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Universidades Populares y educación de personas adultas
Juan Agustín Morón Marchena

Juan Agustín Morón Marchena

Miembro del equipo promotor de la Universidad Popular de Dos Hermanas | Profesor titular de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

Si tuviera que delimitar en los mínimos términos o vocablos qué son las Universidades Populares, vincularlas con solo algunas palabras, me quedaría con estas: “educación de personas adultas” y “municipio”. O, si lo prefieren, con “aprendizaje a lo largo de la vida” y “local”. Hay otros términos propios o que definen a las Universidades Populares, como “proyecto”, “cultura”, “desarrollo”, “participación social”, “formación”… El concepto de “Universidad Popular”, definido como “un proyecto de desarrollo cultural que actúa en el municipio, cuyo objetivo es promover la participación social, la educación, la formación y la cultura, para mejorar la calidad de vida”, engloba todos esos parámetros.

Pero, como decía, si tuviera que reducirlos, yo los concretaría en “educación de personas adultas-aprendizaje a lo largo de la vida” y en “municipio-local”.

El aprendizaje a lo largo de la vida es un derecho de todas las personas, básico para una ciudadanía activa y participativa en la sociedad y necesario para el fomento del desarrollo personal, social y profesional. Y su mejor herramienta es la educación de personas adultas.

En anteriores ocasiones he tenido la oportunidad de reflexionar y escribir sobre la educación de personas adultas y las Universidades Populares (artículos en la revista Interuniversitariade pedagogía social, Entre Líneas, en numerosos libros y capítulos y en participaciones en encuentros como congresos y jornadas). Reproduzco aquí una revisión de algunos de estos trabajos sobre el estrecho vínculo entre ambos conceptos.

Diversas realidades en la educación de personas adultas (EA)

Podemos considerar la educación de personas adultas como el conjunto de procesos de aprendizaje, formal y no formal, por el cual a estas personas, cuyo entorno social considera adultas, desarrollan sus capacidades, enriquecen sus conocimientos y mejoran sus competencias técnicas o profesionales, o las reorientan a fin de atender sus propias necesidades y las de la sociedad.

No cabe duda de que es difícil definir qué es, de forma unívoca, la educación de personas adultas, pues esta engloba una serie de conceptos amplios y sumamente complejos. Uno de los motivos es las diferentes formas de entender la educación de personas adultas, de cómo se presenta y se percibe en diversos entornos y situaciones. El profesor Quintana Cabanas, catedrático de Pedagogía Social de la UNED, distinguía cuatro formas de educación de personas adultas y distintos tipos de experiencias: escolar, cultural, profesional y social, que, aunque coexisten entre sí, tipifican en cierta medida dichas experiencias. En la figura 1 se distinguen los rasgos distintivos de cada una de ellas.

Figura 1: Tipos de educación de personas adultas

Tradicionalmente, las Universidades Populares se suelen incluir dentro del ámbito cultural de la educación de personas adultas. No obstante, la realidad de ellas es tan amplia (son cientos de instituciones con realidades muy dispares) que encontramos experiencias que abarcan todas esas dimensiones.

Un escenario distinto y una realidad cambiante

Los cambios sociales influyen en los participantes (usuarios) de las Universidades Populares. No es lo mismo, por ejemplo, la situación de la década de los setenta y ochenta del pasado siglo veinte, en cuanto al índice de analfabetismo de la población o el número de personas adultas que tenían los medios personales para poder participar en actividades de formación de este tipo (por cuestiones de trabajo, tiempo, posibilidades económicas…), que la actual, la década de los años veinte del siglo XXI, en la que hay muchas personas adultas mayores y con buen estado de salud (un mayor rango de edad como posibles participantes), con un cierto nivel de formación (el porcentaje de analfabetismo puede estar ahora más en el ocio y tiempo libre o en una formación especializada), con tiempo disponible y nuevas demandas de conocimientos (como pueden ser las nuevas tecnologías y los medios de comunicación e información).

Sin entrar en un análisis exhaustivo de todos esos parámetros citados, sí podemos comentar algunos datos que demuestran esta realidad cambiante.

