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Universidades Populares: aceleradoras de las competencias digitales blandas en la era digital
Juan José Salado Sánchez

Juan José Salado Sánchez

Director de la Fundación Ciudadanía.

Antecedentes

Las Universidades Populares han venido liderando, junto a otras pocas organizaciones especializadas, estrategias y metodologías de vanguardia que nos preparaban para la sociedad del conocimiento y la era digital en la que estamos inmersos.

Desde sus orígenes, las Universidades Populares han tenido un papel fundamental en la alfabetización lectoescritora de las personas y su acercamiento a la educación, la cultura y la participación social. A finales de la década de los 90 enarbolan la bandera de la alfabetización tecnológica como un nuevo proceso necesario para incorporar a todas las personas a la sociedad de la información con acciones formativas ajenas a los sistemas de educación formal y donde los ejes sobre los que se asentaba y se sigue asentando su acción son la democratización del acceso al conocimiento, la solidaridad y la igualdad de oportunidades, principalmente.

Las Universidades Populares, a través de programas como el de los Nuevos Centros del Conocimiento en la Extremadura de 1999, por ejemplo, no solo enseñaban a usar el ordenador y navegar por internet, sino que también formaban en la adquisición de competencias para descubrir usos y oportunidades en el ámbito personal y comunitario que las nuevas tecnologías permitían encontrar: comunicación instantánea, acceso a ofertas culturales, educativas o deportivas, relacionarse con las Administraciones, buscar y encontrar trabajo, informarse de lo que pasaba más allá de la propia localidad y en el mundo…

Y siempre en el ámbito local trabajando con el tejido asociativo, especialmente con mujeres y personas mayores, en sus inicios, y en la actualidad más centradas en la búsqueda de empleo para todas las personas, sobre todo jóvenes y mujeres, formulando propuestas para luchar contra el reto demográfico mediante la búsqueda de equilibrios territoriales que ahora no existen.

Recordemos lo que se busca, desde ya hace tiempo, en el mundo del trabajo y que hoy se busca también: se busca a personas con habilidades que sepan encarar el cambio de época que se ha producido, semejante a aquel que se produjo con las revoluciones industriales, cuando las estructuras económicas, sociales y educativas quedaron trastocadas en distintos períodos.

Si bien el carbón y la máquina de vapor fueron el eje de la Primera Revolución Industrial, la electricidad, el gas y el petróleo lo fueron de la Segunda, mientras que el almacenamiento de la energía y la aparición de internet propiciaron la Tercera Revolución Industrial, a la que mejor podríamos llamar la Revolución Tecnológica.

Con respecto a la Segunda, al contar con electricidad a gran escala se produjeron cambios inevitables ante los que se opuso gran resistencia, como sucede en todos los cambios de paradigma que se han producido en la historia de la humanidad. Lo cierto es que hubo oficios tradicionales que desaparecieron o que tuvieron que transformarse radicalmente. También cambiaron los papeles en el trabajo, por ejemplo.

Asimismo, aparecieron nuevas profesiones en las que se empezaron a valorar más los aspectos intelectuales que los manuales. La estructura social cambió como consecuencia de ello, y los hábitos de vida ya no giraban en torno al sol y al fuego de la chimenea que aglutinaba a las familias, sino a la independencia que proporcionaba la electricidad. Todo se transformó y no quedó más remedio que adaptarse.

Cuando hace poco más de cuarenta años irrumpe internet, su irrupción comienza a influir en la industria, en el trabajo, en los intercambios comerciales y en la sociedad, tal y como ocurrió con la electricidad, aunque esta vez su alcance ha sido más global y rápido a la hora de agilizar los procesos a escala planetaria.

Y pasamos de lo analógico a lo digital apenas sin darnos cuenta y de manera irremediable, aun sin estar preparadas las estructuras para ello, incluidas las educativas, las cuales han tenido que adaptarse para capacitar a la sociedad a desenvolverse en este nuevo cambio de época (no sin dificultades, pues las estructuras educativas estaban preparadas para dar respuestas al cambio del siglo XIX).

En aquellos momentos también tuvimos que adquirir nuevas habilidades y competencias sí o sí, no había otra opción. De ello dependieron, igualmente, puestos de trabajo y formas de trabajar, modelos de negocio, formas de relacionarse o el disfrute del ocio y el tiempo libre.

