar el bienestar emocional.

Inteligencia artificial para frenar el suicidio. Esta sería la idea principal del Proyecto Stop, un algoritmo capaz de detectar tendencias o pensamientos suicidas en redes socialesmediante el rastreo de ciertos patrones, en cuyo proceso de creación y desarrollo han participado universidades, hospitales, centros de investigación y fundaciones de España, Francia y Suiza. Este equipo investiga cómo se expresan o qué rasgos tienen los usuarios con alto riesgo de suicidio, de manera completamente anónima, por supuesto.

Si el algoritmo detecta perfiles de personas en riesgo, envía mensajes, por medio de las redes sociales, ofreciendo ayuda a través del Teléfono de la Esperanza o del de prevención al suicidio. La primera campaña que se lanzó en este sentido llegó a más de 600 000 personas y consiguieron aumentar en un 60 % el número de llamadas al Teléfono de la Esperanza provenientes de redes sociales.

Otra aplicación que incorpora la tecnología de IA (Ifeel) es la de ser capaz de aprender sobre el humano de acuerdo con sus registros y sugerirlerecomendaciones personalizadas para mejorar su salud emocional. La aplicación digitaliza las emociones y el usuario puede tener en su móvil un registro detallado que le permitirá conocerse mejor y comprender sus emociones. Funciona de manera muy sencilla: le contamos a la aplicación cómo nos sentimos hoy y qué ha pasado en nuestro día. Si estamos estresados y hemos tenido problemas familiares, si notamos que tenemos ansiedad y hemos discutido con nuestra pareja… A partir de aquí, el asistente virtual comienza a asociar causas con consecuencias y a recomendar una serie de recursos desarrollados por psicólogos clínicos. A nivel práctico, propone ejercicios para reducir sentimientos de estrés o de ansiedad, técnicas para relajarse, aprender a respirar o artículos de autoayuda.

Como estos, hay otros muchos ejemplos, investigaciones y aplicaciones de la IA en nuestra vida diaria para mejorar nuestra salud. Sin embargo, como ya se ha mencionado, debe ser suficiente para comprender que la tecnología continúa su desarrollo y que es capaz de ofrecer terapia psicológica, hacer que las personas puedan monitorizar su estado de ánimo diario, conocer la evolución de sus emociones, así como analizar los factores externos que provocan determinados sentimientos, entre otras muchas cosas.

Aprender a manejar la IEA para mejorar la salud

Es un hecho que la inteligencia artificial puede ayudar a potenciar nuestro bienestar y nuestra salud, así como detectar las causas de un mal estado de ánimo, sin embargo, las personas adultas aprendientes en las Universidades Populares no son todavía nativos digitales, como sus hijos o nietos. Entonces surge la pregunta: ¿podrán “alfabetizarse” digitalmente lo suficiente para comprender estos lenguajes de programación y poder utilizar la IA para mejorar su salud física y mental?

Todo lo comentado hasta ahora sugiere que dentro de unos años la mayoría de nuestros objetos cotidianos (casas, coches, frigoríficos, microondas, móviles…) estarán conectados entre sí, de manera que, poco a poco, se creará un futuro tecnológico donde todo lo que nos rodee tenga conexión a Internet. La inteligencia artificial podrá pensar por nosotros, anticipará nuestras necesidades, manejará variables y parámetros para tomar decisiones por nosotros.

Si queremos aprovechar los beneficios que los avances de la IA pueden aportar, debemos comprender que ese gran recurso, con su gran poder, exige una gran responsabilidad individual. Todo el mundo debería tener la oportunidad de aprender cómo funciona la IA, conocer de qué es capaz y no es capaz y cuáles son sus limitaciones, para decidir, sobre la base de una información racional, cuestiones que tienen que ver con el desarrollo personal, social o laboral para hacer más fácil la vida.

Saber cómo funciona la IA significa entender que la inteligencia artificial es un programa informático al que se le dan unos datos como entrada y que aprende a reconocer patrones a partir de esos datos. De ahí la importancia de desarrollar nuestras habilidades tecnológicas y digitales. Y, aunque hoy día no podamos decir que las Universidades Populares tengan adaptados sus programas de formación a este alto nivel, no podemos quedarnos estancados sin tener en cuenta los avances de la IA.

Debemos eliminar interpretaciones erróneas y miedos sobre la IA que suenen a películas de ciencia ficción o creencias sobre la infalibilidad de las decisiones que tome una inteligencia artificial deducidas de la gran cantidad de datos que usa. La gente tiende a exagerar el poder de la tecnología y olvida que esta también tiene sesgos que pueden conducir a interpretaciones erróneas o que maneje datos equivocados.

Para mantener el control del ser humano sobre la máquina es fundamental seguir formando nuestra propia identidad y creencias y desarrollar nuestras propias ideas. Es cierto que el mundo tendrá que enfrentarse en el futuro al cambio acelerado por la inteligencia artificial, lo que obligará a aprender a combatir el estrés y las crisis de identidad cuando nuestra vida se automatice. Necesitaremos resiliencia ante un futuro incierto, tendremos que estar abiertos a aprender nuevas competencias, a superar el miedo y el abatimiento… La inteligencia emocional nos ayudará a ello.

La inteligencia artificial está cambiando la sociedad, pero no cambia la esencia de lo que somos, simplemente facilita la realización de ciertas cosas y acelera el cambio. Lo más importante son los aspectos que se consideran centrales en la educación: la inteligencia emocional y la resiliencia, la capacidad de aprendizaje y de pensamiento, el cuidado de la equidad y la atención a los demás.

Una última advertencia de los expertos en inteligencia artificial: en ningún caso la IA debe sustituir por completo a la atención profesional o al contacto humano.

BIBLIOGRAFÍA

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