Así, por ejemplo, en los 70 y los 80 seguía habiendo una necesidad de disminuir el índice del analfabetismo en España. La Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) que entró en vigor en octubre 1990 aumentó la escolarización obligatoria a los 16 años. Las Universidades Populares también ayudaron a bajar el índice de analfabetismo. En paralelo, se consolidó la red de Centros de Educación de Personas Adultas, espacios que, hoy en día, más que atender a usuarios sin formación (que no pudieron ir a escuela), atienden a jóvenes adultos que abandonaron sus estudios prematuramente (lo que algunos denominan “fracaso escolar”).

Tabla 1. Tasa de alfabetización en España

AñoMujeresHombresAdultosJóvenes mujeresJóvenes hombresJóvenes
201897,97 %98,93 %98,44 %99,74 %99,69 %99,72 %
201197,07 %98,54 %97,78 %99,75 %99,65 %99,70 %
200496,23 %98,14 %97,17 %99,53 %99,58 %99,56 %
199195,05 %98,04 %96,49 %99,57 %99,54 %99,55 %
198189,94 %95,90 %92,81 %98,64 %98,64 %98,64 %
Fuente: UNESCO

En el siguiente cuadro también podemos comprobar estos datos: en 1977, con la llegada de la democracia, el porcentaje de población analfabeta con más de 25 años era del 10,25 %. Veinte años más tarde, en 1997, había bajado al 3,51 %. En 2017 era del 1,72 % y los últimos datos de 2019 lo sitúa en el 1,62 %.

Gráfica 1. Evolución del analfabetismo en España

Los posibles participantes o usuarios de las Universidades Populares han aumentado en número y en rango de edad. Cuantitativa y cualitativamente vivimos cada vez más años y, además, vivimos mejor, con más calidad de vida. La población tiene ahora más tiempo para dedicarse a lo que quiera.

La esperanza de vida es, pues, otro factor que hay que tener en cuenta. Se refiere al número medio de años que vivirá una persona en caso de mantenerse el patrón de mortalidad actual. La evolución en todo el mundo, y especialmente en España, ha sido muy significativa. Así, por ejemplo, en nuestro país, según los indicadores demográficos básicos que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE), la esperanza de vida al nacer, entre 1999 y 2019, ha pasado de 75,4 a 80,9 años en los hombres y de 82,3 a 86,2 años en las mujeres.

Tabla 2. Evolución de la esperanza de vida al nacer en España.

AñoMujeresHombresEsperanza de vida
202186,2080,3083,30
201185,1379,3082,25
200183,0576,2779,67
199180,6573,4977,07
197174,5668,8471,63
196171,9867,1069,48
196071,6666,6869,11
Fuente: INE

Este incremento destaca sobre todo en las personas de edad madura y avanzada, que han mejorado significativamente las expectativas de vida. En el mismo periodo 1999-2019, el horizonte de años de vida de los hombres a los 65 años ha aumentado en 3,4 años y el de las mujeres, en 3,2 años. A los 85 años, en el periodo 1999-2019, el aumento ha sido de 1,4 años para los hombres y de 1,7 años para las mujeres.

Gráfica 2. Evolución de la esperanza de vida 1975-2021 en España.

Estos datos irán aumentando según las proyecciones realizadas por el INE, que sitúa la esperanza de vida al nacimiento en los 83,2 años para los hombres y en los 87,7 para las mujeres en el año 2035 (aumento con respecto a los valores actuales de 3,2 y de 2,3 años, respectivamente). Es decir, los hombres que en el año 2035 tengan 65 años, tendrán una esperanza de vida en promedio de 20,9 años y en las mujeres, de 24,5 años, frente a los 18,35 años de supervivencia en el año 2021 para los hombres a los 65 años y los 22,31 años de supervivencia en el año 2021 para las mujeres a esa misma edad (la media de ambos sexos es de 20,41 años).

Tabla 3. ¿Cuántos años se vive en España después de los 65 años?

SexoAños
Esperanza de vida20,41
Hombres18,35
Mujeres22,31
Fuente: INE 2021

Por curiosidad, hay que añadir que el INE también tiene estudiada la proyección de la esperanza de vida al nacimiento para el año 2069: para los hombres está en 85,8 años y para las mujeres, en 90,0 años.

Y no solo hay más adultos mayores en cantidad, sino que estos viven más y sus circunstancias personales (salud, tiempo libre, estabilidad económica…) les permiten participar en actividades de formación u ocio.