Y ya estamos en la Cuarta Revolución Industrial, donde la educación ya no puede centrarse en las competencias técnicas y profesionales que antes daban respuesta a las demandas del mercado laboral y que ahora son más fáciles de adquirir. Actualmente, en la era digital se necesita, además, otro tipo de habilidades y competencias que sepa responder a nuestro compromiso de crear un planeta más sostenible y más humano donde prevalezcan la justicia y la paz y aprendamos a tejer alianzas para conseguirlo, como nos propone la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible.

Definiendo habilidades y competencias blandas en el contexto educativo.

Todas y todos somos conscientes de los vertiginosos cambios que se están produciendo en el mundo del trabajo, lo que lleva aparejado que se ponga en el punto de mira todo lo relacionado con las habilidades de las personas para encarar nuevos tiempos, nuevos procesos y nuevas necesidades. Las empresas necesitan atraer ese talento que sea capaz de demostrarlo con buenos resultados en términos económicos y de competitividad.

Nos referimos a las habilidades blandas, que son las aptitudes relacionadas con la manera en que gestionamos el trabajo, cómo interactuamos con nuestro entorno y cómo resolvemos los problemas. Son aquellas capacidades interpersonales que permiten a las personas liderar equipos, comunicarse eficazmente, gestionar el tiempo o trabajar de manera creativa, entre otras competencias.

Si bien en un principio las organizaciones y las empresas necesitaban que sus cuadros directivos contaran con este tipo de habilidades y competencias, ya que debían gestionar las relaciones interpersonales en el seno de los equipos, hace tiempo que se demandan para todas las personas que trabajan en ellas, pues el desarrollo de habilidades blandas mejora la productividad dentro de las organizaciones.

Las habilidades blandas nos permiten desarrollar una interrelación socioemocional efectiva capaz de influir positivamente en nuestro entorno profesional, laboral y social, ya que generan ambientes productivos donde las personas se sienten motivadas a superar un reto y llegar a una meta. Estas competencias facilitan la colaboración activa en cualquiera de las fases de un proyecto, la resolución de conflictos o la propuesta de alternativas innovadoras y disruptivas.

Desarrollar las habilidades blandas, especialmente en la era digital, es la mejor alternativa para marcar la diferencia a la hora de abordar cualquier tipo de proyecto y llevar a otro nivel de calidad nuestras relaciones interpersonales en los equipos con los que trabajamos.

Y las habilidades se entrenan. Las habilidades que más hay que entrenar, por ser las más demandadas a la hora de conformar equipos de trabajo y gestionar procesos, son, precisamente,  la capacidad de trabajo en equipo, la inteligencia emocional, la empatía, las habilidades sociales, la resolución de conflictos, la creatividad, la organización, la comunicación fluida y eficaz, el pensamiento crítico, la capacidad de respuesta o la adaptación al cambio, entre otras.

Esto es lo que se busca ya hace tiempo en el mundo del trabajo y de los negocios: personas con este tipo de habilidades que sepan abordar con claridad los cambios de época y las nuevas realidades de la era digital en un mundo hiperconectado. Y serán las habilidades blandas las que nunca, hoy por hoy, podrán ser sustituidas por ningún tipo de máquina, por muy sofisticada que esta sea.

En la “Encuesta Millennials 2018” publicada por Deloitte ya quedaba reflejado que las generaciones más jóvenes no se sentían preparadas para afrontar la Cuarta Revolución Industrial. Entiendo que “nadie” les estaba preparando para ello, al igual que a anteriores generaciones ―como la mía― no se las forma en la adquisición de competencias blandas en ninguna de las etapas educativas. Aún más preocupante es que, en la actualidad, a nuestros jóvenes se las siga sin entrenar, formar o capacitar en la adquisición de estas habilidades, imprescindibles para navegar, trabajar y desenvolverse en la era digital.

El sistema educativo actual no está sabiendo dar respuesta a las necesidades y competencias que se exigen en el siglo XXI. Lo pudimos comprobar en los principios de la declaración del estado de alarma en España, allá por marzo de 2019. Con el confinamiento y el cierre de todos los centros educativos, a los niños y niñas, los jóvenes de secundaria y los universitarios, pasar de las clases presenciales a virtuales les costó bastante menos que al profesorado en general, debido a que el alumnado está más familiarizado con el manejo de las tecnologías e internet, aunque no las manejen, precisamente, en el ámbito educativo.

