Las Universidades Populares, de la mano de la Federación Española de Universidades Populares (FEUP), con el impulso de su Libro Blanco y la reciente creación de su editorial, están llamadas a ser referente en la Cuarta Revolución Industrial desde la apropiación de sus tecnologías disruptivas por parte de la ciudadanía, lo que supone la ampliación de una obra ya iniciada a finales del siglo XX por las Universidades Populares de Extremadura y AUPEX.
El libro que tienes en tus manos o en tu pantalla es la continuación del camino recorrido por Extremadura en su esfuerzo por ingresar a la sociedad digital y por sacar partido a sus posibilidades desde las Universidades Populares de Extremadura. Se trata de un valioso recuento de más de dos décadas de una exploración y una imparable acumulación de experiencias, casi todas exitosas, en cuanto a la adopción de las tecnologías digitales buscando aportar al desarrollo de la región.
Los textos me conectan con Extremadura en dos sentidos. Chile, mi país, y dicha región han tenido siempre un profundo vínculo a partir de los conquistadores extremeños (no en vano, la primera ciudad que fundó Pedro de Valdivia, hoy Santiago de Chile, se llamó Santiago de Nueva Extremadura, y la segunda ciudad chilena se llamó Villa Nueva de la Serena). Seguro, visto con ojos actuales, hubo conductas reprobables en ese tiempo, pero imposible no admirar ese espíritu de aventura que los hizo viajar desde el interior de la península, subirse en frágiles embarcaciones, cruzar un océano inmenso lleno de misterios y peligros, y arribar a un territorio tan gigante como desconocido, conocerlo, afincarse y colaborar en la construcción de nuestras naciones.
Pero, sobre todo, este libro me hace sentir regresando a un lugar muy familiar, porque la mayoría de los autores de este trabajo son amigos con quienes comenzamos juntos, hace más de veinte años, el camino de democratizar las tecnologías y ponerlas en función del desarrollo humano, en el proyecto que buscaba llevar a Extremadura a la sociedad del conocimiento. Nos reunieron dos inolvidables líderes, el presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Fernando Flores, el ingeniero y filósofo chileno, que ejerció como joven ministro del presidente Salvador Allende y posterior inventor del coaching ontológico.
El proceso, más allá de centrarse en las tecnologías en sí mismas, siempre ha tenido un fuerte sentido humano y social, un recurso para avanzar en los desafíos de la región, como el desarrollo económico, la creación de empleo, el cuidado del medioambiente, la participación ciudadana, la preservación de la cultura extremeña y la vitalidad de pueblos y comunidades de la región.
Asumir y adaptarse a los vertiginosos cambios que trajo la sociedad del conocimiento a toda la humanidad ha sido un gran desafío a enfrentar, con un desarrollo permanente de herramientas más y más potentes y, al mismo tiempo, más baratas (Gordon Moore), con la omnipresencia de tecnologías en todo ámbito (en la industria, en el empleo y en la competitividad de los países); pero también en las comunicaciones, que pasaron de gigantes mundiales de medios al nacimiento de millones de expresiones, con el fenómeno de las redes sociales que, a veces, pone en riesgo la convivencia social y democrática de las sociedades. Lo propio ocurre en ciencias, en medicina, educación, con profundas consecuencias para la vida y las posibilidades de las personas y el crecimiento de brechas económicas y educacionales. La llegada de la Cuarta Revolución Industrial (Klaus Schwab) con la transformación del empleo y las habilidades necesarias para desenvolverse en él. Es sabido que más de la mitad de las profesiones desaparecerán y los empleos serán reemplazados por máquinas inteligentes, aunque, al mismo tiempo, nacen nuevos trabajos. En la transición habrá mucho desempleo y crecimiento de la desigualdad (Carl Benedikt Frey, Michael Osborne).
Los extremeños asumieron el desafío hace dos décadas emulando a sus antepasados exploradores. Se lanzaron a los nuevos océanos y territorios por descubrir en el universo de las nuevas tecnologías buscando posibilidades para el desarrollo de la región, para cuidar la vida en el campo y los pueblos (quizás su mayor tesoro), jugando en las reglas de la innovación con valentía y libertad para experimentar, para probar, aceptar errores y fracasos, como en todo proceso creativo. Han probado nuevos negocios e industrias para la región y, sobre todo, se centraron en el desarrollo de las competencias tecnológicas, innovadoras y emprendedoras, en el sistema formal escolar y universitario y en la red de instituciones comunitarias locales, como los Centros de Conocimiento y las Universidades Populares. En la suma final, han avanzado en la convocatoria de creadores y en la incorporación de todas las generaciones incluyendo una profunda relación con América Latina, basada en la cooperación y el cariño.
El liderazgo extremeño descubrió temprano que había un camino y una reserva para luchar en contra de la desigualdad que provocarían los nuevos medios tecnológicos apropiando para la población las posibilidades del movimiento de tecnologías abiertas. Dicho movimiento está basado en la ética hacker (Pekka Himanen) donde, lejos de ser piratas informáticos, los hackers son expertos y apasionados inventores que crean para compartir, en forma libre, sus creaciones tecnológicas, como el correo electrónico, la web o el mítico sistema operativo abierto Linux, que llegó a competirle al imperio de las principales empresas del mundo tecnológico. De hecho, los extremeños crearon su propia versión de software de escritorio basado en Linux.
La expresión actual del mundo de las tecnologías abiertas es el movimiento Maker (Chris Anderson, Marc Hatch), con los Fab Lab o laboratorios de fabricación digital, en que las personas diseñan objetos y dispositivos en el computador y los pueden imprimir en 3D, cortar en láser o crear placas electrónicas quedando todo disponible para copiar o modificar (sin costos de derechos intelectuales) con máquinas que también han sido creadas en la lógica abierta, y la posibilidad de acceder a cualquier ciudadano con muy poca formación técnica y desarrollarse en nuevas profesiones o crear nuevos negocios. En Extremadura, la expresión del movimiento maker, con acento aquí en los Objetivos de Desarrollo Sustentable 2030 y la economía circular, son los Circular Lab y las Universidades Populares.
Tengo el privilegio de dirigir el colegio chileno Alberto Blest Gana, seleccionado en 2020 entre los 100 mejores colegios del mundo. Un colegio fundado por mis padres en el que, buscando desarrollar las habilidades para el futuro, hemos volcado todos los aprendizajes antes mencionados. Hoy podemos decir que estamos cambiando el paradigma de la educación escolar en todo el mundo al ampliar el currículo hacia la creatividad, la innovación, la educación emocional y social y la adopción de tecnologías con robots, programación, impresión 3D, biohacking, yoga, meditación y mucha cultura artística, pero, sobre todo, porque hemos apropiado la tradición en que el aprendizaje ocurre en la práctica: se aprende haciendo y lo verdaderamente importante es experimentar, explorar y emocionarse (Montessori, Piaget, Papert). Confieso que, muchas veces, busco inspiración en los desarrollos en mis amigos de la sociedad de la información de Extremadura.