En décadas anteriores hubo muchas prejubilaciones anticipadas, y, con ellas, muchos adultos en plena edad laboral se encontraron con tiempo libre para dedicar a su formación o a participar en actividades como las propuestas por las Universidades Populares. Hoy en día, la edad real de jubilación está aumentando, pero es un aumento muy lento y, aun así, sigue estando por debajo de la edad ‘legal’ u ordinaria de jubilación. Se trata, pues, de jubilados que, como decíamos anteriormente, al dejar su ocupación laboral tienen por delante mucho tiempo y muchos años para dedicarlo a lo que quieran.

Lógicamente, estos factores influyen en las Universidades Populares, pero también en otras instituciones, ya que hay nuevas modalidades de formación, por ejemplo, la de la educación a distancia. Las universidades regladas han creado unas nuevas experiencias con las aulas para mayores, espacios estos que pueden convivir y complementarse con otros. Un ejemplo de ello es la Universidad Popular de Dos Hermanas, que promueve y acoge en su sede el Aula Abierta de Mayores de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

Educación de personas adultas en el ámbito de la Universidad Popular

La Universidad Popular está estrechamente relacionada con la educación de personas adultas. Ambos elementos tienen una evolución paralela en algunas cuestiones, de tal forma que difícilmente puede entenderse una Universidad Popular sin que se enmarque en una experiencia de educación de personas adultas. Siguiendo los parámetros que en su día fijó la Federación Española de Universidades Populares y los trabajos de distintos autores (Jiménez, Arrogante, etc.), nos centrarnos en definir cómo debe ser este tipo de educación en el marco de aquella a partir de una serie de parámetros:

  • Tendencias en la educación de personas adultas: Los planteamientos y programas de la EA están influidos por la situación socioeconómica en la que se enmarcan y por los continuos cambios que se producen en el ámbito social. Las distintas realidades políticas y socioeconómicas la condicionan necesariamente, por lo que sería factible considerar que cada entorno geográfico delimita y caracteriza de forma irremisible un modelo de educación de personas adultas. En otras palabras, tal como defienden algunos autores, hay tantos tipos de modelos de EA como experiencias que de ella existen.

    Es más, a nivel internacional, los cambios mencionados también inciden en las tendencias actuales. En cada país o estado es distinto el origen o procedencia de las personas participantes, las posibilidades económicas o temporales, las necesidades, etc., de modo que surgen así múltiples realidades. Sin embargo, actualmente es posible distinguir tres tendencias de la educación de personas adultas que, a su vez y en cierta medida, también aparecen en las Universidades Populares:
    • Educación de personas adultas para el ocio y tiempo libre: Se da en los países o en zonas desarrolladas económicamente, con el principal objetivo de ocupar de forma constructiva los excedentes de tiempo generados por la evolución de las relaciones de producción, como son la jubilación (en la mayoría de las ocasiones, cuando todavía quedan muchos años de ser personas productivas), el desempleo, etc.
    • Educación de personas adultas para el desarrollo social: Muy usual en los países del sur de Europa, está dirigida a afrontar las necesidades a la hora de estructurar los cauces de participación e integración del tejido social organizado.
    • Educación de personas adultas para el trabajo: Se da sobre todo en Hispanoamérica y en Europa del Sur en función de la necesidad de garantizar la incorporación al mercado laboral y al mundo productivo de los excedentes demográficos de las capas populares.

Estas tendencias pueden ser prioritarias, pero no se excluyen entre sí, es decir, coexisten y se pueden combinar. Por ello, los ámbitos de actuación de la EA son también variados. En el marco de las Universidades Populares podemos distinguir, en un principio, el carácter compensatorio que en ocasiones toma la educación de personas adultas con respecto al sistema educativo. Las reconocidas deficiencias del sistema escolar llevan a intervenir en este campo para suplir posibles carencias y cubrir las necesidades que puedan surgir.

La propia escolarización, tarea que corresponde al citado sistema escolar, y la cualificación laboral (cada vez más requerida por la creciente especialización y tecnificación en el mundo del trabajo) se unen al cometido de proporcionar una educación continua y permanente con el riesgo de convertir la educación de personas adultas en un procedimiento para el “entretenimiento” de las masas y/o como mecanismo de control social que tienden al mantenimiento de las propias estructuras sociales y a satisfacer las demandas y necesidades individuales de tan solo algunas personas y no de la mayoría.