Dejó mucho que desear aquella situación de desconcierto y, en resumen, no se supo estar a la altura en los comienzos, pues no se estaba preparado para ello. El profesorado trataba de trasladar las clases presenciales a las virtuales, no manejaba determinadas herramientas de comunicación instantánea ―como Zoom, Teams…― ni ninguna otra. El alumnado confinado en casa, receptor de esa educación, en ocasiones no tenía conexión a internet. Cuando había más de un alumno/a en el mismo domicilio, faltaban equipos para recibir las clases o tutorías, por no hablar de los madres y padres que ocuparon los espacios del profesorado. Sin embargo, hay que reconocer que se articularon medidas de préstamo de portátiles y tabletas para paliar esta situación sobrevenida con la pandemia y que ha hecho pensar a toda la sociedad sobre la necesidad de estar más preparados, también, para este tipo de contingencias.

En estos momentos, la educación debe ser una herramienta que nos permita avanzar en esta nueva era en la que se está construyendo una nueva sociedad donde la tecnología, el internet de las cosas y la inteligencia artificial representan un papel relevante, al igual que lo deben jugar en la educación que actualmente necesitamos.

El baño de realidad que nos dio la covid en sus inicios nos ha hecho valorar más la importancia de las tecnologías, de internet, de las redes sociales y de la comunicación permanente durante el confinamiento, gracias a las cuales se acortó el distanciamiento social que se produjo. Aprendimos a utilizarlo de una manera diferente: para nuestro desarrollo personal y también para el desarrollo de nuestra comunidad.

En aquellos momentos fue fundamental la labor del sistema sanitario en su conjunto, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de los servicios de emergencia, de los responsables técnicos y políticos, que tuvieron que coordinar tantas actuaciones… Y ahí estuvieron también las Universidades Populares, en permanente contacto con la ciudadanía al aportar su red como la mejor forma de generar y compartir conocimiento desde el punto de vista de la capacidad crítica y autocrítica, del compromiso, de la participación social y de la autonomía.

Ahí aprendimos a teletrabajar, y las Universidades Populares también aprendieron a hacerlo y formaron a sus profesionales y participantes para desarrollarlos en las mejores condiciones y aprender a manejarse en la virtualidad con la educación a distancia, la telesalud, los servicios electrónicos, la orientación y formación para el empleo, la realización de talleres de todo tipo, el acceso a la cultura y al ocio a través de la pantalla del ordenador, e incluso contribuyeron a diseñar elementos de protección anticovid con impresoras 3D que después, y en el ámbito local, se distribuían a los centros de salud, la policía local, Protección Civil, bomberos y ambulancias… En todos estos espacios virtuales se adquirieron nuevas habilidades y competencias con la máxima que las caracteriza, que es “aprender haciendo”.

Para ayudar al sistema educativo, que sigue sin estar preparado para dar respuesta a las necesidades actuales de nuestra sociedad, y especialmente de las personas más jóvenes y no tan jóvenes que deben formar parte del mercado laboral y del tejido productivo, las Universidades Populares se convierten en una herramienta imprescindible para llegar donde el sistema educativo no llega para acelerar las competencias blandas en la era digital.

Acelerando las competencias blandas en la era digital

Como en sus orígenes ―allá por 1899 en Francia y por 1903 en España―, en la actualidad y con la vista puesta en el futuro, las Universidades Populares tienen la responsabilidad y el compromiso de desempeñar un papel fundamental en el desarrollo de nuestros territorios y en el de la ciudadanía que los habita en la era digital.

Las Universidades Populares tienen el reto de liderar la era digital, donde la réplica de lo físico en lo virtual no acaba de encajar, y seguro que con la experiencia, la capacidad de análisis, la cercanía a las personas, el trabajo en red, las conexiones improbables y el conocimiento de las y los profesionales que trabajan en las Universidades Populares sabremos hacer aportaciones rigurosas para ello.

En esta época de transformación se vislumbra que vamos a tener que cambiar en más una ocasión de empleo por esta realidad tan inestable a la que hemos de saber adaptarnos. Ahora, más que nunca, se hace más necesario el aprendizaje a lo largo de la vida y la permanente actualización de conocimientos y habilidades que nos permitan dar respuesta a nuevas situaciones y realidades que se están produciendo en el empleo, la economía, las empresas, las organizaciones y las instituciones a nivel global.

Como ya venimos constatando, se hace imprescindible acelerar los procesos de entrenamiento para la adquisición de competencias blandas en el ámbito educativo, tanto formal como no formal, pues los titubeos y la tibieza que ha demostrado el sistema educativo en general, y especialmente la educación reglada, ha tenido como resultado que los jóvenes, cuando salen de la universidad, no estén suficientemente preparados para situarse en los diferentes escenarios laborales y, menos aún, en los de la era digital.

En este contexto tienen un papel crucial y relevante las Universidades Populares en su papel de aceleradoras de las competencias blandas en la era digital, además de ser el instrumento con el que capacitar a los jóvenes que acaban su formación universitaria ―u otras etapas educativas― para poner en marcha sus proyectos de vida y prepararlos para su inserción en un mercado laboral en permanente transformación que necesita de personal con este tipo de competencias y habilidades con la finalidad de que aporten valor a sus empresas y organizaciones y a la sociedad en su conjunto.

Y va a ser fundamental su papel por el hecho de tener una estructura en red ―la red de Universidades Populares―; también por contar con profesionales especialistas en la educación no formal en variadas disciplinas que tienen interiorizados principios y valores que tienen como prioridad el bienestar de las personas a través de la participación social, la igualdad de oportunidades y el respeto a los derechos humanos; que trabajan permanentemente en el fomento del conocimiento y las competencias de las personas y el crecimiento de las organizaciones buscando el desarrollo integral del ser humano a través de la motivación y la capacitación y que promocionan la igualdad, y que apuestan por la sostenibilidad al tiempo que promueven la cooperación y la creación de redes de alianzas que agilicen todos los procesos.

Debemos poner en marcha un proceso innovador que tome como referencia las competencias blandas en la era digital para agilizar su entrenamiento en ellas a la población que más las necesita. En primer lugar, a nuestros jóvenes, pero también al resto de la población, a ser posible en paralelo si la asignación de recursos fuera suficiente. Este proceso de adquisición de nuevas habilidades debe garantizar el desarrollo personal y profesional de las personas participantes.

Para poner en marcha este proceso de aceleración desde la red de Universidades Populares, hemos de concluir que, principalmente, debe estar basado en la formación y entrenamiento en las mencionadas habilidades y también en la experimentación. Además, debemos trabajar en sesiones presenciales, y proponemos contar con una plataforma de formación masiva desde donde se imparta la formación y se gestionen los contenidos y recursos necesarios para ello.

En este proceso, responsables y monitores de las Universidades Populares serán parte activa, tanto en su propia formación y reciclaje o actualización de conocimientos como en la adecuación de contenidos y utilización de herramientas para la capacitación de las personas participantes en la adquisición de competencias blandas. También llevarían a cabo las capacitaciones en el seno de las Universidades Populares junto a especialistas en la materia.

La red de Universidades Populares puede hacer este tipo de aportaciones y, seguramente, otras para acelerar la adquisición de habilidades blandas. En resumen, para ponerla en marcha necesitaremos contar con:

  • El diseño e implantación de una oferta formativa en materia de habilidades blandas de las Universidades Populares.
  • La creación de una plataforma de formación masiva en competencias blandas en la era digital.
  • La sensibilización y capacitación de las estructuras técnicas y equipos profesionales de las Universidades Populares para manejar las claves y garantizar la sostenibilidad a medio plazo.
  • El conocimiento y experimentación con las tecnologías de la era digital.
  • La participación de un equipo especialista en este tipo de competencias y en impartir la formación.
  • La definición de los primeros colectivos destinatarios de estas capacitaciones.
  • El establecimiento de un modelo de colaboración entre Universidades Populares, organizaciones e instituciones implicadas que garantice la sostenibilidad y continuidad en el tiempo.
  • El análisis e implementación de una línea de actuación que facilite la fijación de las y los jóvenes en su entorno como un factor de desarrollo territorial y de lucha contra el cambio climático.
  • La creación de espacios presenciales y virtuales de visibilización y retroalimentación del proceso formativo y los avances producidos.
  • La puesta en marcha de una estructura en la red de Universidades Populares que sea capaz de dar continuidad y replicar el proceso de aceleración de las competencias blandas en la era digital en el tiempo con independencia del apoyo externo.

Sin duda, son las Universidades Populares el instrumento indispensable, el más eficaz, eficiente y preparado para acelerar los procesos de capacitación en las competencias blandas en la era digital, tanto por su trayectoria y experiencia como por la fortaleza de sus estructuras y equipos profesionales, además de su territorialidad.