Por ello, la educación de personas adultas debe fundamentarse en la cooperación y coordinación con otros servicios y agentes sociales. De hecho, la problemática específica de la EA puede englobarse en muchas ocasiones en la perspectiva social, pese a no estar clara la delimitación de fronteras entre ambas.

Pueden, asimismo, distinguirse unas líneas de actuación de la EA, presentes también en la acción de las Universidades Populares:

Figura 2: Líneas de actuación de la EPA

  • Finalidad de la educación de personas adultas: La EA incide en los procesos de transformación social, pero como un factor más dentro de un posible amplio abanico, a pesar de que la educación no es por sí misma un instrumento de transformación social. No obstante, siempre tendrá un carácter transformador, pues incide, a través de cambios individuales (incorporación al mercado laboral, desarrollo social u ocupación constructiva del tiempo libre), en la estructura social al ser capaz de expresar un proyecto político de transformación.

    A raíz de lo anterior surge otra finalidad: generar y fomentar todo proceso o forma de participación activa entre los sectores populares. En todo caso, siempre aparece una vertiente individual en forma de autorrealización o como constructor de un destino del propio sujeto y del colectivo comunitario a partir de la conciencia crítica y participativa. La educación de personas adultas como proceso debe formar para que las personas sean capaces de captar la inadecuación entre lo que es y lo que debe ser y superar toda concepción tutelar acerca de metas, entendidas como utopías preelaboradas o propuestas políticas presentadas desde arriba, partiendo del mismo docente o educador que marca sus distancias con la base (hecho típico en otros niveles educativos).

    Dichas utopías deben ser, en todo caso, una creación colectiva que surja del mismo proceso histórico y político que acompaña la creación y el desarrollo de la Universidad Popular, y la forma de entender la educación de personas adultas como un proceso de participación social, en cualquiera de las facetas indicadas anteriormente (como aportación constructiva a la sociedad a partir  del tiempo libre y el ocio, en el entramado social o en la organización de producción), requiere, precisamente, la participación de todos los sujetos y estamentos implicados en el diseño, participación y gestión de los recursos.

    Además, una finalidad genérica de la EA es facilitar a las personas los recursos necesarios para su desarrollo personal en todos los campos vivenciales (social, cultural o económico) que propicien la participación crítica y consciente en el entorno social en busca de la democratización cultural.
  • Características del nuevo enfoque de la educación de personas adultas. A través de distintos estudios teóricos, conclusiones de encuentros y reuniones u opiniones de personas expertas se observa la necesidad de un nuevo enfoque de este tipo de educación, necesidad que persiguen igualmente las Universidades Populares y que pueden determinarse sobre la base de:
    • Personas destinatarias: la educación de personas adultas debe centrarse en todas las personas, sin distinción alguna de sexo, edad, etc. No obstante, son prioritarios los grupos desfavorecidos en alguno de los niveles de desarrollo. Una efectiva y verdadera igualdad de oportunidades requiere que la EA atienda prioritariamente la necesidad de los grupos sociales más desfavorecidos.
    • Métodos: teniendo en cuenta las necesidades y expectativas, se trata de romper con la rutina. La educación de personas adultas es un sistema global, un proceso abierto, creativo, y se requiere, pues, un método ordenado, creativo, riguroso y científico teniendo en cuenta la experiencia de los sujetos en las dimensiones histórico-social, familiar y grupal-asociativa para autoformarse y construir continuamente su propia acción.
    • Contenidos: partir del estudio, comprensión y análisis de la nueva dinámica de los sistemas dominantes, junto al diálogo colectivo para buscar la propia identidad de los participantes, reflexionar sobre su historia, cultura y sociedad. Democracia, participación, compromiso social, sentido ético, etc. son contenidos obligatorios, tanto en el ámbito individual como en el colectivo.
    • Estrategias: Las estrategias de las que debe hacer uso la educación de personas adultas en el marco de las Universidades Populares se enmarcan, fundamentalmente, en dos grandes bloques básicos:
      • Según los objetivos básicos que se plantee la educación de personas adultas a la hora de desarrollar los niveles de instrucción básicos, además de una formación integral de las personas como ciudadanos. Se tiende, además, a superar el sentido instrumentalista tradicional de la educación de personas adultas, la relación entre educación y formación ocupacional. Habrá que tener en cuenta las potencialidades de los nuevos grupos sociales emergentes, por lo que se requiere transformar las actuales infraestructuras educativas y culturales, que no son accesibles a la mayoría de la comunidad.
      • Según el marco institucional de la nueva educación de personas adultas, ya que la Administración pública y las instituciones la delimitan de modo que aparecen una problemática y unas disfunciones difícilmente superables hoy en día.
  • Por ello, en cuanto a las estrategias, es prioritario reagrupar una red de recursos (humanos, materiales) que los rentabilice, además de redistribuirlos ante los destinatarios más favorables. Para conseguir estabilidad en los proyectos de Universidad Popular y/o educación de personas adultas, los programas deben considerarse a largo plazo a fin de crear, desarrollar o transformar las asociaciones del tejido asociativo. Un aspecto importante que se muestra fundamental en todo el proceso de la educación de personas adultas y que, por lo tanto, afecta de lleno a las Universidades Populares es la falta de una legislación clara al respecto, ya que hoy tiene grandes vacíos. No es cuestión de encuadrarla en el sistema escolar, pero sí de proporcionar una estructura y regulación legislativa adecuada, una estrategia en función de homogeneizarla e implementarla con un sistema socioescolar que englobe la educación de personas adultas.
    • Programas: Actualmente, se distinguen una serie de problemas que inciden directamente en los proyectos y programas de la educación de personas adultas en el marco de las Universidades Populares. Brevemente, son: escaso nivel de organización social, consumismo individualista generalizado como cultura ambiental, sobrecarga de información y comunicación que impide una respuesta razonable, diversidad de intereses en la población debido a los distintos niveles de instrucción, poca atención a los procesos educativos no formales, crisis de valores y de ideología en la sociedad, contradicciones entre teoría y práctica en los sujetos, estamentos y estrategias implicados, falta de formación específica en los educadores y otros más que han sido citados por distintos autores (Domínguez, Aguilera…).
    • Metodología: Activa, integral, interdisciplinar, participativa, crítica, creativa… son las características que deben definir la metodología en la educación de personas adultas, tal como señaló De la Riva. Se deben tener en cuenta los objetivos y problemas que hemos mencionado anteriormente y por ello es necesario dotarla de los instrumentos básicos para la comprensión de la realidad y la formación en actitudes y hábitos de autoaprendizaje, además de para el trabajo.
    • Instrumentos: Habitualmente, la educación de personas adultas se ha caracterizado por la escasez de instrumentos, tanto en su aspecto cuantitativo como cualitativo, hecho que también se da en las Universidades Populares. De ahí la urgente necesidad de crear y modificar estos recursos para adaptarlos a las nuevas realidades.
    • Acerca de las competencias sobre la educación de personas adultas: ¿A quién corresponde, compete, o quién financia la educación de personas adultas? Tras echar un vistazo a la situación internacional, se entrevé la complejidad y diversidad de respuestas. Cabe incluso hablar de competencias en el “mercado de las subvenciones” entre las instituciones sociales.

Mucha similitud se ha observado en el caso de las Universidades Populares, al detectarse una clara pluralidad de acciones entre la Administración competente en el ámbito educativo, los ayuntamientos, las diputaciones, iniciativas sociales, etc. Aunque bien es cierto que las Universidades Populares se inscriben en el municipio como ámbito concreto de actuación, y es ahí donde deben converger las distintas líneas de cooperación y asunción de competencias concretas.

En este sentido, son compatibles y beneficiosas tanto las iniciativas sociales públicas como las privadas que, aunque hasta ahora no han sido muy usuales, lo idóneo sería aunarlas. No obstante, la Administración o el Estado en cualquiera de sus formas debe ser, en último caso, el benefactor de la educación popular, los que se encarguen de redistribuir los recursos destinados a ella entre toda la ciudadanía.

Los distintos programas deben garantizar la vinculación entre el desarrollo personal y el proceso educativo y hacer que converjan todos los agentes implicados. Es factible, pues, y además conveniente buscar otras fuentes de financiación ajenas a las estatales, por lo que la educación de personas adultas o la Universidad Popular deben detectar esos posibles recursos que complementen a los citados. Se requiere, así, una iniciativa social apoyada en todos los sentidos por la Administración y que sea esta la que actúe como motor cuando aquella no esté desarrollada.